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Texto: Carlos Villasana y Ruth Gómez
Foto actual:
Elisa Villa Román
Diseño web:
Miguel Ángel Garnica
Augusto Alejandro Cárdenas Pinelo, mejor conocido como “Guty Cárdenas”, fue uno de los cantautores más reconocidos del siglo XX . Nació en 1905 y veinte años más tarde sus letras ya llegaban a los corazones de decenas de hogares dentro y fuera del país.
Llegó de Mérida a la metrópoli después de que Ernesto García Cabral -gran caricaturista de la época- y el escritor Manuel Orta, le convencieran de forjar su camino al éxito en la capital de la República. Debido a la importancia que estos dos personajes tenían en la vida social y cultural del país, presentaron a Guty en reuniones bohemias cuya personalidad humilde y talentosa cautivó a todos.
Su nombre se destacó al poco tiempo y se sumaba a la lista de los mejores trovadores que había “enviado la Península Yucateca”. Logró consagrarse después de participar y ganar en los concursos del “Lírico” a los que convocaba Pepe Campillo. Entre algunas de sus composiciones destacan: Caminante de Mayab, Nunca, Quisiera, Un rayito de sol, Ojos tristes, Ojos negros Flor, Aquellos besos, entre otras más.
El compositor Augusto Alejandro Cárdenas Pinelo, conocido como Guty Cárdenas, compuso las canciones: Rayito de sol, Ojos negros, Peregrino de amor, Caminito de la Sierra, Caminante del Mayab, Dios te bendiga, Granito de sal, Un cruel puñal, Tierra de mis amores, entre otras, algunas las cantaba solo con su guitarra “La Negra” y otras acompañado de cantantes famosos de los años 20. Archivo fotográfico EL UNIVERSAL.
En las páginas de EL UNIVERSAL se podía leer que “el juvenil yucateco que desparramaba los dones de sus melodías y la simpatía de sus sonrisas en las calles de México, fue contratado ventajosamente para grabar discos en Nueva York para trabajar en salones diversos de la Unión Americana; llegó a impresionar con una película en Los Ángeles, California. Guty Cárdenas se hizo popular aquí y en algunas regiones de los Estados Unidos.”
Al igual que muchos jóvenes, Guty Cárdenas disfrutaba de los sitios para el esparcimiento y donde irónicamente se encontraría con la muerte: el renombrado Salón Bach, cantina que desde los inicios del siglo XX era un punto de encuentro para artistas, escritores, intelectuales, periodistas y demás gustosos de las cantinas del Centro Histórico.
En el artículo “ Un fantasma en el Salón Bach ”, Rafael Pérez Gay escribía que el “ese salón estuvo en San Francisco, hoy avenida Madero , donde actualmente abren sus comercios cada día una pequeña librería Gandhi y el café Berrico, a una cuadra del Zócalo. Entiendo que otro salón Bach estuvo en 5 de Mayo y Bolívar. No sé. Este del que hablo, de la calle de San Francisco, una de las últimas salidas urbanas que Cortés ideó para prevenir un ataque masivo de los mexicas revelados, lo atendía el dueño Karl Bach.
Escribe Pérez Gay: “Tengo frente a mí la fotografía que La Ciudad de México en el tiempo (portal) encontró: una puerta central con un techo art-decó y dos entradas laterales. Me gustaría ver el mundo desde esa cantina así como he visto otros mundos raros desde otras cantinas y tabernas. Conocer en persona, como se decía antes, a escritores, una monserga, no tiene sentido, les aseguro que sólo traerán carretillas de contrariedades; aún así, me gustaría acercame a José Juan Tablada, Alberto Leduc, Bernardo Couto, Amado Nervo, Ciro B. Ceballos, Balvino Dávalos, el pintor Julio Ruelas, el escultor Jesús Contreras. Mucho ajenjo “carabinier”, coñac, chartreuse, tequilas plebeyos y atosigantes que, cuenta Ceballos, pasaban por el gañote como vidrio derretido. Ellos eran las flores del mal de principios del siglo XX, los fundadores de una casa de locos llamada Revista Moderna y la ciudad una promesa incumplida del hechizo de parís que soñó Porfirio Díaz.”
Imagen de la entrada al Salón Bach en 1928, propiedad de Karl Bach, en pleno centro de la capital.
En ese mismo sitio, a las 11:30 de la noche de un 5 de abril de 1932, el joven de 26 años perdió la vida. En las páginas de El Gran Diario de México se informaba que la información de los testigos era confusa y que dominaban las siguientes versiones:
La primera decía que Guty Cárdenas se encontraba en un salón reservado de la mencionada cantina en compañía de sus amigos Eduardo Gálvez , empresario yucateco y el cancionero Arturo Larios, compartiendo mesa y tragos con Ángel y José Peláez, dos hermanos y almacenistas españoles que vivían en la capital.
Tras la ingesta de alcohol, Guty y Ángel empezaron a apostar sobre quién era más fuerte jugando a las “vencidas”; según un testigo ninguno de los dos quería darse o aceptar que había sido vencido por el otro, lo que ocasionó una contienda que terminó en botellazos, que ninguno de los demás acompañantes pudieron evitar.
Los dos salieron del salón privado al salón principal, donde se encontraba una mayor cantidad de gente. Los proyectiles de cristal alcanzaron a un señor que estaba sentado en la barra tomando tranquilamente una copa; después del impacto, éste sacó una pistola y disparó varios tiros contra Guty y Ángel : “Guty recibió un proyectil que penetró en la cavidad torácica, entre las costillas séptima y octava, y que seguramente penetró directamente al corazón, pues el compositor cayó muerto instantáneamente ”, mientras que Ángel tuvo heridas de gravedad.
El cantautor murió joven, a los 26 años, en una riña dentro de una famosa cantina de los años 20 y 30, en el Centro de la capital. Archivo fotográfico de EL UNIVERSAL.
Según las personas que rindieron testimonio ante el Ministerio Público el responsable de los tiros iba vestido de “claro y [con] un sombrero de carrete”, pero era un desconocido para todos los que se encontraban al interior del Salón Bach y por el tumulto producto del pánico al sonido de las balas, logró huir.
Otra versión apuntaba a que el cantautor se encontraba con una joven de nombre Rosita y dos cancioneros, paisanos de la Península al interior del salón privado “Pullman” del Salón Bach -valga la redundancia-. Los testigos que dieron esta narración de los hechos dijeron que los hermanos Peláez -los españoles- estaban peleando con otra persona cuando uno de los botellazos de la trifulca hirió a Guty.
El cantante y compositor, enfurecido por el golpe y reconociendo a Ángel, que sin pretenderlo lo había lastimado, sacó su arma de fuego y le disparó . Se decía que José, hermano del caído, también sacó su pistola e hizo fuego hacia Guty, apuntándole directo al corazón: “Guty cayó como herido por un rayo, tropezando, al caer, con un aparato y recibiendo un golpe en el rostro, del lado izquierdo. Estos hechos fueron rapidísimos”, informaba el diario.
Así lucía Madero número 32 en el año 1946, entonces ya era un banco. Colección Villasana-Torres.
Varios testigos conocían a los hermanos Peláez y comentaron para los reporteros de la época que nunca se distinguieron por ser protagonistas de riñas, sino todo lo contrario, eran personas dedicadas a su negocio zapatero sobre la calle de Gante. Los amigos y conocidos de Guty Cárdenas dijeron lo mismo sobre el artista.
Su muerte causó conmoción no sólo por cómo se suscitó, sino también porque estaba brillando como un futuro ícono de la trova y composición mexicana, a quien irónica y trágicamente venció la muerte a los 26 años de edad.
Así vemos hoy sobre la calle de Madero el número 32, donde murió Guty Cárdenas. Foto: Ruth Gómez.
La fotografía principal es el salón Bach, en la calle de hoy Madero número 32, en el Centro Histórico. Los trajes de los caballeros de la década de los 30 son notorios. Colección Villasana-Torres.
La fotografía comparativa antigua fue tomada de EL UNIVERSAL ILUSTRADO de 1928. Se trata de la entrada del salón Bach ubicado en lo que hoy es Madero 32, actualmente en este sitio vemos una famosa librería. La imagen actual comparativa es de Elisa Villa.
Fotografía antigua:
Colección Villasana - Torres.
Fuentes:
Archivo Hemerográfico EL UNIVERSAL. Artículo “Un fantasma en el Salón Bach” de Rafael Pérez Gay, EL UNIVERSAL.