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Texto: Dafne N. García López
Fotos actuales cortesía:
Rie Hirayama
Diseño web:
Miguel Ángel Garnica
Un domingo como hoy, pero de hace 73 años el buque acorazado estadounidense USS Missouri BB-63, anclado en la Bahía de Tokio fue testigo de la firma del Acta de Rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial. Para esta firma se esperaba la presencia de los representantes de las fuerzas aliadas, lideradas por el general norteamericano Douglas MacArthur y del representante de Japón, el ministro de Relaciones Exteriores, Mamoru Shigemitsu. Actualmente, este acorazado se ha convertido en un museo flotante desde enero de 1999 ubicado en Hawái y sigue mostrando a sus millones de visitantes la historia que lo rodeó desde su creación en 1940.
Después de colocarse con solemnidad en sus lugares asignados, ambos grupos escucharon el breve discurso del general que anunciaba al mundo que la guerra había terminado. Es importante mencionar que las hostilidades habían cesado entre sí, pero no se había proclamado un mensaje oficial que lo avalara. Curiosamente el USS Missouri BB-63 no fue la primera opción para tan importante evento sino su “hermana”, el acorazado USS New Jersey BB-62. Decidiéndose al final por el primero por llevar el nombre del estado norteamericano, en el cual había nacido el presidente Harry S. Truman.
Cuatro años atrás, Estados Unidos preocupado por lo que ocurría en Oriente y al querer frenar el expansionismo japonés realizó un bloqueo comercial de hidrocarburos a Japón sabiendo que éste era fuertemente dependiente. Estas medidas de presión llevaron al ataque de la base naval norteamericana en Pearl Harbor, Hawái, el 7 de diciembre de 1941 y la controversial represalia del presidente Harry S. Truman de aprobar el lanzamiento de las dos bombas nucleares en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki el 6 y 9 de agosto de 1945 respectivamente. El 15 de agosto, el emperador Hirohito anunció por la radio a su nación que Japón aceptaba los términos de la Declaración de Postdam y, por lo tanto, se rendía incondicionalmente ante los países aliados.
La rendición de Japón se publicó a ocho columnas el domingo 2 de septiembre de 1945 en EL UNIVERSAL.
Previamente al discurso, y mientras subían al barco los delegados, se habían repartido al abordar unas tarjetas personalizadas que conmemoraban la asistencia de líderes de las fuerzas alidadas aquel día. En ellas se encontraba un escrito sobre el evento, su cargo y firmas de los altos mandos teniendo como fondo la bandera nipona conocida como “Bandera del Sol Naciente”, adoptada como insignia naval por la Armada Imperial de Japón hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial y que aún tiene un significado negativo en los países asiáticos que fueron ocupados durante el expansionismo japonés.
Imagen de la tarjeta souvenir personalizada del teniente Robert L. Balfour, ésta se otorgaba a cada uno de los militares asistentes el 2 de septiembre de 1945.
Cuando dio inicio el momento de signar las dos copias de rendición, el ministro japonés, Mamoru Shigemitsu, fue el primero en acercarse a la mesa y firmar en nombre del emperador Hirohito, mientras que el general Yoshijiro Umezu lo hacía después, en nombre del Cuartel General Imperial de Japón.
Habían corrido rumores en la prensa de que el tío del emperador, quien ostentaba el cargo de primer ministro, asistiría como su representante, pero la conocida actitud bélica contra los aliados que siempre manifestaba podría causar más tensiones y la Corte Imperial sugirió la presencia del ministro Shigemitsu para el evento.
Luego fue el turno del general MacArthur, haciendo uso singular de seis plumas fuente que mandó traer desde Manila (Filipinas), tres para la copia de los aliados y tres para la japonesa. Cuando terminó el empleo de dos de ellas, se volteó hacia los héroes de guerra, los tenientes generales Jonathan M. Wainwright (norteamericano) y Arthur Percival (británico), que estaban detrás de él en calidad de testigos y se las regaló sin más miramientos.
La generosidad del general MacArthur
Al terminar de firmar MacArthur, le siguieron en este orden los delegados enviados por los gobiernos de Estados Unidos, China, Reino Unido, la Unión Soviética, Australia, Canadá, Francia, los Países Bajos y Nueva Zelanda. Dos de ellos incurrieron en peculiares incidentes.
De acuerdo con el archivista Jim Zobel del Memorial MacArthur, uno lo protagonizó el almirante británico Sir Bruce Fraser, quien en su deseo de emular lo que hizo MacArthur, quiso regalarles a sus propios asistentes dos de las plumas oficiales. Más tarde, por órdenes del propio general, se les pidió que las devolviesen ya que a Fraser no le correspondía hacer tan generoso regalo.
La otra peculiaridad fue de mayor relevancia, pues ocurrió directamente en el Acta de Rendición japonesa. El coronel canadiense Lawrence Moore Cosgrave, quizás por la ceguera en uno de sus ojos infringida en la Primera Guerra Mundial o por un simple descuido, firmó en la línea debajo de donde le correspondía (la del delegado de Francia) y causó una cadena de errores en las signaturas siguientes del resto de los representantes.
Firmas erróneas
Copia nipona del Acta de Rendición con tachaduras a partir de la mitad, al lado en el margen izquierdo la firma del jefe de Estado de MacArthur, el general Richard Sutherland, que daba veracidad a lo que se había hecho. Actualmente esta acta puede verse en el Museo Edo-Tokio de Japón.
Cuando los japoneses se quejaron por lo ocurrido en su copia (un documento oficial) ante el jefe del Estado Mayor de MacArthur, el general Richard Sutherland decidió tachar los nombres de los funcionarios que ya no correspondían con la firma y escribió a mano los cargos, los nombres correctos debajo de cada signatura y sus iniciales en cada corrección para impedir más quejas.
De acuerdo al corresponsal que trabajaba en The New York Times Robert Trumbull, quien cubrió el evento, después de que todo estuvo arreglado y se completó la segunda Acta sin problemas, “los japoneses aceptaron solemnemente el documento corregido” y se retiraron del Missouri. La rendición nipona era oficial.
Las crecientes tensiones políticas e inconformidades provocadas por la Primera Guerra Mundial habían incitado una vez más la formación de bloques militares. Por un lado los aliados conformados por Francia, Inglaterra, la Unión Soviética y Estados Unidos; y por el otro, el bloque del Eje con Italia, Japón y Alemania.
El 6 de septiembre de 1945 se llevó la copia de los aliados y un escrito imperial a Estados Unidos, para al día siguiente ser entregados en un evento formal al presidente Truman en la Casa Blanca. El Acta de Rendición de Japón era la cúspide de los términos contemplados en la Declaración de Postdam que había aceptado el emperador Hirohito y que aclaraba su papel en la era de la postguerra.
Para Japón esto significó la eliminación de la autoridad de Hirohito, su Corte y sus generales que influyeron a toda la nación “a la conquista del mundo” y se la confirió al general MacArthur y a sus colaboradores. Éstos comenzaron con la liberación de todas las islas del Pacífico que tenían ocupación japonesa y las dividieron bajo el cuidado de los aliados.
Se instruyó a toda la industria de defensa nipona que estaría a partir de ese momento bajo el control de MacArthur, se puso en libertad a todos los prisioneros de guerra aliados, se censuró la prensa y la radio niponas a modo de prevenir cualquier propaganda contra las fuerzas estadounidenses y cualquier posible rebelión por la ocupación norteamericana en ese país. También comenzaron las investigaciones para poder enjuiciar a los criminales de guerra y se encausó al gobierno del Sol Naciente hacia una democracia constitucional, entre otras medidas.
El cambio de imperio a democracia tuvo que hacerse utilizando al mismo emperador y el concepto que su pueblo tenía sobre él. Hirohito había subido al trono como el emperador Showa (“Paz Iluminada”) en 1926 al fallecer su padre y había sido criado como el hijo de Amaterasu, la Diosa del Sol, una imagen que fue explotada por los militares para promocionar una mentalidad nacionalista en el país, sostener un ambiente de unidad contra el enemigo y aceptación de la población al expansionismo a Asia entre 1920 a 1941.
El 27 de septiembre de 1945 el general Douglas MacArthur posa con el emperador de Japón Hirohito rompiendo todo protocolo durante su primera reunión en la Embajada de Estados Unidos en Tokio. La histórica foto fue tomada por el teniente Gaetano Faillace, fotógrafo personal del Supremo Comandante MacArthur.
MacArthur se había esforzado en que Hirohito no fuese enjuiciado en el Tribunal Penal Militar Internacional para el Lejano Oriente, en Tokio, como criminal de guerra junto con sus generales, ministros, consejeros, diplomáticos y políticos involucrados en las batallas durante la Segunda Guerra Mundial.
Gracias a las averiguaciones hechas por el general Bonner Fellers (especialista en Japón), alegó en su defensa que no se le podía culpar o declarar inocente por la falta de pruebas contundentes. Lo que sí podía declarar es que, gracias a la influencia que surtía el emperador en su pueblo, su papel en el fin de la guerra fue indiscutible.
En dado de que quitaran del poder a Showa, fuese enjuiciado y declarado culpable, habría un levantamiento de la población japonesa que necesitaría una inversión de recursos económicos y militares para poder mantener la paz aún prematura en el país, todavía herido por dos bombas atómicas, el aun embargo de petróleo de Estados Unidos y la derrota en la guerra. En cambio, proponía modelar a Japón como un Estado democrático y modernizarlo a los estándares occidentales, respetando sus tradiciones y eliminando los extremismos nacionalistas.
Por ello se realizó una reunión por demás extraordinaria en septiembre de 1945 entre Hirohito, MacArthur y un traductor en la que, aunque el emperador asumió la responsabilidad de cada una de las decisiones y actos en el transcurso de la guerra (lo que bien podría significar su propia muerte), el Supremo Comandante le solicitó su ayuda para lograr una transición pacífica.
La transición
Se hicieron concesiones como retirar el estatus oficial de la religión sintoísta en 1945, la renuncia de la divinidad de Hirohito en 1946 y el establecimiento de una Constitución el 3 de mayo de 1947. Su más famoso artículo es el 9 donde Japón renuncia al derecho a la guerra y declara al emperador como “un símbolo del Estado y unidad de la nación”.
Sin embargo, ante el mundo occidental, se debía aclarar la responsabilidad de ataques como el de Pearl Harbor, la invasión de Manchuria o el uso de armamento químico. Algunos miembros del séquito de Hirohito fueron detenidos y enjuiciados como criminales de guerra en 1948 siendo condenados a cadena perpetua, algunos años de prisión o muerte por ahorcamiento.
La controversia no se hizo esperar puesto que en los tribunales donde se llevaban a cabo los procesos de guerra, el peso del indulto o sentencia recayó casi exclusivamente en los norteamericanos; se desestimó el bombardeo (calificado como un crimen contra la humanidad) de las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, el 6 y 9 de agosto de 1945 respectivamente, por órdenes del presidente Truman; no hubo investigación acerca de la guerra química y bacteriológica en China y se desestimaron atrocidades acontecidas durante la invasión nipona a Corea y China.
Años más tarde se desató la polémica con la investigación de David Bergamini publicada en 1971 como la “Conspiración Imperial de Japón” en la que expresaba la responsabilidad del emperador Hirohito en los sucesos que desembocaron en el ataque a Pearl Harbor y la guerra del Pacífico, poniendo en duda la versión oficial norteamericana de que el emperador había sido despojado de su autoridad para la toma de esas decisiones y adjudicando la culpa a los miembros de su consejo.
Según Bergamini, una de las razones por las que Estados Unidos decidió darle inmunidad a Hirohito fue con el propósito de luchar contra el comunismo y la Unión Soviética, aparte de querer establecer la democracia en Japón. Sobra decir que el libro no tuvo el recibimiento deseado y la reputación de su autor fue destruida. No fue hasta que falleció el emperador en 1989 cuando otros trabajos relacionados pudieron seguir la línea de cuestionamiento de Bergamini y tener una mayor recepción.
El historiador Herbert Bix, incluso pudo hacerse de cartas y diarios pertenecientes a miembros de la Corte Imperial del emperador Showa que revelaban que fue él el núcleo de la vida política, militar y espiritual de la nación con la capacidad de mandar sobre sus militares y que no desconocía las decisiones de su gobierno.
Menciona además el ganador al Premio Pulitzer que cuando el General Fellers inició sus indagaciones, ya se tenía contemplado proteger a Hirohito y culpar al Primer Ministro Hideki Tojo como instigador del ataque a Pearl Harbor. Como haya sido, lo cierto es que Japón como país se vio beneficiado, estructuralmente con las bases fundadas por la Constitución y económicamente con su incorporación al capitalismo como las otras democracias occidentales.
Hasta la fecha no ha presentado reformas a ninguno de sus artículos, salvo el permiso de crear las Fuerzas de Autodefensa de Japón después del fin de la ocupación estadounidense en la Segunda Guerra Mundial y durante la Guerra Fría. El destino de estas tropas era el ser ocupadas solo para misiones de ayuda humanitaria sin el uso de la fuerza y, no oficialmente, como el ejército nacional japonés.
En cuanto a Estados Unidos, éste emergió como potencia hegemónica mundial tomando la posición que dejaba el Imperio Británico y afectó sus elecciones presidenciales. Según se maneja en la historia MacArthur anhelaba el puesto de presidente después de su papel como Supremo Comandante de las Fuerzas Aliadas y gozaba de buena reputación hasta que le otorgó la inmunidad al emperador Hirohito. Perdió popularidad y, en su lugar, los norteamericanos decidieron elegir al militar y político Dwight David Eisenhower como su presidente número 34.
Un mundo diferente que ninguno de los dos países esperaba o planeaba obtener al final de la guerra.
Foto principal:
Se observa al ministro de Relaciones Exteriores Mamoru Shigemitsu firmando el Acta de Rendición Japonesa a bordo del acorazado Missouri, aquel 1945. Archivo EL UNIVERSAL
En cuanto a la imagen comparativa, se trata del acorazado Missouri BB-63 siendo jalado por 100 botes pequeños desde el Astillero Naval de Puget Sound en Bremerton, Washington, el 23 de mayo de 1998 cuando el Secretario Naval John Dalton formalmente transfirió la propiedad del barco a la Asociación Memorial USS Missouri ubicada en Hawaii.
Foto actual comparativa:
Es el mismo acorazado el 10 de junio de 2018 anclado en Pearl Harbor, Hawaii, donde actualmente funge como un museo flotante desde enero de 1999 recibiendo a millones de personas alrededor del mundo y que cuenta con copias del Acta de Rendición, el discurso de MacArthur y una copia de una de las plumas que se usaron para su firma.
FOTOS
:
Archivo EL UNIVERSAL y cortesía de Rie Hirayama
FUENTES:
https://ussmissouri.org/
https://macarthurmemorial.org/
https://www.nytimes.com/1945/09/03/archives/canadians-boner-postponed-peace-improperly-placed-signature-on-the.html?url=http%3A%2F%2Ftimesmachine.nytimes.com%2Ftimesmachine%2F1945%2F09%2F03%2F88289542.html
https://www.theglobeandmail.com/news/world/how-a-canadians-mistake-70-years-ago-almost-botched-japans-surrender-document/article26201436/
https://web-japan.org/factsheet/es/pdf/es08_governmental.pdf
http://www.bonnerfellers.com/
“Hirohito y la Creación del Japón Moderno” por Herbert P. Bix. Editorial Harper Collins Publishers Inc. 2001
“Japan’s Imperial Conspiracy: How Emperor Hirohito led to Japan into war against the West” por David Bergamini. 1971.