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Texto y fotografía: Nayeli Reyes
Diseño web:
Miguel Ángel Garnica
Fabián tiene cara de estar perdido, no ha pisado esas tierras en una década, pero sus pies reconocen los atajos del bosque, andan decididos tras los primeros años de su vida en esa villa olvidada llamada Atlantis, donde seres acuáticos de comportamiento extraño habitaban un océano de concreto entre avenidas, barrancas, árboles y matas.
Atlantis era una de las principales atracciones de Chapultepec en los 80, este parque marino se volvió un símbolo: la gente del barrio aún conoce por este nombre a toda la Tercera Sección del Bosque, donde también estaba el balneario La Ola, el foro Cri-Cri, los juegos infantiles y un enorme trozo boscoso.
Para Fabián la Tercera Sección era como el patio de su casa.
“Atlantis para nosotros es como una sinécdoque: la parte por el todo. Entonces decíamos ‘vamos a Atlantis’ era ir hacia esa zona, porque no necesariamente era entrar a ver los espectáculos de los animales marinos, ir a Atlantis era ir al parquecito”, cuenta Fabián Bonilla, quien creció con los delfines como vecinos.
En la explanada de la Tercera Sección, la estatua solitaria de Alfonso Reyes observa ese universo de cemento: aún queda la estructura cadavérica de las resbaladillas y las figuras de animales descoloridos posan como momias entre las bancas del jardín, acompañadas de algunas botellas alcoholizadas.
Estructuras abandonadas de la Tercera Sección.
Hay que esforzar la imaginación para comprender que el montón de tablas que se observa al fondo es un gimnasio de los de antes. El saqueo de la zona no perdonó ni a Cri-Cri, cuya figura metálica fue arrancada del escenario, junto con toda la orquesta de animales que lo acompañaban.
Los toboganes del balneario simulan ser un basilisco muerto entre hierba y charcos de lluvia. Enfrente, el extinto delfinario ahora está cautivo por láminas y alambre de púas. No hay nadie cerca, sólo un par de recolectores de fierro viejo. En el camino Fabián dice que se rumora la existencia de una bruja en la barranca. Así empiezan las películas de terror…
Un bosque con océano
Tras el éxito del primer delfinario del país, construido en la carretera México-Querétaro en 1968, el gobierno federal y la Secretaría de Pesca construyeron uno en Chapultepec. Sin embargo, a finales de los setenta éste cerró a causa del mal funcionamiento. Años después reabrió bajo responsabilidad de la iniciativa privada.
Así, en 1981 algunos habitantes del mar se mudaron a Chapultepec: la empresa Convivencia Marítima, S. A. (Convimar), propiedad de Jorge Hank Rhon, obtuvo una concesión para consolidar una pequeña ciudad acuática en ese terreno frondoso, operaba negocios parecidos en el bosque de San Juan de Aragón, en Reino Aventura, Cici en Acapulco y Selva Mágica en Guadalajara.
México visto desde las alturas, Fomento Cultural Banamex.
En una alberca con paredes de cristal que funcionaba como casa y escenario, los delfines Calipso, Chispa y Neptuno enloquecían con trucos a los niños que nunca habían estado cerca del océano. En tanto, Micki y Tatiana, dos lobos marinos, saltaban aros y equilibraban una pelota en la nariz a cambio de sardinas.
Además, los visitantes podían observar 17 acuarios de peces diferentes y en la “Gruta Marina” se exhibían esqueletos de delfín y lobo marino, el cráneo de una ballena, así como un cerebro de delfín comparado con el humano.
En los estantes del fondo se pueden observar cerebros.
En un teatro algunas cacatúas y papagayos perturbaban a la naturaleza al cambiar sus alas por triciclos. Por esas rutas también rondaba “Popeye”, un personaje que platicaba y jugaba con los niños. Luego, en 1983 se incorporó Aqua Circus, un espectáculo de fuentes donde los chorros iluminados danzaban ágilmente al ritmo de la música.
“Había escenarios que te daban la idea de que había como una diversidad de animales marítimos, no sólo los que te podías encontrar en la piscina, sino osos polares, pingüinos, igual no sé si eran figuras o si en algún momento vi un pingüino por ahí, caminando, pero había ese tipo de escenografías que invitaban a la imaginación y a recrear ambientes marítimos”, cuenta Fabián.
Popeye organizaba concursos con los niños.
Publicidad de Atlantis en los 80. Esta zona era una opción para quienes no podían salir de vacaciones fuera de la ciudad.
Los ecosistemas se mezclan en su memoria, él recordaba haber visto una ballena dentro de Atlantis cuando era niño, pero lo duda después de ver las diminutas dimensiones de la alberca tras las tablas que ahora acordonan el lugar, “podría ser ya una especie de recuerdo montado o mutante”, afirma.
En 1983 Atlantis anunció que aumentarían el espectáculo con una ballena y un esqueleto de esta misma especie que les regalaría la Secretaría de Pesca. Sin embargo, es posible que no se haya concretado debido a los altos costos que representaba fabricar un hábitat para ese monumental tamaño, Convimar se enfrentó a muchas complicaciones cuando llevó a Keiko a Reino Aventura en 1986.
Una gran diversidad de especies se podían conocer en Atlantis. En su momento también acudían estudiantes para hacer tesis.
Las instalaciones especiales y los cuidados de los animales representaban una gran inversión que se reflejaba en el costo de la entrada al establecimiento, la cual difícilmente podían pagar los sectores populares. En 1988 el gerente de la empresa admitió a EL UNIVERSAL que la mayoría de los visitantes eran de clase media y alta.
En los primeros tres días de las vacaciones de ese año, aproximadamente dos mil 500 personas asistieron al recorrido completo de Atlantis, los adultos pagaban siete mil pesos (de los de antes), los niños seis mil. Por dos mil 200 pesos podían ver sólo el espectáculo de delfines.
Los visitantes de Atlantis también podían divertirse en otras atracciones como La Luna Loca (un colchón de aire para brincar), juegos de destreza, palapas y la tienda de souvenirs.
En los recuerdos de Fabián los delfines sí nadan nítidamente: “siempre me llamó la atención mucho la textura de la piel, como que te imaginabas, a pesar de la distancia, poder tocarlo… ya como adulto soñaba precisamente los espectáculos, sobre todo la posibilidad de tocar esa piel, que para mí era algo muy especial, era entre suave pero resistente…una especie de seda”, narra mientras acaricia con sus manos a un ser imaginario.
Algunos espectadores podían acercarse a palpar al cetáceo, oportunidad que nunca tuvo Fabián en las pocas veces que entró al espectáculo, aunque sí fue salpicado con la majestuosidad de esas especies sólo vistas en la televisión.
Convimar hacía excursiones anuales a Baja California para atrapar nuevos delfines y a otras aguas, para conseguir lobos de mar.
En 1983 Atlantis recibía cerca de 60 mil visitantes en meses normales, casi tres veces más durante las vacaciones. Fotos: Colección Carlos Villasana
El esplendor no llegó al nuevo siglo, pese a todos los recursos que se invirtieron en remodelar Atlantis en 1987, a finales de los 90 el lugar ya no era lo que fue en su momento. La gran ciudad náutica terminó por ahogarse, junto con toda la Tercera Sección.
La caída del imperio acuático
El lado turbio de Atlantis se desbordó en el siglo XXI. A partir del 2000 dejó de funcionar con normalidad, en el 2009 el negocio dio un giro: ofrecía delfinoterapias, o bien, rentaba a los animales para fiestas infantiles. Luego, en el 2012 inició una remodelación que nunca terminaría. Tres años después circularon en redes digitales imágenes que evidenciaban las malas condiciones de los mamíferos en las instalaciones: nadaban en aguas verdes.
Las instalaciones de Atlantis hoy están abandonadas.
Ese mismo año inició un procedimiento administrativo-jurídico para recuperar los 30 mil 417 metros cuadrados concesionado a Convimar en la Tercera Sección, el cual a la fecha no ha concluido. Ante un posible desalojo en el 2017 Atlantis entregó voluntariamente a la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) el resto de su población oceánica: tres lobos marinos hembras.
A finales de ese año, la Suprema Corte de Justicia de la Nación prohibió la utilización de animales en espectáculos itinerantes. Ahora en la Ley General de Vida Silvestre se contempla que los mamíferos no pueden usarse con fines comerciales, su captura sólo se justifica para investigación. Así, Atlantis se hundió por completo.
Cuando Fabián era niño no se cuestionaba si estas especies realmente estaban en su hábitat y dejó de frecuentar la zona porque la Universidad absorbió su tiempo. Ahora, como doctor en Ciencias Sociales por la Universidad Autónoma de México, ve el espacio pequeño y más complejo: el lugar está en la mira de intereses privados.
A su parecer la degradación de toda la Tercera Sección fue por dos factores: el nulo apoyo de las autoridades y la rapiña de los vecinos: “no hay una cultura ciudadana o cívica que permita también procurar y llamar la atención para el rescate de este tipo de espacios”.
Sutilmente la Tercera Sección se convirtió en “el estacionamiento de la burocracia”, explica Fabián, pues las instituciones gubernamentales cercanas se apropiaron de parte del espacio; aunado a esto, el acceso al bosque se complicó para los peatones cuando Constituyentes se hizo una vía rápida.
Diversas instancias aprovechan el estacionamiento. La zona actualmente se considera insegura por la poca afluencia de personas y la cercanía con las barrancas.
Además de la importancia ambiental, expone Fabián, la Tercera Sección también tiene un valor social para quienes lo habitan: “muchos de nuestros recuerdos de momentos gratos con la familia sucedieron ahí con amigos, entonces también eso es un riesgo, que de repente desaparezcan un lugar que es simbólico, que es importante por lo menos en tu propia historia”.
“¡Mi infancia arruinada!”, exclama Fabián, luego le da la espalda al fragmento de estacionamiento-bosque abandonado y avanza silencioso, hacia el tráfico detenido de avenida Constituyentes, lejos de las resonancias de vidas pasadas que ahora habitan ese espacio fantasmal.
Este año se anunció la rehabilitación de la Tercera Sección del Bosque de Chapultepec. El Plan Maestro 2018-2023 contempla intervenir las 243 hectáreas.
En el 2016, la Secretaría del Medio Ambiente (Sedema) publicó la “Convocatoria para Participar en el Proyecto Ambiental, Cultural, Arquitectónico y Sustentable para Reutilizar un Predio de la Tercera Sección del Bosque de Chapultepec”. Comités ciudadanos denunciaron opacidad en la misma, la dirección del predio no existía.
Fotografías antiguas:
Archivo EL UNIVERSAL.
Fuentes:
Hemeroteca EL UNIVERSAL. “Manual para el manejo y cuidado de los delfines nariz de botella en cautiverio, realizado en el parque acuático Atlantis” de Carlos Servin (1998), UNAM. Entrevista testimonial al doctor en Ciencias Sociales, Fabián Bonilla, quien fue vecino del lugar.