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Texto: Carlos Villasana y Ruth Gómez
Fotografía actual:
Carlos Villasana o Nayeli Reyes
Diseño web:
Miguel Ángel Garnica
En el libro "El tiempo repentino", Héctor de Mauleón narró que el 13 de marzo de 1878 un representante de "los aparatos telefónicos Bell" llevó a cabo el primer intento de llamada entre dos ingenieros mexicanos que lo auxiliaron para sustituir al aparato telegráfico por el telefónico.
Ángel Anguila, uno de los dos ingenieros relató para “El siglo XIX” que escuchó sin problema alguno a todos los que en ese momento estaban en la casa de Cristóbal Ortiz: "nuestra conversación duró como una hora, y fue una verdadera satisfacción para todos los concurrentes." Un par de días después, el mismísimo Porfirio Díaz estaba escuchando desde Cuautitlán las notas del Himno Nacional provenientes de una banda en la Ciudad de México.
Cuatro años después se estaba inaugurando la Compañía Telefónica Mexicana; sin embargo, el aparato que permitía comunicar a una persona con otra sólo estaba disponible para la clase alta porfiriana: una suma de 200 teléfonos distribuidos entre políticos, empresarios, oficinas gubernamentales o grandes almacenes.
En el Porfiriato, el servicio telefónico era un lujo, por lo que exigía todas las medidas de seguridad posibles. Colección Villasana-Torres / Libro “Telefonía en México”.
Ya para el siglo XX, el teléfono era parte de la vida cotidiana de la capital. En anuncios publicitarios de finales de los años treinta, se informaba sobre las ventajas de contar con uno en casa ya que un hogar sin teléfono era como “una fortaleza inaccesible”.
Telefonista de 1914.
La segunda compañía telefónica que operó en el país fue la L.M. Ericsson, cuyas labores arrancaron en 1907 con 500 suscriptores. Por varias décadas, la compañía mexicana y la sueca fueron las principales proveedoras del servicio telefónico, pero cincuenta y un años después, el 19 de agosto de 1958 se anunció que la compañía telefónica Ericsson cesaría sus funciones.
Teléfonos de México regresó a manos de capital mexicano y con mucha motivación, se apostó por el desarrollo tecnológico y de las comunicaciones. Tanto así que para 1962, la American Telephone and Telegraph Co (ATT) dijo que “México ocupaba el séptimo lugar de importancia en cuanto a desarrollo tecnológico y el primero en todo el continente americano”.
Aunque había sido requisada por el gobierno en 1915, debido a sus conflictos laborales, la Compañía Telefónica y Telegráfica Mexicana no parecía perder la batalla contra su rival. Colección Villasana - Torres.
Independientemente de la compañía que estuviera al mando del servicio, las llamadas telefónicas se lograban gracias a un grupo de personas que conectaban a otras dos en diferentes sitios a través de un cable y dos clavijas. A pesar de que no se cuenta con un año exacto que nos hable de la “aparición” de las y los operadores telefónicos, lo cierto es que hasta la segunda mitad del siglo pasado eran necesarios para la realización de negocios, para que las familias platicaran o para auxiliar a migrantes, que estaban en países que no tenían el español como lengua, para comunicarse con sus seres queridos.
Martha Navarrete fue operadora telefónica bilingüe durante 28 años, fruto de su esfuerzo y constancia. La vida la llevó, sin buscarlo, a cumplir el sueño que tenía desde niña: viajar por el mundo y hablar inglés.
Martha regresó a México tras una dura experiencia laboral en Estados Unidos, país al que migró sin saber el idioma pero del que volvió sabiendo lo “básico” gracias a sus pláticas con otras mujeres en la lavandería a la que llevaba la ropa del hogar para el que trabajaba “a pesar de que yo era joven, allá descubrí que los de mi edad se burlaban por mi pronunciación, un poco más grandes no me ayudaban y bueno, en la lavandería siempre había señoras más grandes y me empecé a acercar a ellas y supongo que les di ternura, curiosidad o algo y me tuvieron paciencia”.
Ya en la ciudad, Martha tuvo que encarar la situación que la había orillado a salir del país en primera instancia, el ser la hija mayor de una familia donde, a la vieja usanza, se pensaba que la mujer no debía de trabajar. Acostumbrada a estar activa y motivada por la oportuna pregunta de uno de sus vecinos -“oye ¿tú no hablas inglés? Están contratando operadoras bilingües”- tomó camino hacia la compañía Ericsson.
Sintió que mintió un poco debido a que su nivel de inglés no era el que la empresa necesitaba, pero sabía que si se lo proponía lograría hablar con fluidez. Pasó las pruebas, tomó las capacitaciones y aunado al apoyo de sus instructoras obtuvo, después de dos o tres años laborando, su plaza permanente.
En las capacitaciones tenía que tomar cursos de inglés, aprenderse los códigos que identificaban a cada país y también a ser muy precisa al momento de comunicarse con operadoras u operadores del extranjero. Martha recuerda que cuando daban las cinco de la tarde en México, en Europa se cambiaban los turnos y con la noche, entraban operadores masculinos.
En una de las paredes del restaurante donde se siguen reuniendo varias ex operadoras telefonistas en un restaurante de prestigiada marca cerca de la empresa para la cual laboraron varios años, hoy son jubiladas. En la imagen se observa en una pared una fotografía de antiguas operadoras telefónicas.
Tanto Martha como Martina Cruz, una antigua operadora dedicada al servicio a nivel nacional, comentan a EL UNIVERSAL que en México no era permitido que los hombres fueran operadores por dos razones, la tonalidad de su voz y por la cercanía con la que las mujeres trabajaban: “era una mesa larga donde cabíamos aproximadamente 10 chicas sentadas muy pegaditas, además teníamos dormitorios y baños. Sí había hombres en otras áreas, pero a las zonas de operadoras sólo entraban cuando se descomponía alguna de las estaciones”.
Las dos operadoras nos compartieron cómo era el acto de “enlazar” llamadas: ellas se sentaban en su estación y cuando entraba un servicio, se encendía un foco y a través de un cable -que en sus extremos tenía dos clavijas, una para contestar la llamada y otra para llamar al otro sitio- la atendían: “Buenos días/buenas tardes, ¿a dónde desea hablar?”
Una vez dicho el destino, las operadoras conectaban la otra clavija y marcaban la clave del lugar seguido por el número “Hola, buenos días/tardes, le llaman de México por cobrar ¿le acepta usted?”, nos preguntaban quién llamaba y si te decían que sí, se llenaba la “teleboleta” mientras los clientes hablaban, ambas coinciden que debías tener la mente “ágil”, para que no se te pasara el tiempo que debías cobrar. Ninguna de las dos podía entrometerse en las llamadas, ya que estas eran grabadas y si sus supervisoras descubrían que estaban involucradas en la conversación, las sancionaban.
Cuando los clientes aceptaban la llamada, las operadoras debían llenar las teleboletas correspondientes, poniendo la clave del lugar y el número que les era dado en grupos de dos en dos por quien marcaba. En caso de llamadas internacionales, las teleboletas contenían un total de 12 números. Colección Martina Cruz.
Para Martha, uno de los encantos que tenía su trabajo era conocer la entonación y la diversidad con la que los operadores y operadoras de otros países atendían sus estaciones, descubrió que en algunos países de habla hispana no decían “el cliente está listo para atender la llamada” como aquí, ya que “listo” significaba algo relacionado con la inteligencia, no con estar preparado. También admitió que el trato más complicado era con los españoles, porque algunos eran groseros y las ofendían:
“Algunas de nosotras le dijimos a nuestras supervisoras que nos hacían groserías, supongo que no nos habían creído hasta que una de ellas lo escuchó. Rápidamente lo comunicó a nuestros jefes -que seguían siendo de la compañía Ericsson- y como tenían la grabación, se lo mostraron y a partir de esa vez, ningún español volvió a ofendernos… al menos donde yo trabajaba”, dijo.
En cuanto a sus horarios laborales -de operadoras nacionales e internacionales- se distribuían en las veinticuatro horas del día, algunas los acomodaban para cubrir sus estudios de educación básica, media o superior y, en caso de que salieran muy tarde y no quisieran quedarse en las instalaciones, la empresa les contrataba un taxi. Sin embargo, trabajar como operadora tenía ciertas limitantes, una de ellas era que no podían ir al baño a su voluntad, sino que tenían que pedir permiso y cuando hubiera alguien que atendiera su estación, las dejaban ir, las estaciones no se podían quedar solas.
Las oficinas de operación de llamadas nacionales estaban en la calle de Victoria, según los recuerdos de Martina había un aproximado de 2 mil personas. Al entrar se les asignaba un número, que iba cambiando según el puesto que cubría “Yo era la operadora 1026 y la verdad es que nunca te hablaban por tu nombre, sino por tu número; no era por grosería, sino que todo tenía que ser muy rápido y concreto”.
Había ciertos números de servicio, el 02, 03, 04 y 09, a los que posteriormente se les añadió un cero. El 02 era larga distancia nacional -donde se encontraba Martina- y el 09 larga distancia internacional -en el que trabajaba Martha-, el 03 daba la hora mientras que el 04 era un número donde se daba información con directorio a la mano -ya fuera una sección blanca o amarilla-, las operadoras coinciden en que tener que buscar cosas en esos directorios les perjudicó la vista.
Después del sismo de 1985, la historia de la telefonía cambió. Las operadoras tuvieron que mudarse al edificio de la Torre de Telmex ya que parte del edificio de Victoria se cayó -donde murieron decenas de operadoras- y fue ahí que recibieron, en 1994, la primera computadora.
Las mesas en las que las telefonistas trabajaban siempre eran alargadas y estaban sentadas una al lado de otra, la situación no cambió con la llegada de las computadoras. Este tercio de imágenes muestra la evolución de la tecnología y también retrata el cambio en la forma de vestir de las operadoras, en la última, encontramos a Martina posando frente a su computadora. Colección Martina Cruz.
En temporada decembrina, las centrales nacionales e internacionales se convertían en una serie navideña de tanto “foquito” que se encendía ya que todos querían comunicarse con sus familias. Al ser un trabajo tan estricto, las operadoras sólo deseaban felices fiestas si el cliente lo decía “la verdad es que no cambiaba mucho el trabajo, a veces nuestros jefes sí nos visitaban para darnos un abrazo o nos regalaban alguna bolsa de dulces, pero nada muy llamativo”.
Dentro del restaurante donde diversos operadores se dan cita en la actualidad, nos encontramos con un par de anécdotas “curiosas” del oficio: tenían que ser muy hábiles para distinguir una llamada de broma o cuando un chico “las quería ligar”, tenían que ser cortantes y no perder el tiempo, ya que si hablaban de más con ellos las podrían sancionar y/o cobrarles las llamadas.
Otra era el tiempo que se tardaban en hacer la conexión entre llamadas, debido a que dependía del número de teléfonos disponibles en el sitio o el contexto sociopolítico: “una vez tuvimos una llamada que tardó siete días en contestarse. Israel estaba en guerra y las familias estaban desesperadas por comunicarse con los suyos. Primero tuvimos que marcar a San Antonio, Texas, ahí nos enlazaban con Madrid y de ahí a Israel. Entre operadoras nos decíamos “hay demora de 8 horas, 24 horas” y ya el cliente decidía si esperaría o no. Otro caso era Cuba, que sólo se comunicaba a través de la radio”. Con cara de hastío, nos dijeron que una vez un cliente dijo que tenía una llamada de emergencia, le dieron prioridad y cuando su novia contestó, escucharon que le dijo “ya me urgía hablar contigo, mi amor”.
Telefonistas en los años 80. Colección Martina Cruz.
Un par de anécdotas que provocaron que Martha soltara una carcajada, fue admitir que los mexicanos solemos contestar un “¿quién habla?” con un “yo”, “la verdad es que eso me daba mucha risa, aunque también nos desesperaba un poco, los clientes podrían dejar que el tiempo de su llamada transcurriera preguntándose eso. Una no podía hablar durante las llamadas o decirles algo, pero era muy curioso. Otra era que cuando los paisanos llamaban de otro país a sus pueblos, nos tocaba esperar a que la o el enamorado contestara, recuerdo que una vez llamé a la sierra y la operadora me dijo que esperara, que la chica por la que estaban preguntando se había metido a bañar para atender la llamada lo más guapa posible, ¡imagínate!”.
Las y los operadores telefónicos fueron los primeros en conectar, literalmente, una parte del mundo con otra. Hoy, el oficio sigue existiendo ya no tanto para enlazar llamadas, sino para ofrecer y atender servicios de decenas de empresas en el planeta; también, todos tenemos a nuestra operadora personal en los llamados teléfonos inteligentes, donde una voz femenina nos sigue auxiliando a encontrar lo que estamos buscando.
Fotografía antigua:
Colección Villasana - Torres. Colección Martina Cruz.
Fuentes:
Martha Navarrete, Martina Cruz. Libro “Telefonía en México”.