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Las decisiones privadas de las personas se deben respetar siempre, sin embargo, eso no implica que no podamos analizarlas, e incluso, juzgarlas.
Cuando hablamos de la orientación sexual e identidad de género de las personas, hay que tener claro este principio, “La homosexualidad no es una enfermedad, por lo tanto, las terapias no curan, más bien, enseñan a reprimir”.
¿Cuántas personas heterosexuales conocemos que -abiertamente- hayan tenido que acudir a un psicólogo, ministro de culto o terapia alguna para “dejar de ser” heterosexual? En contraste, quizás conozcan más personas que habían tenido una vida heteronormada y un día salen del clóset.
Hoy ha vuelto a salir a la conversación pública este tema, así que decidí escuchar la grabación de la entrevista que sostuve en el año 2014 con Richard Cohen, un ciudadano norteamericano que vino a la Ciudad de México a propagar la idea de que él podía curar la homosexualidad.
Me resultó revelador encontrar líneas argumentativas clave en su discurso, como la que dice “yo no obligo a nadie, quien no esté a gusto con su homosexualidad, que venga y le apoyo a dejar de ser, ya que yo soy vivo ejemplo de un gay que dejó de serlo”.
En fin, regresando a la pregunta que lancé, seguramente no recuerdas a alguien que haya querido dejar de ser heterosexual, entonces ¿por qué habría alguien que legítimamente quisiera dejar de ser homosexual?
Después de tantos años de conocer desde el fondo a la diversidad sexual y luego de lidiar a diario con la discriminación que son objeto, advierto que existen motivos y condiciones que al conjuntarse ayudan a comprender por qué las personas declaran haberse curado y/o salvado de la homosexualidad.
Entre lo que destaco dos principales motivos:
Ante una sociedad homofóbica que te señala como anti-natura por ser homosexual, resulta inercial que las personas opten por buscar formas para reprimirse y encontrar en esa elección la salvaguarda de su dignidad e incluso, de su propia vida.
Considerando que tu familia, amistades, entorno laboral y/o escolar no acepten que tengas relaciones sexo-afectivas con personas de tu mismo sexo, el rechazo, la burla y la violencia se presentan como factores constantes. Resultado de ello, no extraña que las personas busquen dejar de ser homosexuales y si a ello le sumamos esos factores externos que aseguran lograr “revertir y curar” la orientación sexual, muy probablemente aceptes cualquier salida que te haya hecho creer que esto es “anti-natura” con tal de salvaguardar tu integridad.
Quizás lo más recurrente es identificar en motivos religiosos un importante asidero de homofobia. Religiones que lo catalogan como pecado y castigo y ahí hay un móvil, donde si eres una persona creyente, religiosa y con temor a dios, se buscará dejar de ser homosexual, a través de las terapias, mismas que pueden ser el camino de la no condena de la salvación del alma al dejar de ser homosexual.
Es decir, las personas se acercan desde la religión a diversos tipos de terapias, pláticas o tratamientos como herramientas para aprender a reprimir esa condición que les coloca como pecadores.
Búsqueda que resulta totalmente entendible frente al entorno de violencia que se vive, sin embargo, resulta fundamental destacar que esto no representa una cura, sino que han aprendido una práctica para reprimir su sexualidad homosexual.
Por ello, vale la pena insistir: las decisiones privadas de las personas se deben respetar, sin embargo, eso no implica que no puedan analizarse e incluso juzgarse.
Los motivos siempre van acompañados de la condición de las personas, en donde por ejemplo:
Si eres una persona joven o adolescente, muy probamente estés siendo presionada u obligada a recurrir a cualquiera de estas prácticas que buscan curar la homosexualidad, motivada en no defraudar a tu familia, a cualquier ministro de culto, a tus docentes o a cualquiera que sea que busque tu “conversión”. Seguramente iras e incluso declaras que fuiste curado.
Antes de reconocer que les al “fallaste” ya sea a la sociedad o a tu religión, ellas y ellos estarán viviendo un martirio que les podrá llevar hasta el suicidio.
Aquí cabe hacer énfasis en el papel que juega el entorno para empujar y presionar -con dolo o sin él- a que las y los jóvenes recurran a prácticas de conversión, principalmente con el argumento de “evitar que sufran discriminación”, sin saber que, precisamente, con esta acción se les está discriminando.
Si eres una persona religiosa seguramente optaras por cumplir con el mandato de fe y reprimirás e incluso negaras tu homosexualidad. Y habrá quienes se acerquen a la fe para apaciguar sentimientos, acciones y hasta adicciones y descubrirán que para redimir su alma, de esos hechos, también deberán de negar su homosexualidad. Y entonces legítimamente verbalizarán que Dios les salvo del pecado.
Si eres una persona bisexual y probamente no lo sabes, te vuelves susceptible a que se te reclute por este tipo de prácticas. Motiva por algunos de los aspectos antes señalados ya que percibirás esta dualidad. Y las terapias te llevarán a dejar tu ser homosexual para optar únicamente por la heterosexualidad.
En fin, por lo menos dos motivos y situaciones de vida que te pueden llevar a dejar de ser homosexual, pensando que evitarás la discriminación y serás aceptado/a en la sociedad y feliz al negar tu realidad. En tanto, no haré ningún vilipendio en lo relativo a la fe, ni a las iglesias en su mandato ya que considero a la libertad de credo como un derecho fundamental, así también la libertad de no creer o practicar religión alguna, mientras no exista imposición a la práctica religiosa , será un derecho de la persona.
Y si bien es cierto que las personas también tienen derecho a reprimir su deseo, preferencia y orientación sexual por motivos propios, también es cierto que ninguna persona puede ser obligada, amenazada o condicionada a realizar tales prácticas, ni a asistir a eventos que busquen convertirles en algo que no son.
Ante lo anterior, resulta fundamental reforzar los valores del estado laico: educar, informar y sancionar -en caso de ser necesario- cualquier acción que impida, obstaculice o limite el derecho de las personas a la construcción libre de su personalidad. Basta recordar que el 17 de mayo de 1990 la Organización Mundial de la Salud (OMS) eliminó de su Clasificación de Internacional de Enfermedades (CIE) aquella que vinculaba a la homosexualidad como variación natural de la sexualidad humana, y por lo tanto, dejó de considerarse una patología; por lo tanto, cualquier intensión de “curarla” resulta fraudulenta.
Es así, que los Esfuerzos para Corregir la Orientación Sexual e Identidad de Género (ECOSIG), pueden constituirse como tratos crueles, inhumanos y degradantes e incluso hasta tortura, tal como privación de la libertad, violaciones correctivas, electroshocks o la violencia psicológica, moral y económica. Importantísimo resulta recordar que un hecho discriminatorio es aquel que busca negar, obstaculizar o impedir la libre expresión de la orientación sexual e identidad de género de las personas. Es así que la denuncia es la única vía para protegerla y acabar con la discriminación detonada por los prejuicios y por la homofobia hacia las personas homosexuales.
Que quede muy claro, promover o impartir cualquier práctica que busque corregir la orientación sexual e identidad de género de las personas, podrá ser sancionado con base en el artículo 5° de la Ley para Prevenir y Eliminar la Discriminación en la Ciudad de México, así como por el artículo 206 del Código Penal de la capital del país, por considerarse un atentado al derecho de la libre construcción de la personalidad.
La homosexualidad no es una enfermedad, Por lo tanto, las terapias que dice curarla son falsas, lo único que enseñan es a reprimir, lo único que enseñan es a dejar de ser.
Presidenta del Consejo para Prevenir y
Eliminar la Discriminación de la CDMX