El consumo de pan en todas sus azucaradas versiones se convirtió en un paliativo para su ansiedad: una esponjosa ración de felicidad desde la primera mordida. Lilia aumentó su consumo de bizcochos casi al mismo tiempo que empezó la pandemia. Al principio, comía solo un par de piezas a la semana y su ritual para extirpar la culpa consistía en dejar un pequeño trozo. Unos meses después, no le importaba comer más de tres piezas de pan de dulce al día, sin discriminar galletas o alguna otra golosina que se pusiera en su camino.
90% de las personas que padecen la enfermedad tienen diabetes tipo 2.
Hace un par de años, su doctor le dijo que empezaba a tener un nivel de glucosa sanguínea más alta de lo normal, aún no lo suficiente para considerarse diabetes tipo 2, pero sí en un nivel prediabético. Sin cambios en su estilo de vida, sería más propensa a cruzar rápidamente esta frontera y alimentar la cifra de más de doce millones de personas que viven con diabetes en México, según cifras de la Federación Internacional de Diabetes. Es muy probable que los cambios de hábitos de Lilia durante la pandemia, le hayan dado el empujón para cruzar la línea.
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Un problema de peso completo
La diabetes es uno de los principales problemas de salud pública en el país, una avalancha que encontró en la pandemia un nuevo aliado. La doctora Guadalupe Cleva Villanueva López, investigadora de la Escuela Superior de Medicina del IPN, asegura que los hábitos cambiaron durante más de un año y las repercusiones en las enfermedades crónicas se vivirán aún con más fuerza en los próximos años.
Por un lado, las personas que ya vivían con el diagnóstico de la diabetes, relajaron sus visitas al médico y sus controles metabólicos. Por otra parte, muchas personas en riesgo aumentaron el consumo de comida procesada y eliminaron sus rutinas de ejercitación.
“En un proyecto que desarrollamos con la Secretaria de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación (SECTEI) de la CDMX, captamos algunos pacientes diabéticos durante la pandemia y lo que vimos fue precisamente que incluso los que deberían tener un control más estricto, tuvieron hiperglucemias durante mucho tiempo en este periodo”.
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Villanueva López señala que la pandemia reportará cifras aún mayores de sobrepeso y obesidad, detonantes clave de la diabetes tipo 2, la que tiene 90% de la población que padece esta enfermedad. Desde hace dos décadas la diabetes mellitus se colocó como la primera causa de muerte entre las mujeres y la segunda entre los hombres en México, según informes del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP).
De acuerdo con datos de la última Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT), existe algún grado de sobrepeso entre más del 40% de la población adulta en México. Además, se suma otro 36.8 % de población obesa. Al descontrol en el peso, se adhiere la predisposición genética de los mexicanos para desarrollar la enfermedad.
El sobrepeso y obesidad en niños de 5 a 11 años tiene un impacto de más de 20% en estos grupos y va en incremento conforme aumenta la edad, algo que preocupa particularmente a los especialistas por los detonantes tempranos. Con ciclo y medio escolar de clases en línea, el sedentarismo ganó terreno, pero el problema del rápido incremento de peso en menores de edad tiene antecedentes desde hace tres décadas. Rodríguez Ventura, también pediatra endocrinóloga, señala que antes de los años noventa de cien niños solo 2% tenía diabetes tipo 2; sin embargo, los casos de niños y jóvenes con diabetes tipo 2 han aumentado rápidamente hasta 45%.
“El estrés repercute mucho en la alimentación porque se liberan hormonas que permiten que haya más resistencia al trabajo de la insulina”; Ana Lilia Rodríguez, Facultad de Medicina, UNAM.
Sintomatología y tratamientos
Uno de los grandes problemas para abordar la diabetes es su falta de detección oportuna: se considera que 38.6% de la gente que padece este problema en México no ha sido diagnosticada, según se consigna en la reciente publicación de Una historia de innovación, que celebra 70 años de la Asociación Mexicana de Industrias de Investigación Farmacéutica, A.C. (AMIIF). A largo plazo, la diabetes puede ocasionar ceguera, insuficiencia renal y amputaciones. La doctora Villanueva López sostiene que hay un porcentaje muy alto de pacientes en nuestro país que ni siquiera sospechan que son diabéticos.
40% de la población adulta de México presenta algún grado de sobrepeso
Las señales de alerta son también conocidas como las 3P: polidipsia, sed excesiva; poliuria, aumento en la cantidad de orina; y polifagia, apetito constante. La especialista del IPN explica que estos problemas se vuelven evidentes cuando los niveles de glucosa son altos, pero cuando se está en el borde para desarrollar el padecimiento no se perciben e incluso hay personas con niveles muy altos de azúcar en la sangre que siguen sin darse cuenta.
“El tratamiento de la diabetes tipo 1 es dependiente de insulina, mientras la tipo 2 es abordada con diferentes tipos de hipoglucemiantes. Se han desarrollado muchos, pero la falta de apego al tratamiento aumenta las consecuencias de la glucemia alta: daños a los ojos, riñón, nervios (neuropatías)”. Villanueva López agrega que finalmente los pacientes con diabetes tipo 2 con poco apego al tratamiento también terminan necesitando la insulina.
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La investigadora del IPN explica que un reto en cuanto a tratamientos sería precisamente tener una insulina oral de más fácil acceso. “Hay bombas de insulina que no han dado aún resultados y además son muy caras. Nosotros trabajamos con una molécula que actúa en el receptor de la insulina y podría administrarse por vía oral. Aún estamos en la etapa preclínica”. Subraya que, sin embargo, el gran reto es la educación a las nuevas generaciones y la detección oportuna.
La doctora Ana Lilia Rodríguez Ventura coincide en que también es vital fomentar en México una cultura de la prevención porque está comprobado que un estilo de vida saludable previene mejor que incluso un tratamiento de primera línea, como es la metformina.
“La pandemia reportará cifras aún mayores de sobrepeso y obesidad, detonantes clave de la diabetes tipo 2”; Guadalupe Cleva Villanueva, Escuela Superior de Medicina del IPN.
Recuerda que a principios de este siglo se publicó en Estados Unidos un estudio con tres mil individuos con prediabetes. Una tercera parte recibió el medicamento; otro grupo, placebo; y los mil restantes realizaron cambios en su estilo de vida. A cuatro años de seguimiento, 58 % de los que cambiaron el estilo de vida evitaron la enfermedad, mientras que solo 31% de los que ingirieron el fármaco la evitaron. Esto reveló que la piedra angular de la prevención es el estilo de vida.
La académica de la UNAM insiste en la importancia de reconocer a la obesidad no como un problema estético, sino como una enfermedad crónica detonante de muchas complicaciones: diabetes, hipertensión y cáncer. “Las enfermedades crónicas degenerativas se dispararán como otra consecuencia de la pandemia, pero ya hemos perdido muchas personas que por tener adiposidad y diabetes han respondido de una manera menos adecuada contra el virus SARS-CoV-2”.
Puntualiza que a diferencia de otros países con decesos en grupos de mayor edad por Covid-19, la tasa de muertos de menos de 60 años en México fue de 52%, como una muestra de las comorbilidades de enfermedades degenerativas, como obesidad, hipertensión y diabetes, que se desarrollan desde edades tempranas.
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La especialista agrega que a pesar de los impredecibles cambios de la pandemia, se debe insistir en adaptar rutinas saludables como estrategias de supervivencia necesarias.
Las estrategias van desde no cambiar drásticamente las rutinas de sueño porque se alteran genes reloj que son importantes para reparar órganos hasta encontrar estrategias de activación en intervalos aún frente a la computadora y evitar lo más posible los alimentos procesados en pro de materias primas saludables. “El exceso de peso no es algo superficial, es una enfermedad crónica que libera moléculas inflamatorias que dañan todos los órganos”. La diabetes es solo un ejemplo de lo que puede detonar.