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Texto y fotos actuales: Antonieta Ramos
Diseño web:
Miguel Ángel Garnica
Vendedoras con coloridos mandiles, brillantes frutas de temporada, apetitosos antojitos, dulces caramelizados y diableros de un lado a otro gritando a su paso “ahí va el golpe”, son las características del Mercado de La Merced, sitio donde el pasado y presente de la Ciudad de México conviven en un eterno vaivén lleno de olor, color, nostalgia y -por supuesto- muchas historias.
Ubicado en el borde oriente del Centro Histórico, este espacio de cemento y metal, tomó su nombre gracias al Monasterio de Nuestra Señora de La Merced, el centro religioso del barrio, donde están cimentados los orígenes del mercado. A pesar de que la actual construcción del mercado data de 1957, los orígenes de este se remontan a los inicios, en sí, del Barrio de La Merced.
Según declaraciones del historiador por la Universidad Nacional Autónoma de México, Cristian Fajardo Ventura fue durante la época de la Colonia Española, en el año de 1594 cuando junto a la fundación del convento de Nuestra Señora de La Merced, que la actividad comercial del barrio comenzó a gestarse.
Entonces, según información de la Secretaría de Turismo, a unos pasos del centro religioso se situaba el embarcadero de Roldán, que recibía frutas y verduras frescas en canoas provenientes de Xochimilco y Tláhuac. Dicho sitio mantuvo su actividad hasta finales del siglo XIX, cuando debido a un mandato de las Leyes de Reforma fue demolido una parte del convento, para dejar solamente en pie el claustro del edificio. Así, los comerciantes del Embarcadero, se asentaron en el espacio que quedó libre tras la demolición, volviéndose los precursores del Mercado de La Merced.
Esta forma de comercio se mantuvo hasta el año de 1890 cuando el entonces presidente Porfirio Díaz inauguró el ‘antiguo’ edificio de La Merced. Dicha construcción dio pie al segundo capítulo en la historia del mercado. Estaba conformado por dos naves que se extendían a lo largo de más de 800 metros cuadrados los cuales cobijaron a decenas de comerciantes bajo su techumbre de fierro galvanizado.
En 1930 el mercado inaugurado aún se mantenía en pie, aquí un ‘puesto’ de “hierbas”.
Sin embargo, a mediados de la década de 1950 el espacio comenzó a ser insuficiente tanto para locatarios como compradores y se decidió demoler el lugar para dar paso a un sitio mejorado.
Entonces, el 23 de septiembre de 1957 se inauguró la última versión del Mercado de La Merced por el entonces presidente Adolfo Ruíz Cortines y el Jefe del Departamento del Distrito Federal Ernesto P. Uruchurtu,
En 1957 fue inaugurada la versión de este mercado que hoy podemos ver y que comprendió poco más de 50 mil metros cuadrados.
La edición de EL UNIVERSAL del día 24 de septiembre, en su primera plana, publicó la crónica de la inauguración de los allí llamados “tres grandes mercados de la capital”: el Mercado de Jamaica, Mercado de Sonora y - por supuesto - el Mercado de la Merced.
Obra del arquitecto Enrique del Moral, el mercado de ‘La Meche’- como le dicen los capitalinos al Mercado de La Merced- fue descrito por Uruchurtu y Ruíz Cortínes como un ‘emblema de modernidad y sanidad’ para el entonces llamado Distrito Federal. Además, señalaban que con esto se pretendía dar “orden” y “salubridad” al comercio que comenzaba a extenderse por otras áreas del Centro Histórico, tales como el hoy llamado Anillo de Circunvalación y Mixcalco.
La obra compuesta por siete estructuras diferentes comprendió una superficie de cerca de 500 mil metros cuadrados. Los edificios fueron Nave Mayor, que fue diseñada para albergar más de 3 mil comerciantes de verdura, frutas y legumbres; la Nave Menor con una capacidad para más de 400 vendedores de abarrotes, carnicerías, pescaderías y similares; un Anexo con un poco más de 170 locales para hojalatería y ferretería; un cuarto anexo para el área de comida preparada; el quinto edificio para vendedores de flores; ‘Mixcalco’, la sexta edificación’ para la venta de prensas de vestir y una última dedicada especialmente al comercio de juguetes y herbolaria.
Los productos que se ofertan en el Mercado son traídos de distintos puntos del país.
Así, en los más de 500 mil metros cuadrados se dio cobijo a más de 5 mil locatarios provenientes de distintos puntos del país, lo que fue parte fundamental para considerar al Mercado de La Merced como el más grande de Latinoamérica, gracias a los distintos artículos que ahí se ofertan, puesto que la diversidad de población del mercado también se reflejó en la variedad de productos ofrecidos en las más de dos decenas de pasillos que lo conforman. Verduras, frutas, distintos tipos de carnes, lácteos, artesanías, artículos para el hogar, antojitos e incluso coloridas hierbas para el mal de amores podían ser adquiridas a precios asequibles para el bolsillo de los chilangos.
La abundancia de artículos en ‘La Meche’ ha permitido que según estimaciones del Fideicomiso del Centro Histórico se reciba a más de 10 mil visitantes diariamente. La gran afluencia de personas a este famoso centro de venta ha promovido que además de una gran actividad comercial, se considere al Mercado de la Merced como parte del ideario cultural del capitalino y de ahí que varias voces originarias de la capital mexicana afirmen: “Si no está en La Merced, pues no existe”.
“Si no está en La Merced, pues no existe”
El mercado de La Merced ofrece desde pequeñas nueces de castillas, hasta calzado deportivo.
“Desde su inauguración (el mercado ha estado presente) en el propio identitario de la capital era un punto de referencia cultural para el mexicano. (Así como Tepito, La Lagunilla, Santa María La Ribera), es ahí donde reflejaba la realidad de este México contemporáneo con desigualdad social, educativa, económica. El propio mercado y sus alrededores han forjado una idea la cual establece que lo que se quiera comprar o conseguir se encuentra en la Merced”, señala el experto Cristian Fajardo.
Así, un punto clave para reconocer al Mercado de La Merced -como al mismísimo barrio- es del intelectual mexicano Carlos Monsiváis, quien fuera originario de la colonia al oriente del Centro Histórico.
Monsiváis, quien confesó haber nacido el 4 de mayo de 1938 en La Merced, condensó lo que significaba el barrio -junto con el mercado- en su artículo para la Universidad Autónoma de México, “La Merced y la cultura popular”, donde compartía su característica visión del sitio.
“Lo que aquí hay es omnipresente: el plástico, los casettes, los electrodomésticos, las escobas, el amor insaciable al abigarramiento. El diluvio y el Arca de Noé se emparejan y aquí entran los esqueletos en parejas; las medias y la bisutería, los videoporno y los videos de Walt Disney, las portadas de sexo explícito y las imágenes seráficas, los perfumes y la joyería de fantasía, los pañales desechables y los manteles de plástico, todo lo que da idea del hogar amueblado con rapidez y vivido en la parsimonia de los siglos. Que todo quepa, que nada sobre, que todo se añore: los chachareros y los carniceros, los artículos deportivos y los suéteres que conocerán mejores oportunidades en otro siglo con otro material. Los dinosaurios y las ardillas se acoplan, los objetos de la insatisfacción se acumulan, los satisfactores de esa eternidad que es el día de hoy están al alcance de la mano.
En La Merced la Ciudad de México encuentra raíz, razón nutricia y gozosa permanencia”, decía.
Este 2017 se cumplen seis décadas de que el ‘Mercado más grande de Latinoamérica’ abrió por primera vez sus puertas; sin embargo, hoy día están cerradas, la nave mayor permanece sin acceso por un incendio y los locatarios utilizan una estructura provisional para ofertar sus productos.
60 años de La Merced
Durante las primeras horas del 27 de febrero de 2013, según información publicada por EL UNIVERSAL, las llamas arrasaron con cerca de dos mil locales de la nave mayor del mercado.
“Varias personas perdieron sus cosas. Dejaban su mercancía, su dinero y hasta su vida. Varios compañeros fallecieron por lo mismo, su vida se les quedó allá adentro. Y lo peor es que nunca vieron abrir las puertas de nuevo”, menciona una locataria del mercado que pidió permanecer en el anonimato.
Tras el suceso, el gobierno de la Ciudad de México comenzó el 4 de noviembre de 2013, con los trabajos de restauración del ‘coloso de metal’, no obstante -a casi cuatro años- los detalles de su reparación aún no finalizan.
El 27 de febrero de 2013 se incendió una parte del Mercado, que no ha sido re abierta hasta la fecha.
Ante el panorama hay voces entre los mismos locatarios que apuntan a una posible extinción del mercado, pero la historiadora por la Universidad Nacional Autónoma de México, Brisa de Gante apunta un futuro optimista.
“El Mercado de La Merced sobrevivirá a la gentrificación y sigue siendo un punto de encuentro para y de la comunidad del barrio de La Merced. Definiría su futuro como resistencia.” Al respecto, Luisa, quien oferta artículos para el hogar, declara: “Claro que no, este mercado va a estar hasta que se acabe el mundo”.
Hasta la mañana del martes 19 de septiembre se sabía que los locatarios celebrarían con comida, misa y música, no obstante aún no se sabe con exactitud el rumbo que tomará la celebración tras el sismo que azotó a la Ciudad de México y estados cercanos.
“Este mercado va a estar hasta que se acabe el mundo”.
Fotos antiguas:
Archivo Fotográfico EL UNIVERSAL.
Fuentes:
Entrevistas Brisa de Gante, Cristian Fajardo Ventura. “El mercado más grande del mundo” artículo de Jorge Vázquez Ángeles para la Universidad Autónoma Metropolitana, Hemeroteca EL UNIVERSAL.