Texto: Carlos Villasana y Ruth Gómez
Fotografía actual: Xochiketzalli Rosas
Diseño web:
Miguel Ángel Garnica
Quizá —por la distancia o por el costo— sean pocos los mexicanos que han tenido la oportunidad de conocer el parque temático más famoso del mundo: Disneylandia. El cual abrió sus puertas en 1955 y fue diseñado y construido bajo la supervisión del mismísimo productor y cineasta estadounidense Walt Disney. Sin embargo, seguro fueron varios lo que en la década de los 60, conocieron el parque temático que México tuvo: Viverolandia, que si bien no albergaba el famoso castillo de la Bella Durmiente, sí tenía su fortaleza y se convirtió en un sitio de diversión para los niños.
Este Disneylandia mexicano se encontraba en la colonia Viveros de la Loma, Tlalnepantla, Estado de México. Viverolandia era un increíble parque de atracciones para niños, que de acuerdo con los vecinos, era digno de un cuento: por la semana era una escuela y para el fin de semana se convertía en un sitio donde todos dejaban volar su imaginación, a la vez que disfrutaban de todas sus atracciones.
Viverolandia, un mundo para los niños. En la publicidad se observan las diversas atracciones del parque, las cuales incluían una montaña rusa, ruda de la fortuna y un imponente castillo.
Guillermo Mendoza Arvizu, un vecino que recuerda con mucho cariño al parque, comparte con este diario que entre los tesoros de su familia se encuentra un video casero y fotografías de los días que solían pasar en el parque. Según su investigación, Viverolandia fue construido por el Secretario del Sindicato de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) de aquella época, Francisco Pérez Ríos, que a su vez lideró la construcción de la colonia aledaña: la Electra, que hasta hace poco dejó de llamarse “Electra Viverolandia”.
Viverolandia era un club privado para los trabajadores de la CFE y, evidentemente, para sus familias. Entre semana funcionaba como sede del kinder y primaria "27 de Septiembre". Dentro de sus atracciones se encontraban albercas templadas y cerradas, la Cabaña de Blanca Nieves y los siete enanitos, un pequeño tren y una montaña rusa, presentaciones circenses, una rueda de la fortuna y juegos de feria, la Casa de Dulce, un teatro con shows de payasos, un espectáculo acuático, un restaurante, pista ecuestre, juegos infantiles y, su símbolo, el cine dentro del Castillo Encantado.
En sus actividades rutinarias de escuela, el trenecito servía como transporte de los estudiantes de sus casas hacia la escuela y los fines de semana hacía un recorrido dentro y fuera del parque; mientras que el castillo se aprovechaba para hacer los festivales escolares.
Un anuncio publicitario de aquella época, promocionaba que el fraccionamiento Viveros de la Loma brindaba una “sana alegría y felicidad para siempre junto a su hogar con Viverolandia, un mundo para los niños”. Al estar en el corazón del fraccionamiento, se le ofrecía como un “plus” al futuro comprado, que seguramente buscaba casa no sólo para él o ella, sino también para su familia:
“Viverolandia es un fabuloso mundo de diversiones, construido especialmente para los niños, es una extensión de doscientos mil metros cuadrados siendo visitado anualmente por varios miles de personas de toda América. Estas constituyen una segura y positiva garantía del constante aumento de valor que tiene su hogar en Viveros de la Loma, representando para Ud. la más provechosa inversión y el más firme patrimonio para sus hijos.”
Guillermo asegura que un par de sus vecinos tenían como paisaje desde las ventanas de sus casas a la rueda de la fortuna de Viverolandia. Cortesía Guillermo Arvizu.
Lo que más recuerda Don Ezequiel Bermúdez de Viverolandia eran los patos que nadaban alrededor del castillo. Cuando visitaba el parque, siendo un niño, siempre le gustaba admirar cómo aquellas aves se divertían en el agua que rodeaba a la edificación. “Venían muchas familias, eran muchos niños jugando en este espacio. Sin duda ahora ya no es lo de hace 50 años, ahora todas las canchas que hay en el deportivo están concesionadas; ya no hay agua para los patos”, dice en entrevista con EL UNIVERSAL el hombre de 70 años.
De joven don Ezequiel asistía con su familia al parque de diversiones. Al fondo el emblemático castillo de Viverolandia.
Don Ezequiel ahora pasa todos sus días cuidando el estacionamiento del deportivo que alguna vez fue Viverolandia. Recordando lo que miró cuando era niño.
Foto de 1962 donde se observa el tren que recorría el parque, al fondo se aprecia la inconfundible fortaleza.
Y es que todo lo que era Viverolandia, ahora lo cubren canchas de fútbol, basquetbol y tenis, además de una alberca y un espacio destinado para actividades de las personas de la tercera edad. Sólo el castillo se conservó y fue adaptado en su interior como escenario para presentaciones y obras de teatro.
Perspectivas de las canchas del Deportivo Tlalnepantla. Lo único que queda en pie del antiguo parque es su castillo.
Los vecinos del parque
Cerca de Viverolandia se empezaron los trabajos de una Unidad Habitacional en Tlalnepantla que sería bautizada como “Adolfo López Mateos”; sin embargo, los dueños del fraccionamiento decidieron ceder algunas de sus tierras al gobierno federal y se “inyectó” dinero al parque de diversiones y sus atractivos.
Félix Sánchez, hijo de Félix Sánchez Bayrón, el arquitecto encargado de la creación de la Unidad Habitacional, escribió para la revista Arquine que el proyecto contemplaba en su primera etapa mil 166 viviendas. Al concluir, cosa que no sucedió, iba a tener 4 mil 700 viviendas para una población estimada de 30 mil habitantes. En aquella época había ciudades con esta población, como Cuernavaca.
Como lo mencionamos al principio, el gobierno optó por elaborar estudios urbanísticos que arrojaran qué caminos debía seguir la construcción de vivienda popular y asegurar una vida digna. Por ello, la unidad habitacional en cuestión trató de edificarse con los mejores conceptos urbanísticos de su época, proveyendo a los habitantes de buenas vialidades, seguridad vial para el peatón y sobre todo un gran número de parques y jardines -cuya distribución daba una suma de más de veinticinco-, sitios al aire libre y “una tipología mezclada de viviendas que favorecía la casa individual en un 80%, de uno, dos y tres pisos y desde 56 metros cuadrados hasta 150, y el 20% restante en edificios en condominio con departamentos de 68 metros cuadrados en 4 niveles accesibles”. Fue pensada para que hubiese 350 habitantes por hectárea, contemplando que las familias de ese entonces tenían un promedio de 6-7 integrantes.
Fue así que el miércoles 4 de noviembre de 1964, el entonces presidente del país Adolfo López Mateos se presentó en Tlalnepantla para inaugurar de manera oficial la unidad que llevaba su nombre, diciendo que “dar alojamiento, hogar bello y seguro a las grandes mayorías trabajadoras, es sin duda uno de los imperativos ineludibles en un régimen de justicia social”. El proyecto fue liderado por la iniciativa privada y pública, a través del Instituto Nacional de Vivienda (INV).
En un reporte oficial, el gobierno declaraba “al entregarle al pueblo de México esta obra, en cuya realización se conjugaron los esfuerzos de las autoridades federales a través del Banco de México y el Instituto Nacional de la Vivienda, y de la iniciativa privada por conducto de los fraccionamientos Viveros de la Loma y Viveros del Valle, que cedieron los 213 mil 073.19 metros cuadrados en el que se levanta la Unidad (...), beneficia a un total de mil 166 familias, cuyos jefes trabajan como empleados particulares y federales, como obreros, artesanos, artistas y periodistas.”
El ex presidente Adolfo López Mateos en la inauguración de la unidad habitacional en 1964. Colección Villasana-Torres.
Lamentablemente, los años 70 dejaron en el olvido a Viverolandia. Después del fallecimiento de Francisco Pérez, el parque cayó en desuso, ya que nadie se hizo cargo de Viverolandia ni de la escuela, que tomó el nombre del antiguo trabajador sindical. Los terrenos pasaron a ser parte del municipio de Tlalnepantla y lo ocupan como centro deportivo y a palabras de los vecinos “se ha convertido en un negocio privado de los que lo administran”.
Fotografía antigua:
Colección Villasana-Torres y Cortesía Guillermo Moctezuma Arvizu.
Fuentes:
Guillermo Moctezuma Arvizu. Artículo “Una buena ciudad siempre será mejor que una buena casa” de Félix Sánchez para Arquine. Entrevista Ezequiel Bermúdez.