E l síndrome de Asperger, cuyo Día Internacional se celebró ayer, 18 de febrero, es un trastorno del neurodesarrollo considerado dentro del espectro autista. El término fue utilizado por primera vez en 1981 por la psiquiatra inglesa Lorna Wing en la revista Psychological Medicine, como un reconocimiento a Hans Asperger, psiquiatra y pediatra austriaco que ya había descrito dicho síndrome en 1943.
Quienes padecen el síndrome de Asperger se caracterizan por tener intereses limitados y muy absorbentes, patrones de conducta repetitivos o rutinarios, y una marcada dificultad para comunicarse e interactuar con los demás.
“En cuanto a los patrones repetitivos o rutinarios, los niños con este trastorno suelen acomodar sus cochecitos en fila o por colores, o vestirse siempre de la misma forma, o usar una misma sudadera todos los días, a toda hora, aunque esté sucia. Y si un día en que los llevan en coche a la escuela es inevitable cambiar de ruta por un accidente o un embotellamiento, piensan que los llevarán a otro lado y se angustian”, explica Diana Patricia Guízar Sánchez, especialista en psiquiatría infantil e investigadora adscrita a la Unidad de Posgrado de la Subdivisión de Especializaciones Médicas de la Facultad de Medicina de la UNAM.
Estos niños también presentan problemas de comunicación verbal (habla demasiado formal o monótona) y no verbal (expresiones faciales limitadas o mirada rígida), así como movimientos motores torpes y no coordinados.
“Otra característica que los distingue es que toman al pie de la letra las expresiones del lenguaje coloquial. Por ejemplo, si alguien les dice: ‘A ver, desaparece del planeta’, entenderán literalmente que lo que se les está pidiendo es que desaparezcan del planeta y no que se vayan un momento de donde están, lo cual también puede ocasionarles angustia. Asimismo, les cuesta trabajo identificar las emociones (tristeza, enojo, miedo…) que a veces se reflejan en el rostro de los demás”, agrega Guízar Sánchez.
A diferencia de otros síndromes que se manifiestan mediante ciertas características fenotípicas muy claras, como el de Down, el de Asperger no es evidente a simple vista.
En su aparición están involucrados desde factores hereditarios y síndromes genéticos, hasta infecciones virales durante el embarazo de la madre.
Así pues, para diagnosticarlo correctamente es necesario realizar una evaluación clínica y del desarrollo neuropsicológico, motor, verbal, auditivo, social y físico (por lo general, los niños con un trastorno del espectro autista tienden a tener el perímetro encefálico más grande de lo normal), lo cual implica estudios genéticos y metabólicos, pruebas neuropsicológicas, mediciones antropométricas…
“Esto es fundamental porque hay hitos del desarrollo, por ejemplo, que un niño te tiene que mirar a los ojos a los tres meses como máximo, sonreír ante los estímulos de los padres, reaccionar a su nombre o decir cierto número de palabras a una edad determinada”, indica.
Debido a que puede presentarse, sobre todo en áreas cerebrales relacionadas con el lenguaje, una comorbilidad con epilepsia que afecte el desarrollo de éste, también es indispensable hacer un electroencefalograma y, en ocasiones, una valoración psiquiátrica completa para descartar trastornos de ansiedad o trastorno de estrés postraumático.
Así como los factores que intervienen en la aparición del síndrome de Asperger son variados, los tratamientos también lo son y cada uno de ellos se ajusta a cada caso.
Unos pacientes sufren alteraciones electroencefalográficas, por lo que deben ser tratados con medicamentos anticonvulsivos; o presentan conductas disruptivas, agresivas o impulsivas auto o heterodirigidas, por lo que deben ser tratados con antipsicóticos.
“Algunos enferman de ansiedad y depresión como resultado de la dificultad que experimentan para comunicarse e interactuar con sus compañeros. Porque debemos tomar en cuenta que lo más importante para cualquier niño es tener amigos, y si los niños con el síndrome de Asperger no pueden hacer amigos y, además, no entienden por qué la gente los rechaza y se aleja de ellos, es posible que entren en un estado de ansiedad y depresión, y habrá que suministrarles ansiolíticos y antidepresivos”, apunta Guízar Sánchez.
Lo que sí deben recibir todos es psicoeducación, una terapia de habilidades sociales y una terapia familiar. Al respecto, la psiquiatra infantil e investigadora comenta: “Como su patrón de gustos y de actividades es restringido, se clavan en la práctica del piano, o en un solo tema como los aviones, los barcos... Y llegan a saber muchísimo de ese tema, debido a lo cual sus papás creen que son brillantes. Y, en efecto, algunos sí tienen un coeficiente intelectual alto, pero no todos. Entonces, como creen que son brillantes, sus papás no comprenden por qué no los entienden cuando les explican que deben comportarse de tal modo, y, lejos de hacer que los síntomas se regulen y apoyarlos en las reuniones sociales, muchas veces los regañan. De aquí la necesidad de una terapia familiar.”
En opinión de Guízar Sánchez, es casi seguro que el encierro y el nulo contacto social por la pandemia hayan modificado la dinámica de los pacientes con el síndrome de Asperger.
“Si decimos que son niños de rutinas, y una de sus rutinas era levantarse, ponerse su uniforme, desayunar e ir a la escuela, donde probablemente ya se habían adaptado a sus profesores, ahora que deben tomar clases en línea desde su casa se han de sentir fuera de lugar. Puede ser que en lo social estén más a gusto porque no tienen que interactuar con sus compañeros y, por lo tanto, las posibilidades de que los excluyan han disminuido, aunque los chavos ‘normales’ encuentran la manera de comunicarse aun en línea y excluir a otros”, señala.
Con todo, los niños con el síndrome de Asperger pueden llevar una vida normal, siempre y cuando sean bien tratados, tanto desde el punto de vista médico como familiar y social.
“Por ejemplo, los papás no deben perder de vista que son seres sexuales y que en su momento tendrán cambios sexuales secundarios y sentirán deseo sexual. Por eso, al igual que con el resto de los niños, es indispensable hablar con ellos de este tema para prevenir abusos sexuales y para que tengan una vida sexual sana y plena”, concluye la psiquiatra infantil e investigadora.
No se sabe qué porcentaje de la población mexicana tiene el síndrome de Asperger. Sin embargo, recientemente, una asociación civil llamada Autism Speaks hizo un estudio en León, Guanajuato, sobre los trastornos del espectro autista, entre los cuales se incluye el síndrome de Asperger, y llegó a la conclusión de que uno de cada 115 niños padece alguno de ellos.
Si bien comienza desde el nacimiento, se diagnostica tarde, ya que no se nota demasiado en la primera infancia. Salta a la luz en la edad escolar y la adolescencia, es decir, cuando la interacción social aumenta.