Texto: Carlos Villasana y Ruth Gómez.
Fotografía actual: José Antonio Sandoval Escámez
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Miguel Ángel Garnica.
Con la primavera también entró la temporada de pre-campañas, intercampañas y el arranque oficial de las mismas para la Presidencia de la República, en la que es común que escuchemos propuestas políticas a la par de “dimes y diretes” sobre los candidatos y atestiguamos mediante cápsulas televisivas o radiofónicas llenas de vitoreos o chiflidos, las declaraciones que los contendientes.
La semana pasada, tanto los candidatos actuales como el Instituto Nacional Electoral expresaron que reprobaban todo acto de violencia ante cualquiera de ellos, ya que históricamente, nuestro país ha visto como presidentes y candidatos son heridos o pierden la vida en la contienda electoral.
Por ello el órgano institucional antes mencionado ya está elaborando un Protocolo Nacional para su seguridad y que no se originen situaciones tan lamentables como el de Álvaro Obregón, Luis Donaldo Colosio o el caso del ex presidente Pascual Ortiz Rubio, quien fue agredido a tan sólo unas horas de haber rendido protesta para ejercer, oficialmente, el cargo.
Ortiz Rubio, oriundo de Michoacán, fue un político que estuvo activo en el período que se conoce como “Maximato” (1928 a 1934). Durante los gobiernos de Plutarco Elías Calles y Emilio Portes Gil, fungió como diplomático del país en Alemania y en Brasil, regresando a México para el comicio presidencial de 1930, del que resultó elegido como representante del Partido Nacional Revolucionario.
Esta decisión desconcertó a ciertos sectores de la sociedad, ya que su principal oponente era José Vasconcelos y a diferencia de él, Ortiz Rubio no gozaba de popularidad o reconocimiento social, ya que había pasado una larga temporada trabajando en el exterior. Sin embargo, fue seleccionado ya que sería más “dócil” con el régimen callista que otros personajes del momento.
Así fue como empezó su campaña y tras resultar victorioso en las urnas el 17 de noviembre de 1929, Pascual Ortiz Rubio se encaminó a tomar posesión del título el miércoles 5 de febrero de 1930. De acuerdo a la cobertura que esta casa editorial realizó de aquél día (publicada un día después), por la mañana todo parecía perfectamente organizado.
El interior de la casa del mandatario, en la esquina de las calles de Veracruz y Durango, estaba adornada con arreglos florales que se habían mandado a hacer especialmente para la ocasión por jardineros de Xochimilco, Milpa Alta e Iztapalapa -que en ese momento constituían el “catorceavo distrito” de la capital-, mismos que levantaron una portada en “la terminación de la escalinata cubriendo el arco de la terraza. En breve fue terminada esa preciosa obra, los jardineros prendieron con sabia presteza, flores de brillantes colores y formaron la leyenda honor al Presidente. En tanto, otros jardineros colocaron en el arranque de la escalera, dos grandes jarrones formados con alelíes blancos, claveles rosas, razocielos, pincelillos y margaritas”.
Los arcos del interior se ornamentaron con tiras de festón del que pendían flores con los colores de la bandera y como el acto se celebraría en Palacio Nacional a mediodía, todos estaban esperando la salida del mandatario con sus mejores trajes, desde el personal que ayudaba en la casa como la guardia que lo custodiaría a él y a su equipo en el recorrido.
El relato del diario hace hincapié en que la organización era perfecta, el Presidente iba a bordo de un Lincoln seguido por su equipo más cercano; salieron de su casa sin contratiempo y eran observados por decenas de personas desde la calle o asomados por las ventanas o azoteas. Rápidamente llegaron al Centro y una vez en frente de la Catedral Metropolitana, ya los esperaba una multitud que lo vitoreaba y lo recibía “con aplausos”. Ese afecto -o respeto hacia el nuevo presidente-, fue correspondido por Ortiz Rubio descubriéndose y saludándolos desde el vehículo.
"Fuerzas del Regimiento de Guardias Presidenciales que escoltaron ayer a los vehículos que condujeron a los Embajadores a Palacio", ellos junto a un Batallón de las Fuerzas Armadas montaron doble valla desde las puertas de Palacio Nacional, la calle de Madero hasta la Avenida Juárez, para "garantizar" la seguridad del "Primer Mandatario"; sin embargo, fueron burladas exitosamente por Daniel Flores. Archivo Hemerográfico EL UNIVERSAL.
El ingeniero Pascual Ortiz Rubio protestando como Presidente de la República, en 1930. Archivo Hemerográfico EL UNIVERSAL.
Se describe que Palacio Nacional lucía “pomposo”, con el color tricolor por todas partes, resaltando en los balcones y los patios. Todos los salones que lo integran estaban relucientes, abiertos para los invitados de honor -empresarios, diplomáticos, políticos y familiares- y para quienes cubrían el evento, todos en espera de su discurso de aceptación y a tener la fotografía obligada de este importante hecho, que en ese entonces, se acostumbraba a realizarse el 05 de febrero para conmemorar la expedición de las Constituciones Políticas de 1857 y la de 1917.
Sin embargo, las primeras planas del día siguiente poco mencionaron sobre el discurso del Presidente, no por falta de interés o de atención, sino por el intento de homicidio que Daniel Flores Gutiérrez efectuó contra el Presidente. En la entonces llamada “circular telegráfica” (hoy, comunicado de prensa) el Secretario de Gobernación y precedente del cargo, Emilio Portes Gil, anunciaba que “el C. Presidente Constitucional de la República, Ingeniero Pascual Ortiz Rubio, fue agredido a balazos por un individuo (...), quien le disparó seis tiros, lesionándolo levemente en el maxilar derecho y causando también heridas de poca importancia a su esposa y a una sobrina suya. El agresor está preso y será puesto a la disposición de las autoridades.”
Ortiz Rubio se dirigía a su casa y todos al interior del auto resultaron levemente heridos, el Presidente presentó una astilla en la mandíbula, lugar donde se alojó la bala y por esa razón tuvieron que practicarle una cirugía en la Cruz Roja. Su esposa, el chofer y su sobrina no requirieron de ninguna intervención quirúrgica. En seguida de la operación, Portes Gil comunicó que el Presidente se encontraba en un estado completamente satisfactorio: “después que le fue practicada la operación respectiva por los médicos que lo atienden, estuvo dictando a su Secretario.”
La noticia causó gran revuelo a nivel nacional e internacional, sobre todo en Estados Unidos. En nuestro país fue profunda la indignación de diversos sectores de la población, demostrando su reprobación ante el atentado con protestas -declaraciones- públicas: desde campesinos, trabajadores, diputados del estado de Michoacán, jóvenes y del mismo clero.
Este diario escribió, en su sección editorial, que condenaba “enérgicamente el atentado y se congratula de que el señor Presidente Ortiz Rubio haya salido con vida de la ignominiosa asechanza. Seguros estamos, por lo demás, de que los ciudadanos todos, las fuerzas vivas y activas del país, cuánto México encierra de consciente, de sano, de fuerte y lleno de fe en el porvenir y en los destinos de la patria, apoya y rodea en apretado núcleo al Jefe del Ejecutivo, a efecto de que el Gobierno Constitucional apenas ayer creado afronte -como el propio alto funcionario hubo de expresarlo en su mensaje- “la responsabilidad de entrar de lleno en la fase constructiva de la Revolución”.
Cobertura del diario “News of the World” del atentado contra el Presidente. Archivo Hemerográfico EL UNIVERSAL.
Escribió un reportero al escuchar la noticia entre el tumulto, el joven Daniel Flores Domínguez, con apenas 25 años había disparado toda la carga de su pistola al Presidente. Rápidamente fue capturado por el motociclista Emilio Sanmillán y puesto a disposición de sus superiores para que establecieran el periodo que iba a durar preso.
Retrato Emilio Sanmillán. Archivo Hemerográfico. EL UNIVERSAL.
Daniel era originario de Charcas, San Luis Potosí y era un ferviente seguidor de José Vasconcelos. Llegó a la capital unos días antes de la toma de protesta y, se dice, que para realizar su acto se alojó en uno de los hoteles más lujosos de la capital a la vez que compraba los más finos trajes. La decisión la tomó ya que, como muchos de los vasconcelistas, estaban en contra de los resultados de la elección, calificándolos de corruptos.
Estuvo a la espera de la salida del automóvil de Palacio Nacional para después descargar su pistola, tras su detención, lo condujeron al interior. Hay versiones encontradas de lo que pasó con él una vez en manos de las autoridades, pero el gobierno siempre dijo que era un joven que defendía sus ideales y que a pesar de ello siempre se le “cuido y trató bien”.
Sólo pasaron dos años para que el joven perdiera la vida. El 23 de abril de 1932, según los celadores de la penitenciaría en la que se encontraba, José Yáñez, quien pasaba el turno a Lauro A. Cabrera “a la hora de hacer cambio de servicio de la Crujía A, siendo las nueve horas y al hacer el recuento de los reos al C. celador que se presentó a relevarme, llamé por el postigo varias veces al reo Daniel Flores González, sin que este me contestara como en otras ocasiones; por lo que requerí la llave de la celda número 57, ocupada por el mismo y al abrir la referida celda y al acercarme a la cama y al hablarle varias veces sin tener respuesta alguna, opté por moverlo a fin de que me contestara, habiendo notado que se encontraba muerto al parecer”.
El Gran Diario de México dio a conocer la muerte de Daniel Flores en pequeño texto, donde comentaban que tuvieron la oportunidad de ver su cuerpo, que lucía sin moretones y tenía un aspecto “arabesco” por el largo de su barba y su cabello. Archivo Hemerográfico EL UNIVERSAL.
Murió a los 26 años mientras dormía, por congestión pulmonar e insuficiencia mitral, según los reportes de la penitenciaría su estado de salud decayó poco después de haber sido encarcelado y que el paciente, Daniel, no aceptaba el tratamiento que los médicos le sugerían y que “muchas veces” tenían que amenazarlo con ponerle una camisa de fuerza para que pudieran administrarle medicamentos y también para hacerlo comer: “hasta el último momento, Daniel Flores dio muestras de indomable voluntad”. Los celadores complementaron las declaraciones a sus superiores diciendo que Daniel nunca se había retractado, negado o arrepentido de su crimen y que tampoco se inmiscuía en líos con otros reos. Simplemente aceptó sus consecuencias.
Irónicamente, el destino hizo que en febrero de ese mismo año, Pascual Ortiz Rubio renunciara a la Presidencia, exponiendo como motivos principales su salud y su insuficiencia para llevar a cabo todos los planes que el país necesitaba para salir de la crisis política en la que estaba envuelto. Aceptando que no tenía la fuerza política necesaria, cedió su puesto a Abelardo L. Rodríguez, quien tomó posesión el 3 de septiembre de 1932.
La cobertura que realizó este diario en esa época respondía a la conmoción que había provocado que justo el día de la toma de protesta, el presidente sufriera dicho atentado y además, haber sobrevivido y ejercido el cargo; seguramente fue un evento que lo marcó en lo personal y sin duda afectó su mandato. Después de renunciar, Pascual Ortiz Rubio regresó a apoyar a Lázaro Cárdenas a la cabeza de PETROMEX y murió en 1963.
A pesar de los años transcurridos y que estas noticias pueden parecer “de telenovela”, eventos como este -y otros llenos de violencia que no tienen nada que ver con las candidaturas- siguen siendo una realidad. Desde EL UNIVERSAL esperamos que no sólo los candidatos, sino también todos los ciudadanos del país, podamos recuperar la tranquilidad que sólo se tiene en un país seguro.
En nuestra fotografía principal observamos al Presidente Pascual Ortiz Rubio dirigiéndose a un automóvil, aún en recuperación por el atentado que sufrió al inicio de su mandato. Archivo Fotográfico EL UNIVERSAL.
La imagen comparativa de este texto corresponde a la residencia del ex-presidente Pascual Ortiz Rubio, ubicada en la esquina de las calles de Veracruz y Durango. Archivo Hemerográfico EL UNIVERSAL.
Fotografía antigua:
Archivo Hemerográfico EL UNIVERSAL.
Fuentes:
Archivo Hemerográfico EL UNIVERSAL.