Hace más de tres décadas se decretó como Reserva de la Biósfera a Calakmul, un territorio al sureste de Campeche que alberga miles de hectáreas de bosques tropicales, convirtiéndose en un resguardo natural con características climatológicas y edafológicas (una rama de la ciencia que estudia la composición y naturaleza del suelo en su relación con las plantas y el entorno que le rodea) con servicios ambientales claves.
Este privilegiado resguardo natural después ingresó a la Red Internacional del Programa sobre el Hombre y la Biósfera (MAB), un Programa Científico Intergubernamental que busca establecer bases científicas para cimentar a largo plazo el mejoramiento de las relaciones entre las personas y el ambiente. El lugar es reconocido como un tesoro no sólo para el país, sino para el planeta, pues después de la Amazonia, Calakmul ocupa un segundo lugar en tamaño de macizo continuo de selva.
Científicos de todo el país y más allá de nuestras fronteras se encuentran preocupados ante el impacto que el proyecto del Tren Maya podría tener en sus ecosistemas. La preocupación se siente más cercana y puntual cuando viene de quienes viven en la región y han focalizado sus investigaciones en estos sitios durante años. La doctora Casandra Reyes García, investigadora del Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY), coautora del texto "El tren maya ¿Por qué están tan preocupados los biólogos?", señala que, para empezar, la zona de Calakmul es fundamental para la captación y formación de agua de lluvia.
Reyes comenta que focos poblacionales de alto crecimiento como Mérida o Cancún dependen de suministros de agua que probablemente vengan desde Calakmul por los sistemas que fluyen debajo de la tierra, así que un cambio en la dinámica de estos ecosistemas podría afectar a habitantes de toda la región.
A los especialistas les preocupa que no hay datos suficientes de cuánta agua cabe en el acuífero, qué cantidad está contaminada y cuál es el acceso real al agua potable. Si no hay estos datos, no hay entonces una cifra certera de cuánta gente se puede albergar. “De una manera irresponsable se están planteando grandes desarrollos turísticos por toda la Península que no sabemos si van a poder mantenerse con los recursos disponibles”.
Por otra parte, en esta reserva se ha identificado el último reducto de poblaciones saludables de fauna y flora.
Según información de la Semarnat, Calakmul representa una de las pocas posibilidades de conservar poblaciones genéticamente saludables que están amenazadas. Concentra la mayor reserva mexicana de bosque tropical, con una afortunada mezcla de selvas altas y medianas con selvas bajas temporalmente inundables y vegetación acuática.
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En cuanto a su fauna, Calakmul es relevante por su representación de mamíferos, donde se incluyen seis de las siete especies de marsupiales registrados en el país; dos de los tres primates; y cinco de los seis felinos. Esta región alberga un número considerable de especies consideradas raras o en peligro de extinción. Entre la lista se encuentran: pecarí labios blancos, jaguar, puma, zopilote rey y pavo ocelado, entre otros.
Algo que preocupa mucho en la actualidad a los especialistas es la llamada Cueva de los murciélagos, un refugio que brinda hábitat a más de 3 mil murciélagos, cuyas contribuciones como polinizadores y controladores de plagas son fundamentales. Este lugar se encuentra muy cerca de la zona donde está la carretera actualmente y las vibraciones de las vías del tren podrían colapsar la cueva. “Si bien se tendrían que hacer los manifiestos de impacto ambiental y describir las medidas por las cuales se pueden compensar las pérdidas, los expertos han dicho que esta sería una pérdida sin compensación, pues no se puede reubicar a los murciélagos y dejarían un hueco como prestadores ambientales”.
Sin luz al final del camino
Para la investigadora, otra de las preocupaciones tiene que ver con los llamados “polos de desarrollo”, la forma en que el gobierno denomina a los focos poblacionales que se establecerán en lo que en la actualidad son comunidades rurales. “Aún no hay datos oficiales de perímetros que abarcarán o del número de personas que buscan establecer, pero sabemos que cuando se empiezan a crear llega mucha más gente”, señala y ejemplifica con el caso de la Riviera Maya, donde se ha dado un rápido crecimiento depredando zonas que históricamente se habían reservado para mantener los ecosistemas.
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En el laboratorio de la doctora Reyes mantienen un seguimiento de las plantas regionales, estudios que han elaborado a lo largo de una década en diversos puntos de la Península. Uno de ellos es Calakmul y otros están muy cercanos a Mérida y a Puerto Progreso. En lugares muy cercanos a las urbes han detectado signos de enfermedad en la vegetación, parasitosis que pueden exterminar muchas especies; a diferencia de las poblaciones que se mantienen saludables al interior de la reserva, es así que si se empiezan a abrir esas áreas se prevé un decremento de poblaciones. “El problema es que los políticos probablemente no conocen el efecto que esto puede tener sobre la población, pues otra parte importante de las funciones de la vegetación es la regulación de la temperatura”.
Explica que las plantas están constantemente transpirando, tal como nosotros regulamos la temperatura. Al sacar este vapor de agua hacia la atmósfera, las plantas mueven gran cantidad de energía que provoca una diferencia de hasta 10 grados de temperatura, según mediciones que se han hecho en la ciudad de Mérida. Para la península de Yucatán, que es una zona muy caliente, este sistema de enfriamiento natural evita el aumento de enfermedades, infecciones y golpes de calor.
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Otra preocupación es la afectación de los servicios productivos de los mayas y en general de toda la infraestructura que ellos han construido. En poblaciones aledañas a Calakmul, los investigadores han encontrado espacios para el turismo en cooperativas y pequeños negocios que les permiten a los pobladores tener acceso a ingresos que dependen de un flujo discreto de turistas, mientras siguen con actividades milenarias como la pesca y la apicultura. “Después se quedarán completamente fuera del negocio y no podrán competir contra los gigantes del turismo; serán sus empleados”, señala y subraya que, desgraciadamente, todo el diseño y los por qués de las nuevas ciudades en la región se le ha dejado a Fonatur, que parece discriminar la información y participación de los institutos de investigación y universidades locales que también han quedado fuera de los trabajos sobre impacto ambiental.