Texto: Carlos Villasana y Ruth Gómez
Diseño web:
Miguel Ángel Garnica
El pintor y arquitecto Juan O’Gorman estaba por alcanzar el medio siglo de vida cuando emprendió una de las grandes obras por las que es recordado: la construcción de la Biblioteca Central. Aquel edificio, frente al Estado Olímpico, que sobre sale entre los campos de la Ciudad Universitaria por su colorido y el gran mural que lo viste; ese que el mismo O´Gorman construyó a través de pequeños mosaicos de metro cuadrado para finalmente engalanar 4 mil metros cuadrados de piedras de colores y conformar así uno de los murales más grandes del mundo.
La tarea no fue para nada sencilla. O’Gorman viajó por todo la República Mexicana. En ocasiones, de acuerdo con el portal Juristas UNAM, en palabras del propio pintor mexicano, “hacía expediciones de hasta dos días y únicamente acompañado por guías y mulas atravesando desiertos”.
La recolección de piedras naturales de O’Gorman le permitió darle al recinto —que en la actualidad cuenta con un acervo de 445 mil 109 volúmenes, que se dividen en libros, revistas o folletos, más 470 mil tesis (impresas y digitales) y 8 mil 616 CD— un carácter mexicano.
Trabajadores posan frente a la Biblioteca Central, aún sin los murales de O’Gorman en los años cincuenta. Colección Villasana-Torres / Revista Arquitectura México CU.
Por su trabajo en las artes plásticas, fue que O’Gorman decidió que sobre la fachada de la biblioteca se colocaría el gran mural elaborado con piedras de colores que colectó en varios estados de la República (Guerrero, Guanajuato, Hidalgo, Zacatecas, etc.), de los materiales encontrados empleó el rojo Venecia, amarillo Siena, rosa, gris oscuro (piedras del Pedregal), gris violáceo; siendo el azul el único que sería cristal pintado. Asimismo, la barda que la rodearía estaría cubierta de relieves con alusión a deidades prehispánicas.
Para realizar el mural de gran magnitud, según el libro Representación Histórica de la Cultura, Mural de Juan O’Gorman en la Biblioteca Central, requirió una base madera que era cubierta por tiras de papel con el mosaico dibujado; generando así diferentes plantillas que indicaban los colores y la posición en la torre. El albañil encargado colocaba las piedras de colores en cada plantilla y después vaciaba una mezcla de cemento y arena muy espesa con el fin de evitar que se escurriera y manchara la parte visible del mosaico. El colado sólo detenía las piedras de colores, posteriormente se colocaba la estructura de metal en la planilla y se rellenaba con cemento, arena y grava, se dejaban fraguar los mosaicos y después de dos días se levantaban y se almacenaban para posteriormente ser colocados en una estructura metálica anclada en el muro.
Así lo corroboró Alejo Gabo, quien de acuerdo con su testimonio, su abuelo y su padre trabajaron en la construcción de Ciudad Universitaria en la década de los 50. “Mi padre me contaba que nunca se imaginó que en esta universidad estudiarían todos sus hijos”. Su abuelo Felipe, quien era el albañil oficial, le contaba de la construcción de la Biblioteca Central.
En la foto, según Alejo Gabo, aparece en la Biblioteca Central su abuelo Felipe Lara Reyes, el primero de izquierda a derecha, quien era el albañil oficial.
De esta manera, la torre de la Biblioteca Centra cuenta con cuatro fachadas totalmente recubiertas por el mosaico-mural titulado “Representación histórica de la cultura” de Juan O’Gorman, en el que se desarrollaron temáticas relacionadas con la historia de la nación; en la página oficial de la Biblioteca Central, se pueden encontrar testimonios del arquitecto sobre la creación del mural:
“La técnica con la que se logró cubrir 4 mil metros cuadrados es muy importante, pues gracias a ella este gran mosaico se ha conservado intacto sin necesitar por lo tanto la más mínima intervención restauradora. (...) Ordenamos hacer en una de las bodegas de materiales de la Ciudad Universitaria, un gran tablero vertical de madera sobre el cual se hicieron las plantillas, o sea el dibujo al tamaño natural de los mosaicos. Decidimos hacer lozas precoladas de un metro cuadrado, que podrían ser más o menos manuables para su colocación en el muro”.
Después de colocar los tableros y montar el papel para dibujar, se inició la traza de las figuras de abajo hacia arriba y conforme iban avanzando, al artista le pareció pertinente realizar algunos cambios al diseño original y, “al mismo tiempo que se preparaban las plantillas y los dibujos, en uno de los patios cerca del taller se almacenaban y se partían las piedras de colores, que, como dije antes, logramos traer de diversos lugares de la República”. Seleccionó piedras naturales de colores ya que en su experiencia, ningún material utilizado en las artes plásticas resistiría a los daños producidos por estar a la intemperie.
Se desconoce el presupuesto que implicó la magna obra, pero incluso se dijo que como el mural le demandó mucho tiempo y dinero, ya que el artista y su equipo le dedicaban largas y exhaustivas jornadas laborales, iniciando a las siete de la mañana y terminando doce o catorce horas después, para lograr la compra de todos los materiales que requería, O’Gorman aceptó un sueldo “miserable” y junto con sus trabajadores, se dividían el trazado, el colado del concreto con el que se añadirían las piedras al cuerpo de la construcción y también la colocación de las mismas.
Un grupo de jóvenes pasan el rato en los jardines conocidos como "Las islas" de la Ciudad Universitaria a mediados de 1969. En el fondo se aprecia la Biblioteca Central. Una escena que prácticamente no ha cambiado hasta la actualidad. Colección Villasana - Torres / "Mexico, a world of color"
El mural era la visión personal de O’Gorman sobre la historia del país y pretendía ser un punto de diálogo entre el autor, el espectador general, estudiante o académico. El eje principal del mural es la oposición de “mundos”, por esta razón todas las fachadas están divididas en polos que muestran el aspecto “positivo” y “negativo” de cada proceso histórico y, al centro, el resultado que dejó en la vida nacional.
Los muros fueron nombrados según su posición: el norte es aquél que da hacia el estacionamiento de la Facultad de Filosofía y Letras y habla de la cosmogonía prehispánica, reproduciendo a las deidades femeninas y masculinas, así como ciertos rituales que celebraban la vida y la muerte. El sur está frente a la Torre de Rectoría, en él se trata el pensamiento occidental, el proceso de colonización que vivió México y el nacimiento de una cultura mestiza.
Muro Norte de la Biblioteca Central. Imagen: Biblioteca Central UNAM / Gonzalo Reséndiz.
Muro Sur de la Biblioteca Central. Imagen: Biblioteca Central UNAM / Gonzalo Reséndiz.
El muro oriente se aprecia en su totalidad desde “Las Islas”, narrando el acercamiento de la ciudad y lo rural a través de la Revolución Mexicana, llegando hasta la “modernidad”; en él sobresalen dos íconos del siglo pasado, uno internacional y el otro nacional: la estrella roja del socialismo en la parte superior izquierda y a Emiliano Zapata en la posterior derecha.
Muro Oriente de la Biblioteca Central. Imagen: Biblioteca Central UNAM / Gonzalo Reséndiz.
Por último, el muro poniente “ve” hacia la Avenida de los Insurgentes, en él se trata la importancia de la apertura de la Universidad en el país; Cecilia Haupt escribió para la Dirección General de Bibliotecas que este muro:
“Nos remite, una vez más, a uno de los aspectos más tradicionales del pueblo mexicano, la vestimenta, que es una alusión al origen popular y proletario de profesores, investigadores y estudiantes de la Universidad, así como a la permanencia y vitalidad de nuestra cultura. (...) La porción derecha se refiere a las diversas áreas en las que participa la Universidad: la ciencia, la técnica y el deporte; esta última actividad representada por los aros olímpicos y la leyenda de la ciudad de París, puesto que fue en ese lugar donde México, y los deportistas universitarios, participaron por primera vez. (...) Algunos símbolos hacen referencia al mundo contemporáneo y a la actividad cotidiana de los universitarios: sugieren dos actitudes, el estudio y la recreación; la creación del conocimiento y el entretenimiento también creativo y propositivo.”
Muro Poniente de la Biblioteca Central. Imagen: Biblioteca Central UNAM / Gonzalo Reséndiz.
“Desde el principio, tuve la idea de hacer mosaicos de piedras de colores en los muros ciegos de los acervos, con la técnica que ya tenía bien experimentada. Con estos mosaicos la biblioteca sería diferente al resto de los edificios de la Ciudad Universitaria, y con esto se le dio carácter mexicano”, escribió Juan O’Gorman. Imagen Fundación UNAM.
Así el proyecto de O´Gorman, quien junto a Gustavo Saavedra y Juan Martínez Velasco, diseñaron los planos y lideraron la construcción de la Biblioteca Central, fue aprobado por el entusiasta arquitecto Carlos Lazo, quien era el gerente de la construcción de Ciudad Universitaria.
En un inicio, se pensó que el edificio sería la nueva sede de la Biblioteca y la Hemeroteca Nacional y que se distribuiría por cuatro bibliotecas “básicas”: Humanidades, Ciencia, Artes y Ciencias Biológicas y todos los servicios complementarios de hemeroteca, conservación, catalogación, entre otros. A diferencia de otras bibliotecas en la capital, la Biblioteca de CU permitiría el acceso no sólo a estudiantes, académicos o investigadores, sino al público en general que quisiera consultar algún título.
Aunado a esto, su localización también sería muy significativa, ya que fue colocada intencionalmente cerca del circuito escolar de CU y la Avenida de los Insurgentes Sur, simbolizando así la conexión entre la Ciudad de México y la vida universitaria.
Vista de Google Maps que muestra el campus central de C.U.
La Revista Arquitectura Mexicana de septiembre de 1952, realizó un especial sobre la construcción de CU en el que se informó que en el primer piso, la Biblioteca alojaría en su planta principal las salas de lectura con capacidad de “200 lectores, la de hemeroteca para 150 y el salón de catálogo, referencia y bibliografía, que con la sección de control y préstamo forma una sola unidad en cuanto a funcionamiento”.
El edificio abarcaría un área total de 16 mil metros cuadrados, siendo el corazón los 10 pisos iguales donde se colocarían libros, periódicos, revistas, microfilms y cubículos para investigadores. La mayoría de sus plantas estarían cerradas al público para garantizar el buen aprovechamiento del clima y la humedad para la salvaguarda del acervo.
La biblioteca fue diseñada dentro del proyecto de la nueva Ciudad Universitaria (CU) una “unidad física” que concentraría a todas las facultades y escuelas de la Universidad Nacional ya que los edificios que las albergaban en el denominado “barrio universitario” del Centro Histórico ya no eran funcionales en varios aspectos, los más relevantes eran la limitación en cuanto al cupo y la falta de tanto de comprensión como de convivencia entre el alumnado, profesores e investigadores de diversos campos generado por la localización de las escuelas.
Los trabajos de construcción de CU iniciaron a finales de los años 40, tomando en cuenta la tradición mexicana de la “integración plástica” (movimiento artístico en el que la arquitectura, la escultura y los murales se incorporaban a un edificio) se invitó a renombrados artistas nacionales a dotarlos de identidad, tal fue el caso de la Rectoría con David Alfaro Siqueiros, el mosaico de Francisco Eppens Helguera de la actual Facultad de Medicina y el mural de Diego Rivera en el exterior del Estadio Olímpico.
Abrió sus puertas en 1956 con 80,000 volúmenes y aunque al principio el acceso a los pisos era restringido; veinticinco años después (de 1981 a 1983), en su primera remodelación, se decidió que la colección tenía que convivir con el usuario, por lo que se tuvo que redistribuir el acervo, se planearon áreas de lectura, se replantearon los horarios de servicio y con ello una actualización continua en cuanto a la automatización de los servicios. A inicios del siglo XXI, la Biblioteca tuvo otro par de remodelaciones, en las que se dio mantenimiento arquitectónico (asegurar la entrada de luz natural y en las salas de consulta) se abrió la videoteca y se equipó con computadoras.
Tras la inauguración, el mural recibió un sin fin de críticas, siendo las más severas las dadas por David Alfaro Siqueiros y Rufino Tamayo; el primero dijo que era una “gringa vestida de China Poblana” y el segundo que “parecía un papel de colores con los que envuelven los regalos navideños”. Sin embargo, se posicionó como una de las joyas de Ciudad Universitaria y junto con el trabajo de todos quienes hicieron posible la realización de C.U. -albañiles, inversionistas, artistas plásticos y arquitectos- quedó inscrito en la historia universal al obtener el título de Patrimonio Cultural de la Humanidad, otorgado por la UNESCO el 2 de julio de 2007.
También existe una réplica de la Biblioteca Central en el parque temático “Minimundus” de Austria, donde se exhiben los edificios más famosos del mundo hechos miniatura -como el Taj Mahal o la Torre Eiffel- y es la única construcción que representa a nuestro país.
Miniatura de la Biblioteca Central de CU en el museo austriaco Minimundus.Fotografía tomada de Fundación UNAM.
Nuestra foto comparativa antigua es la Biblioteca Central de la UNAM en una imagen de inicios de los años cincuenta, cuando aún no se iniciaba el mural de Juan O'Gorman, tomada de la Revista Arquitectura México CU.
Fotografía antigua:
Colección Villasana-Torres.
Fuentes:
Revista Arquitectura México CU No. 39, septiembre de 1952. Página web oficial de la Biblioteca Central y Fundación UNAM. Representación Histórica de la Cultura, Mural de Juan O’Gorman en la Biblioteca Central, extracto del libro del mismo nombre redactado por Luis Roberto Torres Escalona, DGB, 2003.