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Texto: Magalli Delgadillo
Los integrantes de las diferentes delegaciones extranjeras entrenaban: unos corrían, otros nadaban, algunos realizaban estiramiento. Todos estaban muy ocupados preparándose para ganar alguna medalla para su país. Incluso, dos días después del 2 de octubre, se llevó a cabo la II Confrontación Atlética con la participación de 43 países y centenares de atletas; la alberca se llenó; los practicantes tomaban el sol y platicaban sobre deportes, “no de otra cosa”.
Las damas también tenían su espacio para embellecerse en el edificio 26 de la “Villa Femenina”. Ahí, las señoritas solicitaban el alaciado, lavado de cabello, cortes de nueve a las 20 horas de servicio.
En una nota publicada por esta casa editorial se mencionó que muchas personas pensaban en la inquietud de los atletas dentro de la Villa “Libertador Miguel Hidalgo”, “pero en realidad, ahí nadie —excepto los corresponsales— le dieron importancia”. Las razones pudieron haber sido muchas: no se habían enterado, no sabían enterado de las cifras y hechos reales para evitar desconcentración…
Quizá a muchos no les convenía asustar a un aproximado de 110 mil extranjeros que se instalarían en hoteles, moteles, casas-habitación, campos para remolque, pues provocaría la cancelación de las entradas para presenciar la inauguración o clausura del evento.
El 4 de octubre, EL UNIVERSAL publicó que había 6 mil 158 atletas en la Villa (5 mil 458 hombres y 730 mujeres). Todo marchaba con regularidad. Ahí dentro era como si los competidores estuvieran encerrados en una burbuja.
Incluso, en varios estados la alegría por la llegada del “fuego olímpico” opacaba el fuego del enojo, impotencia y dolor de quienes había estado en la marcha del 2 de octubre por la tarde, donde fueron asesinados cientos o miles de jóvenes, estudiantes, transeúntes.
A pesar de las innumerables muertes de la manifestación del 2 de octubre de 1968, Every Brundage, presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), declaró con firmeza que la olimpiada se llevaría a cabo como estaba planeado, después de haber negado hablar al respecto. Su declaración a los medios de comunicación fue la siguiente: “Los juego de la XIX Olimpiada, una amistosa reunión de la juventud del mundo en fraterna competencia, se desarrollarán tal y como están programados”, dijo después de reunirse con los demás integrantes de la COI en el Hotel Camino Real.
En la inauguración, 12 de octubre, se soltaron cerca de 10 mil palomas mensajeras con un pequeño anillo metálico para identificarlas.
El jueves 3 de octubre, Gustavo Díaz Ordaz, entonces presidente de México, realizó una ceremonia sencilla para abanderar a la delegación mexicana en la Explanada del Deportivo Olímpico Mexicano. Después de los honores a la bandera y recibir la insignia mexicana, se dirigió a los jóvenes deportistas y dijo lo siguiente:
“Jóvenes deportistas integrantes de la delegación mexicana que participará en los Juegos de la XIX Olimpiada, vengo en nombre de México a entregar a vuestra responsabilidad y esfuerzo esta bandera que simboliza su honor, su independencia y sus instituciones. ¿Protestáis honrarla, seguirla con lealtad y entusiasmo en las competencias deportivas?”.
Todos contestaron: “Sí, protesto”. Ese mismo mes en el país se lamentaba la muerte de estudiantes que expresaban sus ideas y también se celebraba una fiesta deportiva. ¿Ironía?