Texto: Carlos Villasana y Ruth Gómez.
Diseño web:
Miguel Ángel Garnica.
Si hay algo que identifica al inicio del año en el país es liquidar deudas -con la célebre “cuesta de enero”- o, para algunos estados de la República, el pago de ciertos impuestos como lo son el predio, la tenencia y/o el refrendo vehicular.
La historia de este impuesto en la capital se remonta a cinco décadas atrás, cuando el entonces presidente Adolfo López Mateos, a través de un decreto presidencial, informó que en enero de 1963 entraría en vigor la Ley del Impuesto sobre la Tenencia o Uso de Automóviles.
Página del Diario Oficial de la Federación del sábado 29 de diciembre de 1962, donde se anunciaba la Ley del Impuesto sobre Tenencia o uso de Automóviles.
La ley estaba destinada a propietarios de automóviles y camiones -nacionales o internacionales- cuyos modelos fueran posteriores a 1950, exceptuando a aquellos que eran de uso diplomático, ambulancias de servicio público o privado, a estos vehículos se les daría una calcomanía que los distinguiría de aquellos que sí tuvieran que pagar tenencia.
Plana de EL UNIVERSAL del 3 de enero de 1963, Segunda Sección, donde se publicó el anuncio oficial por parte de Hacienda, acerca del inicio del cobro de la Tenencia.
Coche modelo Peugeot Modelo 1962 y pago de tenencia 1966.
En el decreto publicado el 29 de diciembre, se explicó que el impuesto sería anual y que debería “quedar cubierto dentro de los primeros meses de cada año”, tal y como ahora -este 2018 el subsidio está permitido hasta la primera semana de abril-. Antes había tres categorías, la “A, B y C”, que clasificarían al vehículo por su modelo y su costo comercial, el primer pago quedaría de la siguiente manera: 250, 300 y 500 pesos, dependiendo la categoría.
Tasas de pago de la tenencia en la Ley promulgada en 1962. Diario Oficial de la Federación.
Una vez efectuado el pago en las oficinas de Hacienda, las autoridades entregaban una calcomanía al propietario, misma que serviría tanto para acreditar la contribución como para protegerlo de alguna sanción. Por ello, todo conductor estaba obligado a “fijar en el parabrisas la calcomanía que compruebe el pago del impuesto. En caso de que por falta de dicha calcomanía no puedan demostrar que están al corriente en el pago del impuesto, se procederá en los términos del artículo 90 del Código Fiscal de la Federación”.
Uno de los artículos de la Ley, decía que en dado caso que el propietario no hubiese colocado la calcomanía, se le sancionaría con una multa que equivaldría al 20% del costo del impuesto para el vehículo en cuestión. Por otra parte, si la calcomanía presentaba daños o estaba destruida, el “teniente” del vehículo debía pagar $5 pesos para su reposición y, en caso de que el dueño de una calcomanía pretendiera ayudar a otro carro prestándosela y era descubierto, tendría que pagar una multa compuesta por: el pago de la tenencia de su vehículo más tres veces el costo de la tenencia del automóvil que pretendía “ayudar”.
“Las oficinas de Tránsito de la República no autorizarán altas ni cambios de placas si el vehículo no ostenta en el parabrisas la calcomanía que compruebe el pago del impuesto, o en su caso la exención del gravamen. Siempre que comprueben que no se ha cubierto el impuesto, lo harán del conocimiento de la Oficina Federal de Hacienda respectiva para que proceda a su cobro. Las autoridades que infrinjan esta disposición, serán responsables solidariamente del impuesto omitido”, sentenciaba aquella ley.
El decreto presidencial decía que la ley entraría en vigor en todo el país a partir del 1° de enero de 1963, y así fue hasta que el 31 de diciembre de 2011 fue abrogado como impuesto federal, para que a partir de 2012, fuese un impuesto “opcional” para los gobiernos estatales.
Durante décadas siendo ya obligatorio el impuesto, surgió una “leyenda” que aseguraba que el impuesto había sido generado para cubrir los gastos de la Justa Olímpica de 1968; hace 10 años nuestro compañero Juan Arvizu escribía que “como el tequila, el chile o la tortilla, algo muy mexicano es, sin duda, el impuesto a la Tenencia o Uso de Vehículos (...) dicen que nació con carácter temporal, nada más para financiar los Juegos Olímpicos de 1968, pero sigue tan campante pese al repudio de los contribuyentes y a promesas de campaña incumplidas por distintos candidatos presidenciales”.
Sin embargo, la primera vez que se pagó este impuesto fue antes de que México formalizara su candidatura como anfitrión ante el Comité Olímpico Internacional, ganando la sede el 18 de octubre de 1963 y de acuerdo con la investigación de nuestro compañero, en esa fecha “los automovilistas ya la habían pagado dos veces, primero como disposición del artículo 13 de la Ley de Ingresos de 1962, y al año siguiente, con todo el empaque de Ley del Impuesto a la Tenencia o Uso de Automóviles, que sería por dos años”.
Durante 1961 surgió el precedente de la Tenencia, que un año después tomaría el carácter de Ley del Impuesto sobre la Tenencia o Uso Vehicular.
Precisamente, en el libro "México, Solicita XIX Juegos Olímpicos" del Comité Olímpico Mexicano (1963), que el gobierno mexicano hizo a manera de solicitud para ser sede de los Juegos Olímpicos de 1968, se menciona que las villas olímpicas serían construidas como parte de un programa de habitación popular a cargo de varias dependencias gubernamentales, similar al proyecto de construcción de la unidad Nonoalco Tlatelolco. En ningún momento se menciona de forma oficial, en este documento, ni en el Diario Oficial de la Federación de 1962, cuando fue creado este impuesto, que los recursos provendrían de la recaudación de la tenencia.
"Las Villas Olímpicas (Villa Coapa: el conjunto habitacional Narciso Mendoza y Villa Olímpica: Unidad Habitacional Libertador Miguel Hidalgo) serán construidas como parte de los programas de habitación a cargo del Instituto Nacional de la Vivienda, Instituto Mexicano del Seguro Social, Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de Trabajadores del Estado y Banco Nacional Hipotecario Urbano y de Obras Públicas.
Aprovechando para el alojamiento de los atletas y directivos solamente las tres primeras plantas de cada edificio. No obstante que las unidades destinadas a Villas Olímpicas se utilizarán, después de los juegos para cumplir los programas de habitación popular…”, se lee en aquel libro-solicitud que elaboró el gobierno mexicano para solicitar las Olimpiadas.
Así lucía 20 de Noviembre durante la Justa Olímpica de 1968, cuyos gastos crearon la leyenda del origen del impuesto de la tenencia. Archivo Fotográfico EL UNIVERSAL.
Un hecho, más no leyenda que dejó la olimpiada celebrada en nuestro país es que las placas conmemorativas emitidas en 1968 se han convertido en “las más buscadas”. Su característica cromática rojiblanca con los aros olímpicos en la parte inferior han logrado que coleccionistas de todo el mundo lleguen a pagar más de dos mil pesos por placa. Imagen tomada de Mercado Libre.
Fue así que el impuesto de la tenencia se posicionó como uno de los ingresos más importantes del Estado ya que la cantidad de automóviles en el país aseguraba una importante suma de dinero que, para los años ochenta, ayudaría a solventar y aliviar crisis económicas. También en esa década se agregó a los propietarios de aviones, motocicletas, yates, helicópteros y otros transportes acuáticos, al pago obligatorio de la tenencia.
En 2012, la ley del impuesto sobre tenencia o uso de vehículos fue abrogada por decreto presidencia, dejando la decisión de cobrar la tenencia a los estados, cobrándolo los primeros meses del año a todo propietario de medios de transporte personal, sin importar el país de fabricación.
Por casi cinco décadas los recibos de la tenencia tenían los logos tanto de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público como del Servicio de Administración Tributaria de la nación. Cortesía Rosalía Cuéllar.
Imagen de un anuncio espectacular que manifiesta el rechazo al pago de la tenencia en la ciudad de Torreón, Coahuila, en 2012.Archivo EL UNIVERSAL.
Nuestros gobernantes saben que una de las claves para ganar adeptos es que dentro de sus promesas de campaña mencionen “algo” que pueda beneficiar a la economía familiar; por ello la “eliminación” de la tenencia se ha vuelto clave para campañas electorales para cualquier partido político.
El más reciente y quien cumplió, en parte, lo que había dicho en su candidatura fue el ex presidente Felipe Calderón, que un cuatro de abril dijo entre pancartas y abucheos al interior de la Universidad Iberoamericana que en caso de ganar las elecciones él se encargaría de eliminar la tenencia.
En 2007, Calderón planteó al Congreso el proyecto que tendría ese fin, pero que se llevaría a cabo hasta 2014. Los legisladores de ese entonces pusieron como fecha 2011, pero la iniciativa contempla a que cada estado de la Nación decidiría qué hacer al respecto, es decir, si la cobraría o no, ya que en ese entonces se estimaba que la eliminación total de pago de la tenencia representaría una caída de ingresos por 22 mil millones de pesos anuales y que dicho impuesto era vital para el funcionamiento de estados que no cobraban impuestos que en la capital sí.
A pesar de que en 2011 el D.F. aún no recibía su categoría como “estado”, nuestra compañera Mónica Archundia reportaba en su artículo “GDF descarta derogar pago de tenencia” que la extinción del impuesto en capital era imposible: “Esos recursos equivalen al subsidio total del Metro en un año, por eso es que en este momento se lleva a cabo un estudio sobre los posibles problemas que pudieran presentarse”, decía Marcelo Ebrard.
El pago de la tenencia también levanta disgustos entre la clase política, ya que senadores o diputados la han llegado a considerar como un impuesto “corrupto”, debido a la falta de transparencia del destino de miles de millones de pesos.
Este impuesto es, sin duda, uno de los gastos que más golpean a la población, ya que a pesar de que a los habitantes de la ciudad se nos ha explicado que es necesario para el mejoramiento de la infraestructura y también han querido decir que es por el impacto que genera el automóvil a la calidad del aire de la capital, sigue siendo poco claro en qué se distribuye el impuesto. En un pequeño sondeo, la gran mayoría contestó:
“Es un impuesto absurdo, no hay reflejo de lo pagado en los servicios (pavimentación, bacheo, topes, señalización, etc.) y en teoría era temporal. Es absurdo que lo paguemos, es como si estuviéramos en la época donde se pagaba por tener ventanas en la casa”, dijo una ciudadana.
Otros se mostraban sarcásticos al respecto “es mucho dinero el que tenemos que dar, en caso de las motos es un poco más económico, pero a veces el pago de la tenencia ¡vale más que mi coche!” Asimismo se asomaba la inconformidad que generar el pagar por algo que ya se compró y también porque los propietarios no sólo pagan la tenencia por adquirir un vehículo o medio de transporte, sino que también tienen un sin fin de gastos desde el momento que se compra el auto: derechos de las placas, tarjeta de circulación, seguro, impuestos al momento de la compra del auto, servicio, verificación… entre otras.
Un ciudadano nos comentó que “en primer lugar, la regulación debería ser homologada a nivel nacional, ciertos estados no pagan y en todo caso estandarizar el límite del valor del carro para pagar tenencia a nivel nacional, consistencia más que conveniencia. Y en segundo, si el impuesto tuviera un enfoque en apoyo al ambiente debido a la cantidad de emisiones estaría súper de acuerdo, al final como usuarios somos una fuente principal de contaminación, pero nada es claro, entonces ¿a dónde se va el recurso?”
“En 2017, 20 estados han eliminado completamente el Impuesto a la Tenencia Vehicular, en 13 persiste pero mediante subsidios”, explicó la Asociación Mexicana de Distribución de Automotores en 2017.
A pesar de que gran parte de los capitalinos consideran que la tenencia es un impuesto “incongruente”, la antipatía ante dicha obligación tampoco se ha hecho visible… es decir, la gran población que tiene que pagar el impuesto nunca se ha detenido para decir “no”. Tanto capitalinos como habitantes de otros estados, nos limitamos a cumplir con el deber de pagarla, sin cuestionar o sin exigir transparencia, sólo asumimos que lo ocupan para nuestro bienestar.
El procedimiento de pago de la tenencia se ha ido adaptando conforme a la tecnología de la época, al principio el pago era ante Hacienda, tiempo después se empezó a cobrar en las oficinas de la Tesorería y una vez convertido en impuesto “local”, cada estado decidió a qué secretaría le correspondería tratar y optimizar el pago de la tenencia: si antes alguien tenía que “perder” gran parte de su día en larguísimas filas o sentado en bancas para efectuar el pago, hoy muchos de los contribuyentes gozan la ventaja de poderlo hacer “a distancia”, efectuando el pago a través de un depósito, transferencia electrónica o pagándolo en internet.
Tesoreria de San Lázaro, en marzo de 1998, en el último día de pago de la tenencia vehicular. La fila en las cjas eran rápidas. Foto Archivo EL UNIVERSAL.
Sin duda, la tenencia ha sido -y seguirá siendo- una gran fuente de ingresos para los estados de la República donde sigue vigente: secretarías, institutos o fondos públicos se alimentan de los miles de millones de pesos que se logran recaudar por ella en los primeros meses del año.
En nuestra fotografía principal se observa a un automóvil frente a la Catedral Metropolitana, donde se puede observar claramente las placas con los aros olímpicos de 1968. Colección Villasana Torres.
Nuestras imágenes comparativas son cortesía de Rosalía Cuéllar,
Fotografía antigua:
Colección Villasana - Torres, Cortesía Rosalía Cuéllar y Jorge Rocafort, Archivo Fotográfico EL UNIVERSAL.
Fuentes:
Diario Oficial de la Federación, 29 de diciembre de 1962. “Tenencia, lastre del 68” de Juan Arvizu, EL UNIVERSAL. Libro solicitud para ser sede de los Juegos Olímpicos (1964).