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Texto: Carlos Villasana y Ruth Gómez
Fotografías actuales:
Antonio Sandoval Escámez
Diseño web:
Miguel Ángel Garnica
Entre el bullicio de Circuito Interior y la calle Virginia Fábregas, número 31, justo frente al Teatro San Rafael, se encuentra un pequeño cementerio en honor a los soldados estadounidenses que fallecieron por la invasión de las tropas de aquel país a mediados del siglo XIX.
La entrada se distingue por unas letras metálicas doradas que dicen “U.S. National Cementery” y según el testimonio de Héctor de Mauleón , como vecino del barrio de San Cosme, “los niños (...) recibíamos de los adultos los fragmentos de un relato inquietante: en ese cementerio herméticamente sellado estaban enterrados los soldados que habían participado en la invasión norteamericana de 1847 . Cuando Winfield Scott arrió la bandera estadounidense de lo alto del Palacio Nacional, y se llevó, con sus tropas, la mitad de México, había dejado en aquel lugar los cuerpos de los hombres caídos durante la brutal y sanguinaria aventura”.
Imagen que muestra la entrada del General Scott a la Ciudad de México en 1847. Colección Villasana - Torres / The Blue Book of México 1905.
El camposanto apareció un par de años después de la firma del tratado de Guadalupe-Hidalgo, cuando el gobierno estadounidense procuró construir un cementerio que siguiera la tradición protestante para poder enterrar a 750 soldados norteamericanos que perdieron la vida en batalla; para lograrlo, el Congreso pagó 3 mil dólares por dos hectáreas de terreno a un señor llamado Manuel López, justo al lado del antiguo panteón británico.
Fue la primera necrópolis que E.U.A. construyó fuera de su territorio y, a diferencia de la estética que en la actualidad distingue a sus cementerios o memoriales -lápidas blancas sobre el suelo perfectamente alineadas-, el cementerio en la capital mexicana tuvo por un tiempo ciertas características similares a los católicos, tales como pequeñas rejas alrededor de la lápida o la existencia de árboles o zonas de jardín entre ellas.
Vista del cementerio estadounidense a finales del siglo XIX. Colección Villasana - Torres.
Al interior se colocó una placa que decía: “En la memoria de los soldados americanos que murieron en este valle en 184 7, cuyos huesos, recolectados por orden de su país, están enterrados aquí” y del otro lado otra que decía únicamente “Contreras, Churubusco, Molino del Rey, Chapultepec, México”, que fueron las zonas donde se libraron las batallas entre los ejércitos.
Placa del obelisco debajo del cual descansan los restos de 750 soldados norteamericanos muertos durante la invasión de E.U a México, en 1847.
Entre 1851 y 1924 el cementerio estuvo activo y recibió los restos de 813 estadounidenses que murieron en nuestro país por diferentes circunstancias distintas a la guerra, es decir, personas que vivían en México por gusto propio, por trabajo -como diplomáticos y sus familias- o que cayeron enfermos y fallecieron aquí.
El primer civil enterrado, ajeno al enfrentamiento México - E.U.A., del que se tiene registro fue Reuben Willhite, quien falleció el 20 de noviembre de 1851 y el último fue Charles Knowlton Sams, administrador de un hospital de las fuerzas armadas quien murió un 14 de diciembre de 1923.
Aspecto de las criptas que se encuentran al interior de este cementerio, donde se alcanzan a ver algunos nombres de los civiles y también soldados norteamericanos fallecidos en México.
El Congreso estadounidense lo declaró Cementerio Nacional en mayo de 1872
, incorporándolo así al Departamento de Guerra para su manutención y administración. Fue hasta 1947 que el entonces presidente Harry S. Truman lo transfirió a la Comisión Americana de Monumentos de Batalla (American Battle Monuments Comission), y que lo sigue administrando hasta la actualidad, junto con otros 26 cementerios militares y 29 panteones y memoriales que tiene E.U.A. en su territorio y otros 16 países del mundo .
Para el artículo “Un cementerio norteamericano en la San Rafael”, Jorge Vázquez Ángeles pudo hablar con Héctor de Jesús, veterano de guerra oriundo de Puerto Rico quien desde hace poco más de una década es superintendente del “Mexico City National Cemetery and Memorial” -nombre oficial del panteón-; quien le comentó que “la mayoría de ellos - los soldados de la guerra México - E.U.A. - habían sido sepultados en las proximidades de los campos de batalla… quedando como única forma de identificación la gorra del muerto sobre una cruz de madera. Al paso del tiempo las gorras y las cruces se perdieron, y en una labor que no se describe, pero que debió de ser ardua, los cuerpos encontrados fueron llevados” a este panteón.
Aspecto general del interior del Cementerio norteamericano. Al fondo el monumento a los soldados caídos flanqueado por dos banderas estadounidenses. Del lado izquierdo las criptas de los civiles de aquella nación muertos en México. En medio el jardín el cual está prohibido pisar.
Una fuente acompaña este lugar al fondo de uno de los pasillos que rodean el cementerio que tiene forma rectangular.
A mediados del siglo XX el panteón ya lucía como un tradicional estadounidense, hasta que en la década de los setenta el gobierno mexicano decidió hacer el Circuito Interior, por lo que tuvieron que comprar una hectárea de este cementerio .
Los estadounidenses cedieron con la única condición de que los restos de sus compatriotas fueran exhumados y que el gobierno nacional pagara la construcción de una pared llena de criptas para que ahí fueran colocados. Según la investigación de Jorge Vázquez, el gasto superó los dos millones de pesos y lo único original que se conserva son las lápidas de mármol que engalanan la parte frontal de las criptas.
El panteón actualmente cuenta con una hectárea que se distribuye en la casa del superintendente, una pequeña sala que cuenta la historia del cementerio, un jardín y por supuesto, un monumento a los caídos -un pequeño obelisco coronado con una flama- y las criptas donde se encuentran los restos de los civiles.
En uno de los folletos informativos de la American Battle Monuments Commission aparece este mapa donde se ve la distribución actual del panteón. Se puede visitar de lunes a sábado en horarios de 8 de la mañana a 5 de la tarde. Cortesía: American Battle Monuments Commission.
En el sitio oficial de la comisión que administra este lugar, se menciona que hay dos fechas importantes para el cementerio, el primero es el último lunes de mayo, fecha en la que los estadounidenses conmemoran el “Memorial Day” o “Día de los Caídos”, en honor a las personas que fallecieron en combate. La segunda fecha es el 11 de noviembre cuando el gobierno del país vecino rinde homenaje a quienes han servido a sus fuerzas armadas con el “Día de los Veteranos”.
Aspectos de una ceremonia realizada en memoria de los soldados norteamericanos muertos en batalla. Ambas imágenes son cortesía de la American Battle Monuments Commission, la cual administra actualmente el sitio.
Este cementerio y el Museo Nacional de las Intervenciones son el registro de uno de los hechos más impactantes de nuestra historia: cuando soldados paseaban por las calles de la capital portando su uniforme azul, de aquel pasaje donde una de tantas batallas se libró en el Castillo de Chapultepec defendido por jóvenes cadetes casi niños que les valió el grado de héroes, cuando banderas de estrellas con franjas rojiblancas ondeaban en los aires, lideradas por la que llegó a estar en el asta bandera del Palacio Nacional .
Así luce hoy la entrada a este lugar, situado en el número 31 de la calle Virginia Fábregas en la colonia San Rafael, en la capital.
La fotografía principal es la entrada al panteón norteamericano a fines del siglo XIX. Colección Carlos Villasana-Torres
La foto comparativa antigua es el obelisco del cementerio, en el año de 1873, monumento a los soldados caídos en batalla en México. Colección Carlos Villasana-Torres.
Fuentes:
Artículos “Caminamos sobre muertos” de Héctor de Mauleón, EL UNIVERSAL y “Un cementerio norteamericano en la San Rafael” de Jorge Vázquez Ángeles para la Revista Casa del Tiempo, Universidad Autónoma Metropolitana.