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Texto: Nayeli Reyes
Fotografía actual:
Antonio Sandoval Escámez
Diseño web:
Miguel Ángel Garnica
Desde muy temprano los popotes merodean por las banquetas. Algunos madrugadores acompañan a los apresurados “Godínez” que aspiran peligrosamente atoles o cafés entre la multitud del transporte público; otros naufragan en jugo de naranja o pasean en un carrito acalorado, buscando bebedores de tepache o raspados ; también se sumergen en botellas de refresco en el puesto de “Doña Pelos” o luchan por llevar el espeso café a través de la crema batida del frappé.
Cada uno de estas pajitas plásticas terminará en la basura y permanecerá en este mundo cerca de cien años, más que la persona que lo llevó a su boca. De acuerdo con el Foro Económico Mundial este utensilio es uno de los principales habitantes en las islas de basura que flotan en el mar y, de seguir con los mismos hábitos de consumo, en el 2050 podría haber más plástico que peces en el océano .
En otras partes del mundo este eterno acompañante de las bebidas también es conocido como pajilla, pajita, sorbete, sorbeto, cañita, pitillo, carrizo, absorbente, bombilla o calimete. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.
Los primeros popotes
que se conocen fueron utilizados para degustar una especie de cerveza hace unos ocho mil años en Mesopotamia (evidentemente no eran de plástico). José M. Mulet, especialista del Instituto de Biología molecular y celular de Plantas, explica que los sumerios hacían una bebida con cebada o trigo de Emmer, no siempre se separaba el cereal del líquido obtenido, por lo cual se ingería directo del contenedor con unos tubos.
Renee Gonzales y Suzanne Munguia, investigadores de la Universidad Estatal de Arizona, cuentan que a finales del siglo XIX en Estados Unidos Marvin Stone, un fabricante de cigarrillos, deseaba dar un mejor sabor a una bebida llamada “Mint Julep”, ésta se tomaba a través de pajillas que en esa época eran de plantas silvestres huecas y dejaban un sabor a hierba en la boca.
Escena de Mesopotamia. Las dos figuras de la derecha beben cerveza a través una paja. Foto: Especial.
Así, en 1888 Stone patentó una paja artificial de papel cubierta con parafina o similares a prueba de agua que no afectaba el sabor de los líquidos: “el objetivo de mi invención es proporcionar un sustituto barato, duradero y no objetable para las pajuelas naturales comúnmente utilizadas para la administración de medicamentos, bebidas, etc.”, escribe.
Luego, el plástico también imitó a la naturaleza a principios del siglo XX, cuando Joseph Friedman creó tubos flexibles de este resistente material para beber con mayor comodidad, sin inclinar el cuello sobre los vasos y de paso inventó el instrumento con el que los amorosos gringos darían la prueba de amor definitiva: compartir una malteada.
Primer modelo de Stone. El inventor recomendaba que el artefacto fuera teñido en imitación a la paja natural. Foto: Oficina de Patentes de Estados Unidos.
En 1936 Friedman hablaba de la necesidad de fabricar su invención a partir de materiales distintos a los tubos de papel utilizados hasta entonces. Hasta 1948 menciona explícitamente el plástico. Foto: Oficina de Patentes de Estados Unidos.
La campaña para usar popotes
La palabra “popote” deriva del náhuatl popotl . En México, además de ser una herramienta para sorber líquidos, también se le llama así a la paja utilizada para hacer escobas. Ya en los 60 abundaban los malos chistes protagonizados por este artilugio: “te juro que me he retirado de la bebida desde hace un mes... Ahora la tomo con popote”, se lee en EL UNIVERSAL.
En 1942 rondaba por las páginas del periódico una advertencia contra el contagio de males como la tuberculosis: “¡Más vale prevenir que lamentar! Evítese contagios de enfermedades, tomando siempre sus refrescos con Popote: ¡Pídalos!” o “Defiéndase por todos los medios higiénicos contra la tuberculosis. Use Popotes para beber refrescos . Exíjalos.”
La tuberculosis
, de acuerdo con la doctora Norma Galdámez, del Departamento de Salud Pública de la UNAM, es una enfermedad infecto-contagiosa causada por Mycobacterium tuberculosis (una bacteria que casi siempre afecta a los pulmones) y se transmite por vía respiratoria : si la persona tiene la capacidad de expectorar bacterias contagia este padecimiento cuando tose, a través de la saliva o incluso al hablar .
Campaña contra la tuberculosis difundida en 1942. Nadie firma la propaganda.
Entre las recomendaciones actuales para prevenirla se incluye: identificar y controlar a las personas enfermas, evitar lugares muy concurridos e impedir el hacinamiento, pero los popotes específicamente nada tienen qué ver, afirma la especialista: “la persona al estar hablando sin ni siquiera tener contacto con popotes es capaz de transmitir la enfermedad”.
La medida, explica la experta, quizá era por la carencia de conocimiento : “tal vez se pensaba que era por la transmisión al compartir alimentos, botellas o los utensilios con los que se alimentan, pero en realidad, ya con los estudios actuales, pues eso está totalmente descartado”.
En 1932 Sánchez Filmador ya sospechaba de las ocurrencias modernas: “…ahora tenemos agua de sifón, el agua electropura, y sin embargo, a mí se me figura que no hay ni más ni menos sarampión, ni más ni menos fiebre tifoidea que cuando no teníamos ni la idea, ni nadie armaba gresca con que el agua podía contaminarse y sin preocupación podía tomarse un vaso de agua fresca de horchata, tamarindo, chía o limón aunque no había de chico ni zapote, ni se servían tampoco en garrafón, ni se tomaban con ningún popote”, escribió en EL UNIVERSAL.
Vida cotidiana en los 80. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.
Carmen Velázquez no recuerda el momento exacto en que decidió disminuir en lo posible el uso de plásticos , en especial de los popotes. No es sencillo, pero siempre que los rechaza tiene en mente imágenes que ha visto últimamente en redes digitales donde se evidencia la contaminación por este material, como un video donde le extraen a una tortuga una pajilla atorada en su fosa nasal .
“No, así sin popote”
Tortuga es socorrida la bióloga Christine Figgener y su equipo en el 2015. Foto: Tomada del video que circula en redes sociales.
Un día Carmen compró un jugo en la calle, ante la imposibilidad de evitar también el vaso plástico pidió que no le pusieran popote, cuando le quitó la tapa parte del cítrico se desparramó en sus piernas, algunas carcajadas se escurrieron también y le ofrecieron la pajita que ella volvió a evadir aún frente al desastre.
“Por lo de las tortugas…” dijo con sarcasmo una voz ácida que rondaba el lugar. “Pues sí, por las tortugas y los peces y la tierra . Aunque se rían. Sé que mis esfuerzos son simbólicos, pero yo sé que sirven”, afirma Carmen.
“La especial de París”, antiguo local de malteadas en la Ciudad de México. Foto: EL UNIVERSAL.
De acuerdo con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, se calcula que si una persona utiliza popotes con regularidad , a lo largo de su vida habrá aspirado a través de 38 mil unidades, aproximadamente.
Las pajillas son sólo una parte del problema. Según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) en los últimos 50 años la producción mundial de plásticos se multiplicó 20 veces, la cifra asciende a cerca de 320 millones de toneladas, de las cuales ocho millones ahora naufragan en mares y océanos .
La costumbre de no usar popote. Décadas 70 y 80. Archivo EL UNIVERSAL.
“Siempre se ha usado popote”
, dice Joel Bautista, quien ha vivido durante 32 años rodeado de frutas en “Jugos Coco”, un negocio familiar que ha atestiguado por casi cuatro décadas las costumbres de los chilangos desde el Mercado de Jamaica: “ya mucha gente dice no, le ofrecemos y dice ‘no, así sin popote’, pero eso es hasta apenas”.
En el local nunca han visto pajillas de algún material distinto al plástico . Cada semana compran cerca de dos mil, aunque desde principios de este año Joel ha visto que al menos el 50 por ciento de su clientela ya no las toma.
Si en algún momento los prohíben él ya tiene en mente buscar otras opciones, ha escuchado de sustitutos de papel o de hueso de aguacate, pero no los ha visto a la venta. Aunque algunas personas consideran a la pajilla una extensión de la bebida o una extremidad extraviada de su cuerpo, para el experto en jugos, en realidad son prescindibles.
Fotografías antiguas:
Archivo EL UNIVERSAL.
Fuentes:
Archivo EL UNIVERSAL. Oficina de Patentes de Estados Unidos. Gonzales, Renee & Munguia, Suzanne (1995), Inventions. Mulet, José (2012), “Historia contra la quimiofobia alimentaria” en Anales de química.