Más Información
Pensión Bienestar amplía cobertura en Michoacán; 48 mil mujeres de 63 y 64 años se suman a apoyo económico
Más de 10 mil aspirantes registrados para elección judicial 2025; Monreal destaca alta participación
Claudia Sheinbaum felicita a Yamandú Orsi por su triunfo en Uruguay; “El Frente Amplio regresa a gobernar por voluntad del pueblo”
México en COP29; reitera propuesta de reforestar 15 millones de hectáreas y alcanzar cero emisiones para 2050
“Es tiempo de unidad para lograr el cambio”; María Teresa Ealy dialoga con comerciantes del Sagrado Corazón en Miguel Hidalgo
Texto: Consuelo Juárez
Diseño web:
Miguel Ángel Garnica
José Juventino Policarpo Rosas Cadenas, conocido como Juventino Rosas, nació en Santa Cruz, Guanajuato, el 25 de enero de 1868, dentro de una familia de músicos. Su padre fue su primer mentor, pues él le enseñó a tocar el violín, su instrumento favorito. Junto con su hermano y su padre formó parte de un trío en el que tocaban en fiestas para obtener modestos ingresos.
Enamorado de la música, Juventino se mudó a la ciudad de México, lo que le dio la oportunidad de encontrar diversos empleos en orquestas de prestigio, entre ellas, la que acompañaba a la soprano Ángela Peralta, que serían importantísimas para asentar su carrera musical.
Foto de la casa de Juventino Rosas en Guanajuato donde nació en 1868.
Más adelante, y después de entrar a profesionalizarse en el conservatorio de música, en donde aprendió, entre otras cosas, solfeo, Juventino encontró la fama llegando a tocar en orquestas y en solitario para grandes personajes.
Su vals Carmen lo compuso especialmente para la esposa de Porfirio Díaz, Doña Carmen Romero Rubio, quien en agradecimiento le regaló un piano de cola que él terminaría vendiendo para pagar deudas. Además de sus más famosos valses, Juventino es autor de obras como Flores de México, Dos pensamientos, Seductora, y Ensueño, entre muchos otros valses y polkas.
Carmen, Cuarteto Latinoamericano, 1990.
La vida de Juventino fue tormentosa, protagonizada por las deudas, el desamor y el alcoholismo. En busca de mejores oportunidades, Juventino se embarcó hacia Cuba en 1894, en una gira artística como director de una orquesta de una compañía italo-mexicana, con la que, según información de Hugo Barreiro Lastra, autor de Los días cubanos de Juventino Rosas, llenaba teatros y ganaba buen dinero.
Foto del dibujo del compositor guanajuatense que luce en la casa de la familia Carbajal.
Juventino partió a tierras extrañas sin saber que nunca volvería a tocar el suelo mexicano, al menos no con vida.
El violín que regresó de Cuba
Durante su época de fama, Juventino tuvo un aprecio especial por el violín, su instrumento predilecto, pero ¿qué violín tocaba Juventino Rosas?
Juventino no murió de cirrosis, como mucho se ha dicho. Fue en realidad la mielitis espinal lo que terminó con su vida en menos de dos semanas, el 9 de julio de 1894, cuando aún se encontraba en aquel país. Sus restos descansaron en territorio cubano hasta que en 1939 fueron traídos a México, en donde hoy descansan en la Rotonda de los Hombres Ilustres.
Contrario a lo que se dice, Juventino Rosas no dedicó sus últimos días a la tristeza y al alcohol, sino a la composición, haciéndose así amigo de muchas personalidades cubanas, entre ellas Isidro Albayna, con quien colaboró profesionalmente.
Sin embargo, su cuerpo sin vida no fue lo único que permaneció en aquel país después de su muerte. Durante muchos años, gran cantidad de sus composiciones quedaron al resguardo de su amigo de localidad cubana Batabanó. Junto con las partituras, él poseía también el último violín que tocaron las manos de Juventino y con el cual, compuso el más representativo de sus valses.
Violín de Juventino Rosas, EL UNIVERSAL ILUSTRADO, 1931.
Al parecer, Rosas había estado enamorado de más de una mujer, entre las que se encontraba Calixta Gutiérrez de Alfaro, cuyo nieto, Vicente Garrido de Alfaro, escritor y poeta, y quien tras varias gestiones en Cuba, lograría traer de regreso a México ese violín.
En febrero de 1931, EL UNIVERSAL ILUSTRADO dio cuenta de la ceremonia en la que se expidió el acta que garantizaba la autenticidad del violín recién retornado a México. La nota, escrita por el periodista José de Jesús Núñez y Domínguez, aseguraba que: “Al fin, tras luengos años de reposar en extrañas tierras, quedó depositado en una vitrina del Museo, el violín que usara Juventino Rosas hasta poco antes de su muerte”.
En la ceremonia, Vicente Garrido Alfaro dando lectura al acta de autenticidad del violín. EL UNIVERSAL ILUSTRADO, 1931.
Además, publicaba el semanario, Isidro Albayna no tuvo inconveniente en ceder el violín, porque “se trataba de reintegrarlo a la patria del infortunado autor de Sobre las Olas”.
Aquella nota de Núñez y Domínguez, hacía notar la sencillez del violín, pues por inverosímil que parezca, si bien Juventino había tenido fama, su situación económica era más bien precaria: “¡Pobre violín vagabundo!... Salió quizás del taller de oscuro manestral que no adivinó al fabricarlo que sería una incubadora de celestes arpegios. No lo prestigiaban la firma de secular prestancia de los Guarnerius y de los Stradivarius. Estaba destinado a la masa anónima, a la orquesta paupérrima, a la harapienta música para bailes”.
Sin embargo, resalta el escrito, la falta de prestigio de aquél instrumento no determinó su función. No era su fabricación lo que importaba, o que fuera de una marca de renombre. Lo importante era quién lo tocaba y las melodías que en él se entonaban.
Núñez y Domínguez también describió en aquella prosa las andanzas de Juventino a través de los ojos del violín. Sobre el alcoholismo del músico redactó: “…Él supo de los tardos coches de velada, del grosero contacto de la madera de los mostradores sórdidos en las ´pulqueras´ de barrio, y en las pulquerías de extramuros, a donde acudía su dueño sediento a pedir a los brebajes infernales no un motivo de creación, sino un lenitivo a su organismo sitibundo…”
“…Ahora, al cabo, tras tantas vicisitudes, se le conservará unciosamente entre las más caras reliquias de la patria… pareció ser también perseguido por la desventura como Juventino, esperará tranquilo a que el tiempo le roa las entrañas que tramaron para loar al amor, al placer y a la pena… Y quizás en el silencio nocturno, sienta que lo pulsan los dedos nerviosos de Juventino, como en el lejano día en que desgranó sobre el mundo el joyel musical de Sobre las Olas, terminaba la nota.
Hoy, el último violín de Juventino se encuentra resguardado en el Museo de Historia Nacional, en el Castillo de Chapultepec.
Cuando Juventino sí tocó un Stradivarius
Cuautepec de Madero es una pequeña localidad perteneciente a la delegación Gustavo A. Madero, justo en la punta norte de nuestra capital y rodeado por la Sierra de Guadalupe, zona coronada por las antenas del cerro del Chiquihuite.
Antes de alcanzar la fama, Juventino ingresó al Conservatorio de música para matricularse en solfeo y violín, y en donde el destino lo llevó a conocer a Fidencio Carbajal. La familia de éste fue de las primeras en asentarse en Cuautepec, ejidatarios que iniciaron con la construcción del pueblo y que por consiguiente, vivían de manera cómoda. Al volverse amigos, Fidencio invitó a Juventino, quien acababa de separarse de su esposa, a vivir con la familia.
Juventino aceptó la invitación y es así como aquel pueblo hacia 1888, vio nacer el famoso vals Sobre las Olas que aunque existen varias versiones sobre su creación, la más reproducida es la que afirma que Juventino vio a su enamorada, María Carbajal lavando junto al río que corre por Cuautepec -hoy contaminado-, y esa fue su inspiración.
De hecho, el vals fue llamado inicialmente Junto al manantial, nombre que después fue cambiado a “Sobre las Olas” por sus editores Wagner y Levien, quienes compraron la composición por sólo 45 pesos.
Vals Sobre las Olas. Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México.
Levantamiento de la placa en honor de Juventino Rosas, en el pueblo de Cuautepec. Archivo fotográfico de EL UNIVERSAL.
En entrevista con EL UNIVERSAL, Guadalupe Carbajal, nieta de Fidencio, quien vive en la misma casa que el compositor habitó en Cuautepec, -en la avenida que ahora lleva su nombre-, platica que su abuelo y Juventino pasaban largas horas tocando juntos, sin que nunca pensaran en la posibilidad de crear un grupo. Sin embargo, eran tan amigos que Juventino sintió la confianza de pedirle ayuda en un asunto que terminaría beneficiándoles a los dos.
Cierto día, contó el abuelo a Guadalupe, caminando por las calles de Peralvillo, Rosas encontró en venta un violín Stradivarius –únicos pues sólo se fabricaron mil por el artesano Italiano Antonio Stradivari, codiciados en el mundo de la música por su sonido de gran calidad e inigualable, debido a las características de su fabricación, y de los cuales en la actualidad existen ya sólo alrededor de 650-.
Sin poder dejar pasar la oportunidad, pero debido a su falta de recursos, Juventino corrió a contarle a su amigo, a quien le pidió dinero para poder comprarlo.
Fidencio, quien tampoco contaba con la cantidad exorbitante de dinero que demanda un violín de esa talla, recurrió a su padre, quien terminó pagando la cantidad de 300 pesos oro –de aquella época- por el violín. Los dos muchachos lo compartieron durante el tiempo que vivieron juntos.
Guadalupe platica que como el instrumento había sido adquirido por su bisabuelo, cuando Juventino se mudó, éste quedó en manos de Fidencio, quien lo conservó por el resto de su vida en muy buenas condiciones.
El violín Stradivarius en la actualidad. Cortesía de Guadalupe Carbajal.
Actualmente, el violín sigue en manos de la familia Carbajal, resguardado en una caja de seguridad de un banco, pues Guadalupe dice que tenerlo en la casa es un riesgo ya que es tentación de los delincuentes, quienes en ocasiones anteriores ya intentaron robarlo.
La familia Carbajal es invitada aún a los festivales que se realizan cada enero en Cuautepec para conmemorar el natalicio de Juventino, y sólo en esas ocasiones sacan el violín que es acompañado por una escolta para mostrarlo ante los presentes.
Fidencio Carbajal sosteniendo el violín que compartió con su amigo, el compositor mexicano Juventino Rosas. Cortesía de Guadalupe Carbajal.
Guadalupe cuenta que su hija, fallecida hace 7 meses en un accidente, también estudiaba música. Ella era la encargada de darle mantenimiento al violín, por lo que tuvo la oportunidad de hacer sonar, poderosamente como sólo suena un Stradivarius, el mismo instrumento que en innumerables ocasiones tocó Juventino Rosas.
Los caminos de Fidencio Carbajal y el compositor de Sobre las Olas se separaron, Juventino siguió el que la fama le había marcado y Fidencio permaneció en aquél pueblo, en el que ahora, los únicos recuerdos de que el compositor habitó en él son el violín, la placa que presume la casa en su entrada, y los recuerdos de Fidencio, contados a través de la boca de su nieta.
Nuestra foto principal es de nuestro archivo fotográfico del año 1994, cuando se celebró el primer centenario de la muerte del compositor Juventino Rosas. A los lados de su tumba, en la Rotonda de los Hombres Ilustres, se encuentran a la izquierda Guillermo Tovar y de Teresa y a la derecha, el entonces gobernador de Guanajuato, Carlos Medina Plascencia, entre otros funcionarios.
La foto comparativa antigua corresponde a un dibujo del compositor guanajuatense, propiedad del INAH, sin fecha de elaboración.
Fuentes:
Sociedad de Autores y Compositores de México, Biografía de Juventino Rosas; Los años Cubanos de Juventino Rosas, Hugo Barreiro Lastra, Muy Historia, ¿Por qué los violines Stradivarius suenan de un modo único?; Juventino Rosas: más allá del vals Sobre las Olas, EL UNIVERSAL.