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Texto: Gamaliel Valderrama
Fotografía actual: Jorge Serratos y Gamaliel Valderrama
Diseño web:
Miguel Ángel Garnica
“Para que yo les dejara la casa, me amenazaron. No recuerdo el nombre de las personas que fueron, pero llegaron de madrugada”, cuenta a EL UNIVERSAL la señora Cristina Domínguez, quien se negaba a vender la propiedad de Valle de Chalco en la que el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari pasó la noche del jueves 11 de enero de 1990.
La mujer que prestó su “cantón” en cinco ocasiones al entonces Presidente de la República, relata que las personas que llegaron a su puerta fueron claros: “mire madre, tiene que vender, tiene que dejarlo porque ya se metió con el gobierno. Recuerde que le puede pasar algo a su esposo o sus hijos”, después de aquel momento, de hace más de 27 años, no tuvo opción y aceptó salir de su hogar para no volver más.
Así luce en la actualidad la fachada del “cantón”, inmueble que hospedó al ex presidente Carlos Salinas de Gortari en Valle de Chalco. Al centro, la señora Cristina Domínguez.
El precio fijado por el inmueble fue de “60 millones de viejos pesos”, pero los representantes del gobierno no aceptaron la cantidad y ofrecieron “40 millones de viejos pesos y la promesa de un buen empleo”, dice doña Cristina; sin embargo, el dinero y el trabajo nunca llegaron a sus manos. Todavía hoy, la mujer dice conservar el papel ejidal que la ampara como dueña de la propiedad.
Después de 27 años, la señora Cristina todavía recuerda con nostalgia el que fue su hogar. En 2017 así luce la mujer de 57 años.
En su primer mensaje como presidente de México, en diciembre de 1988, Carlos Salinas de Gortari propuso “tres nuevos acuerdos nacionales para avanzar en la ampliación de la vida democrática”, los cuales consistían en: la revisión del Código Federal Electoral vigente, la recuperación y estabilidad económicas del país, y alcanzar mayores niveles de bienestar popular. De este último punto emanó el Programa Nacional de Solidaridad (Pronasol), mejor conocido como Solidaridad.
El Presidente de la República destacaba que la iniciativa a la que su gobierno daría especial prioridad sería Solidaridad: “este es el nuevo programa que busca conjugar la acción del Gobierno y la participación de todos para responder más a los que menos tienen, en esa su sentida demanda por los servicios básicos de agua potable, electricidad, alimentación, vivienda, salud y una mucho mejor educación”.
En la imagen, correspondiente a julio de 1993, se observa al presidente Salinas de Gortari junto al Secretario de Desarrollo Social, Luis Donaldo Colosio, en una reunión con promotores de Solidaridad en Los Pinos.
En octubre de 1989, Salinas de Gortari prometió, ante el reclamo de “¡queremos luz!”, instalar alumbrado público y regularizar las conexiones eléctricas en Valle de Chalco, municipio del Estado de México aledaño a la Ciudad de México. Para enero de 1990, el primer mandatario pasaría una noche en dicha comunidad. El asentamiento irregular más grande de la República, se convertiría en la cuna del programa emblema del salinismo: Solidaridad.
Dos niños extienden una bandera con el logotipo del programa Solidaridad.
Según una nota publicada en este diario, en enero de 1990, se daba a conocer que “una casa de tres cuartos, propiedad de doña Cristina Domínguez –dueña de una pequeña fonda del mercado Jardín–, sería el alojamiento de Carlos Salinas de Gortari durante una noche, y las familias de un radioperador y del vocalista “Los Jilgueros del Valle” sus vecinos más cercanos.
A finales de 1989, el entonces presidente municipal de Valle de Chalco solicitó a los locatarios del mercado Jardín su ayuda para que uno de ellos prestara su casa al presidente Salinas, con el fin de que se alojara en ella durante sus visitas. Aunque emocionada por la petición, la señora Cristina Domínguez afirma no haber ofrecido su hogar, sino que una comadre se tomó la libertad de hacerlo. Cuatro días después le notificaron que había sido la elegida para hospedar al jefe del Ejecutivo.
De inmediato empleados de la dirección de Obras Públicas estatal trabajaron en la remodelación de la vivienda. Diez obreros colocaron azulejos y muebles en los baños, substituyeron las láminas de cartón por unas de asbesto en las cocinas, resanaron el aplanado de las paredes, pusieron tirol en los techos de los cuartos. También se colocaron puertas de madera, piso de cemento en patio y banqueta de entrada.
Las gráficas, captadas en 1995, muestran la entrada de la casa y una de las construcciones interiores.
Para la familia Domínguez, los cambios que se hacían para recibir al distinguido huésped y que quedarían aun después de su partida serían gratuitos. Según una nota publicada en este diario en 1990, doña Cristina comentaba aliviada: “no nos costará nada lo que están poniendo ahorita. De otra manera, sería imposible que nosotros lo hiciéramos, con trabajos pudimos comprar esta casa”.
Unos días antes de la llegada del mandatario a Valle de Chalco, se tenía previsto que se le diera la bienvenida con “antorchas que alumbrarían su paso desde la autopista hasta la ex hacienda de Xico, sobre la avenida principal Alfredo del Mazo. Luego, cuando 330 mil hogares se enlacen con el sistema de electricidad, vendrá la verbena popular con antojitos mexicanos, música y, posiblemente, hasta baile”, se informaba.
Las 300 antorchas para Salinas
Sin verbena popular, pero sí con miles de gritos, aplausos y algunos silbidos, Fidel Samaniego, reportero de esta casa editorial consignaba el arribo de Carlos Salinas de Gortari al populoso municipio mexiquense.
“A las 10:35 de la noche, la oscuridad retornó a este lugar, que sólo quedó iluminado por la luz de la luna. Se habían apagado las lámparas y todo quedó listo para la ceremonia”. Desde un templete instalado en un deportivo cercano a la casa donde se hospedaría “Carlos Salinas de Gortari se paró frente al interruptor. Lentamente, como dejando pasar el tiempo, disfrutando el momento, accionó la palanca y volteó a ver el foco que se encendía. Miles de miradas estaban clavadas en la misma bombilla. De pronto, brotó ese clamor, un rugido”.
Entre 1990 y 1994, se realizaron las jornadas de la Semana de Solidaridad. Las asambleas reunían a los dirigentes de los comités del programa social de todo el país. El congreso tenía una función de retroalimentación, pues se hacía una revisión de lo realizado durante el año.
Mientras la población celebraba el acto, 300 personas se preparaban para ofrecer otro espectáculo. Con una vista privilegiada desde el templete, el mandatario fue testigo de cómo en un cerro cercano, 300 antorchas se coordinaban para arder al mismo tiempo mientras formaban la palabra “Solidaridad” en medio de una noche levemente iluminada por la luna.
Abajo del templete, “entre apretones de mano, empujones, reclamos, y ese polvo que se levantaba y se metía en la nariz, y cubría rostros, el Presidente de la República confiaba que pensó en algún momento invitar al rey de España a que los acompañase – ya que por las mismas fechas se encontraba en el país–. ‘Pero luego te platico’, prometía” al reportero.
Entre el alboroto, Salinas de Gortari pedía a su jefe de ayudantes: “Vázquez, guárdame este guante, quiero conservarlo siempre”, y entregaba la guanteleta blanca con la que había tocado la palanca. Cerca de la media noche, y después de escuchar protesta contra Javier Téllez, “ese burdo personaje que suele vestir de charro, el presidente municipal de Chalco”, mencionaba Samaniego, el jefe del Ejecutivo abordaba su camioneta para dirigirse a la “casa ubicada en la calle, o remedo de calle, Clavelines 116, el hogar de Cristina Domínguez y su esposo Juan Hernández”, concluía el reportero de EL UNIVERSAL.
En 1995 así lucía parte del “cantón”.
Entrevistada 5 años después, en 1995, doña Cristina contaba a este diario que su sueño de un futuro mejor se había truncado, recibir a Carlos Salinas de Gortari significó el inicio de su calvario porque tuvo que abandonar su hogar, “para volver a construir uno nuevo, pero en peores circunstancias”.
Empezar desde cero
Así publicaba EL UNIVERSAL en 1995 la charla con la señora Domínguez.
Con un nudo en la garganta, en 2017 Cristina Domínguez sigue recordando su casa con nostalgia. En una nueva charla con EL UNIVERSAL confiesa que le gustaría la velaran ahí. “Cuando llegué a la casa, me había prometido que sólo me sacarían, como dicen, con los pies por delante. Fue el primer patrimonio de mi familia, lo compramos con mucho esfuerzo”.
Luego de que la familia Hernández Domínguez dejó el “cantón”, símbolo del programa Solidaridad, éste se proyectó como el museo del Pronasol, aunque asegura doña Cristina no lo vio en operaciones –según vecinos el inmueble fue utilizado como una oficina municipal y se abandonó en 1994–, hoy el inmueble luce deshabitado y descuidado.
Junto a su hijo, la señora Cristina observa la propiedad que alguna vez fue su hogar. En la gráfica tomada en el año 2002, se observa una calle sin pavimento.
“Después nos enteramos que le dijeron al presidente que ese ‘cantón’ era un regalo de los habitantes de Valle de Chalco, pero él no supo que me obligaron a vender y que mi familia empezaría de cero”, relataba la señora Domínguez en 1995.
Tejas desprendidas, muros cuarteados y pisos disparejos, hoy se ve así la casa donde se hospedó el ex presidente Carlos Salinas de Gortari.
El dinero y un buen empleo se quedaron en promesa, doña Cristina afirma que nunca llegaron. La familia tuvo comprar un nuevo terreno, el gobierno del estado sólo les “donó” dos cuartos de lámina de asbesto sin acabados, mismo que hoy conserva y utiliza como cuarto de “tiliches”, como recordatorio que en lo único en lo que puede confiar es en su trabajo.
Dentro de su actual propiedad, la señora Cristina aún conserva los cuartos donados. En la imagen de 2017, se observa a la mujer de 57 años parada frente a la construcción “donada” que utiliza para guardar sus cazuelas.
“Hubo personas que me dijeron métase, la casa sigue a su nombre. Pero, pienso, por querer tener más me pueden llevar a la cárcel. A final de cuentas, me siento tan orgullosa de lo poco o mucho que he hecho porque fue producto de mi trabajo”, dice satisfecha la señora Cristina.
Aunque reconoce que dentro de lo que sucedió con su casa, sí hubo un beneficio para la comunidad: “hay que agradecerle al señor Salinas, sino hubiera sido por él y sus visitas a Valle de Chalco, esto no se hubiera compuesto”.
La señora Cristina sigue viviendo en la colonia Jardín de Valle de Chalco. Como hace 31 años, continúa con su negocio de venta de comida, el cual aparece a sus espaldas.
Hoy, si tuviera de frente al ex presidente Salinas de Gortari, Cristina Domínguez le pediría de regreso “aunque sea una parte de mi cantón”. Aprovecha la oportunidad y comenta: “si esto llega a oídos de Salinas o del actual gobierno, solicitaría una pensión justa”.
Pero, ¿qué considera como una retribución justa?, “creo que sería justo que tuviera una partecita de lo que ellos (los políticos) tienen, una partecita de cómo viven, no le pondría una cantidad. Una parte de lo que ellos disfrutan, sólo eso”, concluye con una sonrisa doña Cristina.
La señora Domínguez pide, cuando llegue el momento, ser velada en el que fue el primer patrimonio de su familia: “Cuando llegué a la casa, me había prometido que sólo me sacarían, como dicen, con los pies por delante”.
Fotografías:
Archivo EL UNIVERSAL.
Fuentes:
Entrevista Cristina Domínguez. Hemeroteca EL UNIVERSAL. El Programa Nacional de Solidaridad: hechos e ideas en torno a un esfuerzo, de Carlos Rojas Gutiérrez. Modesta casa de Chalco será, por una noche, la morada presidencial (8/01/1990), de Juan Hernández. A los 86 días de haberlo prometido, Salinas iluminó el Valle de Chalco (12/01/1990), de Fidel Samaniego. Recibí a Salinas en mi hogar, en Chalco; luego perdí la casa: Cristina (17/05/1995), de Fabiola Guarneros. Pagar ya no será la prioridad; debemos volver a crecer, señala CSG (2/12/1988), de Enrique Pedraza.