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Las crestas dactilares que dan vida a una huella digital en los humanos se empiezan a formar en el sexto mes de la vida intrauterina y permanecen invariables hasta que se descompone la piel después de la muerte. Algo similar sucede con el tiburón ballena, sólo que su “huella digital” se encuentra del lado izquierdo de su cuerpo: sobre su aleta pectoral, detrás de la última branquia. El patrón de manchas es único en cada ejemplar de la especie y los especialistas han elegido esta zona de su piel para identificarlos.
Carmen Adriana Valera Bermejo, especialista en Especies Prioritarias de CONABIO, señala que el software de reconocimiento que alberga la base de datos de los tiburones ballena, está basado en el conocimiento matemático-astronómico de especialistas de la NASA. De hecho, los algoritmos de reconocimiento empleados, han sido utilizados por el telescopio Hubble.
A fondo
El próximo 30 de agosto se celebra el Día Internacional del tiburón ballena. Rafael de la Parra, fundador de Ch’ooj Ajauil, una asociación civil que trabaja con donaciones y se encarga de estudiar al tiburón ballena, además de otras especies, como delfín, mantarraya y pez vela, señala que este pez que en algunas latitudes del planeta alcanza hasta 18 metros de largo y pesa 40 toneladas, tiene un encanto particular, pues con toda la potencia de su cuerpo es capaz de mostrar docilidad ante la presencia humana.
El experto explica que la zona de agregación (como se le denomina a un lugar de reunión de la especie) más grande del mundo se encuentran en México, en un sitio ubicado en el Mar Caribe, a 18 kilómetros aproximadamente al noreste de Isla Mujeres, Quintana Roo. Valera Bermejo puntualiza que Isla Holbox es uno de los sitios principales de avistamiento de este escualo. “De hecho, en la región oceánica entre Cabo Cantoche e Isla Contoy se tiene reportada la agregación de organismos más densa del mundo que se conoce para la especie”. Otras zonas de agregación en el país son: Bahía de los Ángeles, en Baja California, y Bahía de la Paz, en Baja California Sur.
Estos organismos son generalmente animales solitarios. “Los fenómenos de agregación se dan cuando hay una gran disponibilidad de alimento”, señala de la Parra y especifica que estas reuniones en aguas del caribe mexicano tienen una peculiaridad: concentran una gran variedad de especímenes. “En otras agregaciones sólo se observan machos juveniles con algunas hembras o ejemplares femeninos muy grandes. En este caso hay ejemplares de ambos sexos, pequeños, gigantes (de más de 11 metros), maduros, inmaduros, e incluso, con posibles evidencias de actividad reproductiva”.
Agrega que gracias a proyectos como whaleshark se tienen registrados más de mil 240 ejemplares en la zona de agregación del caribe mexicano, aunque esto no significa que todos estos animales permanezcan siempre en nuestro territorio, pues constantemente se movilizan en busca de alimento, que consiste básicamente en plancton, larvas de cangrejo y peces pequeños; sin embargo, se considera que las agregaciones en Quintana Roo, con mejores avistamientos de junio a septiembre, generalmente están integradas por entre 100 y 500 individuos.
El magnetismo y docilidad del animal han propiciado el desarrollo de una infraestructura turística que ofrece con éxito el nado con tiburón ballena, pero el furor de los prestadores de servicios y los visitantes también puede convertirse en un arma de doble filo, pues por un lado funciona para la derrama económica y para que la gente se involucre con el animal, e incluso sus registros fotográficos ayuden a los “censos científicod; pero por otro lado, el violar las normas establecidas, como mantener un cierto número de embarcaciones en la zona y una distancia apropiada del animal, pueden ocasionar estrés en la especie.
“Si el turismo es desordenado y carece de vigilancia se puede crear un impacto en el tiburón y aparentemente esto ya empieza a suceder. Hay momentos en el día, cuando hay muchas embarcaciones, que los tiburones prefieren hundirse”, señala De la Parra sobre algo fuera de lo común en su comportamiento, pues estos animales suelen alimentarse en la superficie marina. Anota que no se trata de una simple percepción, sino que ya hay una medición científica al respecto, tal como lo muestran los registros de los dispositivos de comportamiento que la asociación que preside ha colocado en algunos animales y que consisten en aparatos dispuestos sobre su primera aleta dorsal.
Estos dispositivos son capaces de medir todos los movimientos del tiburón, inclusive cuantos coletazos dan por minuto o por hora, pues se programan para grabar hasta 400 pulsos por segundo. Cuentan con acelerómetro, magnetómetro y giroscopio; así como termómetro y termostato para medir la temperatura del agua donde nada y calcular presión barométrica para estimar la profundidad a la que se sumergen. Algo novedoso que le incorporaron a la nueva versión de este aparato es un velocímetro con una pequeña veleta, igual a la que usan los kayakistas para medir velocidad y distancia.
Ciencia hecha en México
De la Parra señala que el aparato es colocado en una carcasa de plástico suave que protege la piel del animal y que fue diseñada por un estudiante del Tecnológico de Monterrey Campus Querétaro. Es así que con estos instrumentos se puede también medir la respuesta del animal a la presencia humana. “El número permitido máximo es de 100 embarcaciones, pero se han visto más, como el caso de yates privados sin permiso. Este tipo de barcos son tan grandes que alcanzan a ver la superficie marina cercana y han resultado accidentes de mutilación de tiburones”. El biólogo señala que se han tratado de emitir recomendaciones como que los prestadores de servicios dividan su carga de trabajo en dos diferentes turnos para disminuir la presión. “Les estamos interrumpiendo hasta cierto punto su alimentación, pero también es importante señalar que cuando la zona tiene gran cantidad de alimento a los tiburones ballena no les importa el número de lanchas”.
A pesar de esto, el especialista señala que las poblaciones del tiburón ballena se han mantenido estables de este lado del planeta. Por otra parte, la maestra Carmen Adriana Valera Bermejo señala que el tiburón ballena en México, según la norma mexicana, la NOM-59, está catalogada como una especie amenazada. “La UICN también la tiene catalogada como una especie vulnerable y además en CITES está en el apéndice II. Esto significa que no es una especie necesariamente en peligro de extinción, pero el comercio con este animal puede ser incompatible con la supervivencia de la especie. Esto tiene que ver con la venta de su aleta y carne en el mercado negro asiático.
La maestra Valera Bermejo señala que a nivel internacional esto podría llegar a tener efectos significativos para sus poblaciones, ya que biológicamente es una especie vulnerable debido a que no hay gran abundancia de ejemplares. “Son animales de talla grande y longevos pero con gran acceso a la superficie (lo que los vuelve aún más vulnerables) y de crecimiento lento”.
A pesar de sus desvantajas naturales, y otras sumadas por la presión antropogénica, es un animal que ha demostrado ser un superviviente y precisamente los nuevos estudios buscan encontrar sus fortalezas. Diversos estudios genéticos muestran que los tiburones ballena en todo el mundo están estrechamente relacionados, lo que indica que precisamente recorren largas distancias para aparearse. Las nuevas tecnologías de monitorización por satélite que ofrecen información en tiempo real y otros estudios confirman estas teorías.
“Nosotros tenemos varios proyectos en marcha como la toma de biopsias para análisis y el estudio tanto hormonal como de tejidos”, dice De la Parra. Con otros científicos de Australia y nacionales también se están trabajando estudios de contaminación: análisis de bacterias y hongos en la piel que se realizan mediante la colecta de parásitos externos. “La gran ventaja es que hoy tenemos una muy buena comunicación con especialistas de México y el mundo para poder responder casi cualquier pregunta que se nos ocurra sobre la especie”.