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Comúnmente, cuando pensamos en la infancia, nos vienen a la cabeza palabras como nobleza, inocencia, motivación, alegría, despreocupación o energía. Pero, a pesar de aparentemente estar normalizadas en las niñas y niños, estas características pueden cambiar drásticamente cuando nos referimos a infantes con depresión.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la depresión es un trastorno mental que se manifiesta mediante cambios en el estado de ánimo y comportamiento, como la pérdida de interés en actividades que antes se disfrutaban, alteraciones en el sueño, alimentación y sentimientos de desesperanza o vacío. A diferencia de la tristeza, que es pasajera, los sentimientos que caracterizan a la depresión permanecen de manera regular.
Estamos acostumbrados a escuchar sobre la depresión en adultos; sin embargo, las cifras indican que los niños también son susceptibles a este padecimiento. Además, una persona es más propensa a desarrollar problemas graves en la edad adulta si en la infancia padeció algún trastorno mental que no fue diagnosticado a tiempo o tratado correctamente.
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¿Cuáles son los números?
En México hay aproximadamente 126 millones de personas, de las cuales alrededor del 25% presenta algún problema de salud mental, según el último censo de población y vivienda del INEGI en 2020.
De acuerdo con cifras de la Subsecretaría de Prevención y Promoción de la Salud presentadas en su 2° diagnóstico operativo de salud mental y adicciones, la depresión es el trastorno más frecuente, impactando a 5.3% de la población mexicana.
Según la Encuesta Nacional de los Hogares elaborada por el INEGI (2014), más de 100 mil menores de entre 7 y 14 años de edad informaron sentirse deprimidos diariamente.
Un trastorno difícil de diagnosticar en infantes
Los niños, niñas y adolescentes pueden parecer funcionales en su vida diaria mientras luchan internamente con sentimientos de vacío y desesperanza, debido a que la depresión no siempre se muestra de forma evidente en ellos.
En entrevista con EL UNIVERSAL, la Doctora Diana Patricia Guízar Sánchez, especialista en psiquiatría infantil y adolescente, señaló que los síntomas de la depresión en menores de edad se presentan diferente a los de las personas adultas.
Mientras que en personas con un mayor desarrollo físico y mental la tristeza es el síntoma predominante, en infantes y adolescentes es común que se manifieste mediante irritabilidad o comportamientos disruptivos. Esto puede llevar a los padres a interpretar erróneamente estas conductas como desobediencia o rebeldía, lo que complica el diagnóstico y su tratamiento. La estigmatización de la salud mental y la falta de recursos también pueden ser barreras significativas para un tratamiento efectivo.
Por otra parte, Blanca Perla Ruiz Viveros, licenciada en psicología y maestra en psicoanálisis, afirma que la depresión se puede detonar por factores genéticos, ambientales o por sucesos específicos. “La demanda social cada vez es más alta en diferentes círculos, contextos y edades. Las exigencias no son las mismas en un niño o adolescente y en un adulto”, comenta.
En palabras de la Dra. Guízar: “La depresión es un trastorno multifactorial, lo que significa que depende de la suma de varios factores para desarrollarse en el individuo. En la gran mayoría de casos existe un componente genético hereditario, pero no es regla. Puede suceder que no se tenga herencia de trastornos depresivos por parte de ningún integrante en la familia, pero si se vive alguna situación traumática, se puede desarrollar”.
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¿Qué factores estresantes pueden causar depresión?
Los recientes acontecimientos globales han añadido presión y estrés, incrementando los problemas emocionales en los jóvenes. Un ejemplo es la pandemia por Covid-19, la cual elevó la tendencia a la depresión en menores al aumentar la violencia doméstica y el consumo de alcohol en casa. Todo esto debido a la imposibilidad de salir del hogar, lo que redujo el tiempo que los niños pasaban en ambientes escolares.
Según Dévora Kestel, Directora del Departamento de Salud Mental y Abuso de Sustancias de la Organización Mundial de la Salud, se calcula que la pandemia ha aumentado entre un 25 % y un 27 % la prevalencia de la depresión y la ansiedad en el mundo.
Otros factores ambientales detonantes son el ruido excesivo, ya que se asocia con problemas de concentración, sueño y bienestar general. Por otro lado, la Dra. Diana Guízar, especialista en psiquiatría infantil y adolescente, considera que la exposición a situaciones violentas o inseguras puede generar miedo y ansiedad, afectando la capacidad de los niños para desarrollar una visión positiva del futuro.
A su vez, la preocupación por la escasez de recursos también juega un papel importante en la generación de estrés. La Dra. Guízar asegura que “La percepción de que los recursos están agotándose rápidamente puede generar en los jóvenes una sensación de incertidumbre sobre su futuro. Esta ansiedad se puede intensificar en contextos de pobreza, donde la falta de recursos afecta directamente la calidad de vida y las oportunidades disponibles para los niños”.
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¿Cómo podemos intervenir?
La OMS destaca la importancia de abordar los problemas de salud mental antes de los 14 años, ya que si no se atienden de manera temprana pueden ser más difíciles de tratar en la edad adulta, además, aumenta el riesgo de presentar comorbilidad (cuando se padecen dos o más enfermedades al mismo tiempo o una tras otra) y de suicidio.
Datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut 2022), revelan que el 7.6% de la población adolescente (10 a 19 años) alguna vez ha pensado en suicidarse. Mientras que la prevalencia de al menos un intento de suicidio fue de 6.5%. Las mujeres presentaron una mayor frecuencia de pensamientos suicidas e intentos de suicidio en comparación con los hombres.
Para abordar la depresión en niños y adolescentes es indispensable establecer un ambiente de apoyo donde se sientan cómodos expresando sus emociones. Tan sólo preguntar "¿cómo te sientes?", puede abrir la puerta a una comunicación más profunda y asertiva.
La terapia psicológica es una gran herramienta para que los niños aprendan a comprender y manejar sus emociones, así como a desarrollar habilidades de afrontamiento. Especialistas en salud mental, como psicólogos y psiquiatras, pueden ofrecer un diagnóstico preciso y un tratamiento adecuado.
Blanca Ruiz Viveros, especialista en Psicoanálisis, Subjetividad y Violencia, recomienda buscar atención profesional en centros reconocidos, como el Instituto Nacional de Psiquiatría. Este instituto ofrece servicios de intervención, atención psiquiátrica y psicofarmacológica para la población en general, además de realizar estudios socioeconómicos. Para quienes buscan apoyo en psicología o psicoterapia, sugiere la Facultad de Psicología de la UNAM, que cuenta con centros de atención propios.
Por último, la experta nos recuerda que "la depresión es un padecimiento que genera una distorsión de la percepción. Quien la padece puede observar la realidad de una forma obscura. Sin embargo, es un trastorno tratable; cuanto más pronto se diagnostique y se atienda, mejor será la calidad de vida."
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Buscar ayuda es el primer paso hacia el bienestar
Si tú o alguien cercano está lidiando con algún problema de salud mental, puedes comunicarte a la Línea de apoyo de la UNAM al 55 5025 0855, disponible de 8:00 a 18:00 horas para temas de ansiedad, depresión y crisis de pánico, o a la Línea de la Vida al 01 800 911 2000, las 24 horas, los 365 días del año.