Se cumplen casi 40 años de que se describió el primer caso de infección por VIH/sida . La OMS calcula que desde 1981, alrededor de 60 millones de personas se han infectado por el virus de inmunodeficiencia humana en todo el mundo y han muerto más de 30 millones. Desde la peste bubónica, desatada en el siglo XIV, no se había visto un patógeno tan devastador como el que apareció en los 80 mermando la capacidad del sistema inmunitario de combatir algunas infecciones y enfermedades . Desde hace más de 20 años, el virus dejó de ser una sentencia de muerte. La demoledora aparición del Covid-19 aún es muy temprana y estamos lejos de cuantificar su poderío. A pesar de las grandes diferencias sobre la rapidez de propagación y el impacto del virus, hay paralelismos en algunos aspectos de las pandemias que especialistas ponen sobre la mesa.
El doctor Carlos Magis Rodríguez, especialista en Salud Pública de la Facultad de Medicina de la UNAM , es uno de los principales expertos del país en el tema. Fue miembro del primer comité de investigación epidemiológica para la prevención y control del VIH/sida. Entre 1990 y 1995 se desempeñó como jefe del Registro Nacional de Casos de Sida. Desde 1996 hasta agosto de 2010 fue director de Investigación del CENSIDA y posteriormente trabajó como coordinador de investigación del programa de Sida en la Ciudad de México y como director de Atención Integral del Centro Nacional para la Prevención y Control del sida.
Magis explica que la diferencia principal entre ambos virus es la velocidad de avance, pues el VIH/sida acumuló muchas muertes y afectaciones, pero a una velocidad diferente. En 1983 se detectó el primer caso en México y un gran paso para su seguimiento fue la creación de una comisión especial que para finales de 1988 dio origen al Consejo Nacional para Prevención y Control del SIDA (CONASIDA) que tenía que armonizar la respuesta de todo el sector Salud.
“En el caso del Covid-19 todo está bajo el ala de la Subsecretaría de Salud , pero ese mecanismo se va a desgastar porque hay y surgen muchos otros problemas simultáneos se salud que se tienen que atender, como la epidemia de sarampión. El Covid-19 va a afectar en otras áreas, como la salud mental y otras problemáticas vinculadas que surgen en los análisis cotidianos, así que se tendrá que ir conformando un área de gobierno específica que sea la encargada”.
Respecto a la medicación, el investigador cuenta que para VIH/sida se pasó de no tener ningún medicamento a tener uno “medio malón”, pero que en 1987 fue toda una revelación: el AZT, el primer medicamento antirretroviral contra ese virus. “No era lo eficiente que se quería y ahora sucede algo parecido con el remdesivir, que igualmente no es lo mejor, pero permite una línea de investigación sobre ese mecanismo de acción”.
Finalmente un avance más sustancial vino a finales de 1995 cuando surge otro grupo de medicamentos que son los inhibidores de proteasa, compuestos que bloquean esta enzima del VIH y previenen la producción de las partículas víricas infecciosas.
“Con la combinación de los medicamentos las personas ya no fallecían inmediatamente. Hace 30 años, la sobrevida era de un año, pero hoy es parecida a la de una persona sin VIH: 40 años a partir del diagnóstico”. Guardando las distancias entre ambos virus, finalmente las similitudes se sitúan en las alternativas farmacológicas que tienen que aparecer para lidiar contra los diferentes síntomas y etapas de la enfermedad, aunque a una velocidad muy diferente. “Eso es algo que suponemos que en Covid-19 se dará: ir mejorando los tratamientos que tenemos para evitar la alta mortalidad”.
Para el especialista, otra de las cosas que se tienen que perfeccionar para el tratamiento de esta pandemia es la diferenciación entre la categoría vulnerable contra la categoría personas clave. “Eso en VIH se tiene claro. Se puede ser vulnerable por género, por ser migrante, en fin, por una serie de imposiciones sociales a la persona. La vulnerabilidad con el VIH/sida también tiene que ver con prácticas de riesgo, como las personas que no usan condón o se inyectan drogas y comparten jeringas”.
Explica que es así que existe la vulnerabilidad social y el riesgo particular y se debe actuar diferente frente a las variables. “En la vulnerabilidad social se pueden modificar leyes, como cuestiones contra estigma y discriminación, pero para prevenir las prácticas de riesgo se debe incidir en ciertos comportamientos, como el uso del condón que después de 30 años de insistencia en México aumentó de 10% al 70% en la primera relación de un hombre”.
En el caso del Covid-19, señala, la prevención de los comportamientos individuales de riesgo tiene que incidir fuertemente en mantener la distancia con los otros, el lavado constante de manos y el uso de cubrebocas. Desgraciadamente esta última práctica no se ha visto reflejada en los líderes políticos y el mensaje sobre su uso fue tan confuso que no fortaleció su impacto.
En los grupos vulnerables están por un lado las personas en cierto rango de edad y con enfermedades previas, pero también está el personal de salud, que ha mostrado altas prevalencias de contagio en todo el mundo, sin ser México excepción. Los grupos vulnerables son finalmente los que se manifiestan.
Para el SARS-CoV-2, el personal de salud es el que se queja por la falta del entrenamiento adecuado para enfrentar la pandemia, así como por la falta de material de protección.
Magis señala que es importante reconocer ciertos logros en cuanto a la información epidemiológica, como que finalmente se publicó la base de datos completa del Registro Nacional de Casos de Covid-19 (RNCCo) desde el 13 de abril. Esta base de datos y otros recursos permiten hacer análisis en muchas áreas para diferentes grupos de trabajo y donde se ha encontrado información importante sobre el análisis de mortalidad, como que la letalidad es diferencial por institución y que se incrementa en hospitales públicos, pero también tienen que considerarse a los pacientes que no llegan a hospitalización.
Considera que ya hay herramientas para conocer la información antes que llegue a la base de defunciones, pues además de las defunciones confirmadas por notificación institucional, se encuentran los casos sospechosos que deberán formar parte del análisis, como en algún momento lo fueron aquellos casos que reportaban muertes por desnutrición de hombres en medios urbanos, que en realidad era VIH.
En VIH/sida se realiza de manera recurrente la estimación de cuántas personas tienen el virus y cuáles realmente se conocen. “En los últimos seis años usamos algo que se llama ‘cascada de atención’. En la primera barra estimamos cuántas personas están infectadas. La segunda es de cuántas se conoce su estatus serológico, posteriormente cuántas están con tratamiento y luego cómo les va con el tratamiento”. Esta herramienta de monitoreo permite evaluar brechas en cada uno de sus pilares y generar información estratégica para focalizar esfuerzos. El experto asegura que aunque aún faltan datos, se podría hacer algo parecido con el Covid-19. “Con estas aproximaciones podríamos salir de discusiones muy complejas de si sólo a partir de las personas que llegan a atención se podría saber el número de casos”.
“México pide que cuando llegue la vacuna sea de libre acceso, pero el camino es largo y la capacidad de fabricación incluso de los grandes laboratorios es limitada. Por ejemplo, Sanofi dice que tiene capacidad para 600 millones de vacunas al año, y si somos más de 7 mil millones de personas en el mundo, ¿cuánto llevaría vacunarnos a todos?
El doctor Magis subraya que lo que antes era considerado normal no va a regresar y pone el ejemplo del ataque a las torres gemelas en EU, que cambió totalmente las medidas de seguridad en un aeropuerto. Pero en la dinámica de adaptarse a nuevas circunstancias prevalece la responsabilidad de los líderes políticos de mantener un mensaje sin ruido de disminución de riesgo de lo que hasta ahora está comprobado: “Lavarse las manos, permanecer en casa y usar el cubrebocas se debe repetir incansablemente, como en el caso del VIH fue el insistir en la importancia del uso del condón”.