Mochilazo en el tiempo

El bromista que quiso ligar y murió en el intento

A finales de los años veinte existían cerca de 29 mil teléfonos en todo el país, la mayoría en la Ciudad de México. Es ahí donde los bromistas de “vocación” o “profesión” encontraron un gran nicho para sus pitorreos, que no siempre terminaron con una sonrisa

El bromista que quiso ligar y murió en el intento
22/12/2017 |00:00
Redacción El Universal
Periodista de EL UNIVERSALVer perfil

Texto: Gamaliel Valderrama

Diseño web:

Miguel Ángel Garnica

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En noviembre de 1926, Carlos Ocampo escribía en EL UNIVERSAL ILUSTRADO sobre las Cosas de la vida cotidiana: Las Bromas Telefónicas . El reportero del semanario cultural, advertía al lector que su nota no se trataba de “un nuevo desahogo contra la compañía de teléfonos”; aunque joven, el servicio ya era un dolor de cabeza para los usuarios: “No vamos a repetir aquí por ya sabidas las mil y una mortificaciones que tiene que sufrir el optimista mortal que quiera obtener una comunicación telefónica”.

Una vez tranquilizado el lector, Ocampo revelaba que la intención de su texto era ocuparse de las “infinitas oportunidades que el teléfono ofrece a los que tienen el espíritu retozón y el ánimo dispuesto a la broma”, agregaba que “el bromista está de continuo en acecho, atento a no desperdiciar la ocasión de lucirse”.

El bromista que quiso ligar y murió en el intento

Uno de los innumerables recursos con que cuenta tanto los bromistas de vocación como los de profesión, es el teléfono. Y si echan mano de este vehículo es precisamente por la impunidad que ofrece. Se decía sobre este fenómeno en 1926. Crédito EL UNIVERSAL Ilustrado.

El bromista, decía el reportero, “envuelto en las sombras de la impunidad afila la cuchilla de su ingenio a la espera de la víctima propicia”; sin embargo, el destino jugó en contra de un bufón del auricular que apostó a su timo y perdió algo más que su honor.

Según el relato de Carlos Ocampo, una señorita era importunada de manera continua a través del teléfono, por una persona “que se permitía bromas chocantes, escudándose en la intriga de que se trataba de un pariente”.

El bromista que quiso ligar y murió en el intento

Envuelto en las sombras de la impunidad, el bufón telefónico afila la cuchilla de su ingenio a la espera de la víctima propicia. Crédito EL UNIVERSAL Ilustrado.  

Como la broma iba adquiriendo proporciones desmedidas, la señorita en cuestión puso al tanto de la situación a su prometido, para terminar con aquello. “Se formó un plan para dar con el bromista. Y en cierta ocasión, ante un llamado telefónico, sospechando que se trataba del habitual impertinente, el prometido de la señorita acudió al llamado. Dejó que hablasen, a fin de precisar si descubría por la voz la persona que hablaba”.

La señorita levantó el auricular del aparato telefónico e inmediatamente preguntó: “¿Ah, es usted Fulano?”.

Ante la afirmación de la voz femenina, el bromista se confundió. Por unos segundos dudó, por un momento cayó en él, fue víctima de su propio timo, no supo qué contestar al sentirse al descubierto: “Sí... Mira... Te voy a explicar...”.

La señorita, segura de sí misma, no dudó y ante la tibia y desconcertada respuesta del acosador aprovechó para pactar un encuentro: “Bueno. Dime dónde estás, que voy para allá”.

El bromista que quiso ligar y murió en el intento

Y el bromista está de continuo en acecho, atento a no desperdiciar la ocasión de lucirse. Crédito EL UNIVERSAL Ilustrado.  

El bufón y la señorita “convinieron el lugar y pocos momentos después ya estaban reunidos”. El bromista pensó que la tierna mujer había caído enamorada ante la presencia de su voz, pero en realidad “aquel hombre no supo medir el alcance de su proceder”, pronto se daría cuenta de la treta que le costaría la vida.

Aunque el texto de Carlos Ocampo no da detalles de la muerte del bromista, sí cuenta que el sujeto falleció a causa de un mal golpe, que muy seguramente propinó el joven prometido de la mujer acosada. Hay que recordar que éste fue quien planeó el encuentro con el bufón telefónico. “Este hecho, al parecer inverosímil, ha quedado registrado en la crónica policial, no hace de esto mucho tiempo”, remata el autor de la nota publicada en noviembre de 1926.

Según el académico de la Universidad de Guadalajara Armando Martín Ibarra López, en su investigación Apuntes para una historia de la telecomunicación en México , para finales de los años veinte en México existían aproximadamente 29 mil aparatos telefónicos y nadie dudaba de su importancia estratégica para la vida económica del país; sin embargo, el servicio sólo lo tenía 0.20% de la población nacional.

El bromista que quiso ligar y murió en el intento

La broma tiene un límite y no todos precisamente se sienten con la aptitud de apreciar el linde que separa la broma amable de la torpemente grosera y mal intencionada. Crédito EL UNIVERSAL Ilustrado.  

Carlos Ocampo, reportero de EL UNIVERSAL ILUSTRADO cuenta que para realizar este trabajo se acercó a diversas “personas que tienen de estos asuntos amplia experiencia y erudición”. Aquí un segundo caso de una peculiar broma.

Eran las tres y cuarenta y cinco de la mañana. El silencio del departamento se rompe de pronto con repetitivo sonido de la campanilla telefónica. “Suena la campanilla con terquedad inquebrantable. En la tranquilidad de la noche aquel repiqueteo es un anuncio nervioso que puja por ser oído. Duermen todos en aquel departamento del tercer piso, a la derecha”.

Según la crónica, en la cama matrimonial, el buen señor que repone sus fatigas del día ronca plácidamente junto a su más o menos dulce compañera. Insiste la campanilla telefónica y consigue, por último, sacar de en medio del paraíso de un sueño al buen señor y a su consorte. Una voz pastosa, deja escapar estas palabras que resbalan por la almohada: “Están llamando al teléfono...”, pero el frío impide abandonar el dulce nido.

Medio dormidos, la pareja se pregunta: “¿Quién podrá ser?, ¿Quién podrá llamar a esta hora?”

La campanilla no da tregua. Desde el pasillo en el cual está colocada el aparato, “el monótono campanilleo se cuela por todas las puertas cerradas de las habitaciones, buscando a la persona que ha de poner fin a aquel desgaste de voluntad inútil. En tanto, en la cama matrimonial el buen señor y su compañera entablan el siguiente diálogo, con el propósito de justificar con algo aquella irresolución. Dice ella: “¿No se habrá empeorado Margarita?...”. Él contesta: “No. Si ayer me dijeron que seguía mucho mejor...”, y se vuelven a preguntar “Pero… ¿quién podrá ser?...”

El bromista que quiso ligar y murió en el intento

A finales de 1930 en México habían cerca de 29 mil líneas telefónicas, pero el servicio sólo lo tenía 0.20% de la población nacional, la mayoría concentrada en la Ciudad de México. Crédito EL UNIVERSAL Ilustrado.  

Entonces, hay el espacio de un breve silencio, que explota en conjeturas sobre quién podría estar marcando: “¿Viste entrar al nene?”, “No, pero me parece que debe haber venido...”, dice la madre. El padre mezcla recónditamente a sus deducciones esta probabilidad: “¿Estará preso?...”

Y, por último, una luz que se enciende, una puerta que se abre y el sonido de dos pantuflas deslizándose por el corredor. Después una voz ronca, tenebrosa casi suena al otro lado del auricular: “¿Con el 25-36 Morelos?... ¿Eh? ¿Con el dos, cinco, tres, seis?”, “Sí... Sí, señor...”, contestan.

-¿Con la casa de don Ángel Bontempo?...

-Sí... Sí, señor...

-¿Usted es don Ángel?... ¿Usted es el señor Bontempo?...

-Sí... Sí, señor... ¿Quién habla?

-¡Ah!, vea, señor, lo molestábamos para que nos haga un pequeño favor...

-Pero... ¿quién habla?...

-Del Observatorio Climatérico de Tacubaya, señor. Lo llamábamos, señor, para preguntarle si llueve...

“El señor Bontempo se hunde en una laguna de estupor”, no le salen las palabras, su cara se vuelve roja y aunque los bromistas no lo ven, se dan cuenta del enojo.

-No se agite, señor... Disculpe... Buenas noches...

El bromista que quiso ligar y murió en el intento

Llevándolo a una comparación gráfica y de actualidad podría decirse sin exageración que el bromista pertenece a la categoría de los asaltantes, se afirmaba en Cosas de la vida cotidiana: Las Bromas Telefónicas, texto publicado en 1926. Crédito EL UNIVERSAL Ilustrado.  

“Y el buen señor retorna a su alcoba madurando más de un proyecto homicida… no explicándose cómo aún no se ha inventado el procedimiento que permita descerrajar un balazo en la boca del teléfono y vaya a vengar aquel mal rato. Una vez en la habitación, su esposa, sin el menor asomo de ensañamiento, inquiere: ¿Quién era?”.

El señor Ángel Bontempo, amputada su natural corrección en el lenguaje, lanza estas palabras que ruedan por la alcoba como una detonación: ¡Unos canallas!... Y luego de haber masticado un rosario de maldiciones, el buen hombre se duerme en la paz de los justos, remata el texto de 1926.

Con un insipiente número de líneas telefónicas en los años 20, el texto de Carlos Ocampo hace referencia a las llamadas falsas de auxilio, pero, “no entraremos por cierto aquí en detallar las maniobras de esos infames que consideran una broma requerir telefónicamente los servicios de la Asistencia Pública, y de los bomberos. Únicamente espíritus brutalmente malvados pueden concebir esto como una gracia”.

A más de 90 años de la publicación de dicho escrito, hoy en día las llamadas falsas a números de servicios de emergencia siguen presentes, más de lo que quisiéramos. Según un reporte del Gobierno de la Ciudad de México, de las cerca de 40 mil llamadas registradas cada día, 35 mil son llamadas falsas al 911. En el artículo 15, fracción VII, de la Cultura Cívica capitalina se establece que quien solicite servicios de urgencias médicas, rescate o policiales sin necesitarlos se hará acreedor a multas equivalentes de 21 a 30 veces la Unidad de Cuenta vigente en la Ciudad de México (de $1,585 a $2,264) o arresto de 25 a 36 horas.

En nuestra foto principal vemos a un hombre sosteniendo en una mano una botella y en la otra el auricular del aparato telefónico. Con claro gento de enojo, el sujeto amenaza con la botella al teléfono como muestra de cansancio ante las constantes bromas telefónicas.

Slide:

En 2016 la cantante Belinda participó junto a los Los Jonas Vloggers en el reto de "Bromas telefónicas", donde la intérprete intervino varias veces para lograr que las víctimas no colgaran el teléfono.

Foto:

EL UNIVERSAL ILUSTRADO.

Fuentes:

Cosas de la vida cotidiana: Las Bromas Telefónicas

, texto de Carlos Ocampo, publicado en EL UNIVERSAL ILUSTRADO, 11 de noviembre de 1926. Apuntes para una historia de la telecomunicación en México , de Armando Martín Ibarra López, Departamento de Estudios de la Comunicación Social, Universidad de Guadalajara. Belinda cumple reto y hace broma telefónica, EL UNIVERSAL junio 2016. finanzas.cdmx.gob.mx