Por convicción, y porque en este tipo de casos, no se puede pensar en otra cosa que no sea el rescate de nuestros amigos y familiares, de conocidos y desconocidos, de hombres y mujeres pero también de uno mismo que aunque no haya quedado atrapado entre los escombros, si me vi comprometido de levantar piedra por piedra hasta recuperar el último cuerpo entre sus familiares.
En mi caso, a las pocas horas del sismo me dirigí al edificio de Coquimbo 911 de la Colonia Lindavista para sumarme a las labores de retiro de escombros y poder rescatar a quienes estaban ahí a dentro.
Los vecinos de la cuadra gritaban, lloraban, pedían a suplicas retirar cada una de las piedras que iban matando poco a poco a sus familiares y vecinos, y en lo particular, esos gritos de súplica nos daban cada vez más fuerzas; las manos se endurecían a tal grado que no exigían guantes o mayores herramientas para seguir quitando piedra por piedra.
El olor era a gas, a tierra, a polvo, a miedo de que una chispa acabara con los que estaban ahí abajo y con nosotros, pero también todo olía a esperanza de ver con nuestros propios ojos llenos de tierra, a todos por los que estábamos ahí.
Participar en esas labores me ha dejado una gran madurez y una excelente enseñanza de amistad, de solidaridad y amor por mi gente, mi ciudad y mi país.
Participar en el retiro de escombros y acercamiento de víveres, no me afectó en mi trabajo en la Cámara de Diputados ni en mi persona, al contrario, obtuve mucha ganancia espiritual y humana; y sin saberlo al principio, ahora sé que por eso participe luego del sismo del 19 de septiembre.
Durante el sismo, estaba en mi trabajo como asesor de una diputada y cuando dejó de temblar, me fui a la escuela de mis hijos y me encontré con la sorpresa de que no estaban, de que ya habían pasado por ellos y no sabía quién, pero ya no estaban. Fue mi cuñada, que estaba cerca de la escuela, quien pasó por ellos, lo que me dio mucha tranquilidad pero también mucha angustia fue el caso de los niños que se encontraban aún en el colegio Rébsamen, y al querer dirigirme hacia allá, me encontré con la calle de Coquimbo, y ahí me quedé.
Pasé por aspirinas, desinflamatorios, agua, papel higiénico y una caja de galletas.
La gente me abordó y fue en ese entonces cuando dimensioné lo que había sucedido no sólo en ese lugar sino en varios puntos de la CDMX.
¿Que porque participé luego del sismo del 19 de septiembre?
Primero, por amor a mis hijos y ahora sé que por amor a quienes no necesité conocer para aportarles un poco de mi esfuerzo a cambio de mucho de amor por mi mismo pues ahora sé que soy una mejor persona y un ser más preparado porque, sin pensarlo de nuevo, estaré en el lugar que pueda aportar un poco de mi a favor de quien más lo necesite.
Agradezco a El Universal por recopilar este tipo de comentarios que sin duda, serán de gran ayuda e inspiración para todos aquellos que ayudaron y fueron parte de la reconstrucción de nuestra heroica ciudad capital.