“En el momento que dejamos una puerta abierta, el virus entra: esa es su naturaleza”, dice Víctor Jiménez Cid, catedrático de microbiología de la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Sociedad Española de Microbiología (SEM).
El especialista habla en entrevista sobre la segunda ola de contagios de Covid-19 en España, marcando similitudes y contrastes con otros países del mundo, que suman más de un millón 200 mil muertes; 26 % corresponden a Europa y 55% se ubican en nuestro continente, según datos de la OMS.
Víctor Jiménez Cid señala que “el grifo” de la llamada primera ola nunca se cerró, pero el camino del virus desde su aparición hasta este momento ha tenido claroscuros que llevan a entender la inercia de la pandemia. En España, el virus tuvo su pico máximo durante marzo y abril con varios puntos de entrada desde febrero. El SARS-CoV-2 estuvo circulando durante tres semanas hasta que los ingresos hospitalarios reflejaron la magnitud del problema.
En la segunda parte de esta historia, ya no se lidia con un completo desconocido; sin embargo, no se han realizado los cercos necesarios al virus que nuevamente eleva las cifras de infectados en todo el mundo. La primera ola fue inédita, impredecible y grave. La segunda fue predecible, pero de igual forma: grave y con la gravedad evidenciada no solo por la ferocidad del virus, sino de políticas de contención fallidas.
“Con las primeras medidas drásticas de confinamiento se logró controlar al virus de una manera bastante eficaz, igual que ocurrió casi inmediatamente después en otros países europeos. Después vino lo que llamamos la desescalada”, apunta Jiménez y explica que en España bajó de manera considerable la transmisión en el mes de mayo y junio. Posteriormente, se detectaron eventos de transmisión dispersos en diversas regiones y asociados a grupos de difícil control, como el caso de los trabajadores temporales que llegan para la recolección de fruta.
Otra de las puertas abiertas al Covid-19 tiene que ver con la relajación de los escenarios cotidianos, pues pasado el verano y tras el disfrute del sol en exteriores, la gente empezó a reunirse más en ambientes cerrados y sin el uso de mascarillas.
Estos comportamientos han fortalecido cepas más contagiosas que ahora circulan en toda Europa y han provocado muchos brotes, como la mutación D614G (el aminoácido 614 de la proteína de la espícula inicialmente era un aspartato y ahora es una glicina) que se identificó en Europa a finales de febrero. En abril, la mayoría de los virus que circulaban ya tenían esa variante que ahora es hegemónica en el continente. También se suma otra más: la alanina 222 de la espícula se sustituye por una valina.
Aunque las mutaciones no son más patogénicas y se piensa que no tendrán efecto negativo en las vacunas en desarrollo, fortalecieron la dispersión del virus.
Para el entrevistado, las pruebas y el trazado de brotes que pueden limitar al virus han sido un absoluto desastre en España, sobre todo si se comparan con lugares de praxis extrema como China, donde bastaba detectar menos de una decena de casos para en tres días realizar pruebas a toda la población, sin importar que al final el escrutinio tuviera que abarcar los nueve millones de habitantes de una ciudad.
“El problema es que nosotros no tenemos la disciplina qué hay en China, ni la logística para llevar a cabo actuaciones tan masivas”, señala y agrega que, sin embargo, no hay que ser un país totalitario para cercar adecuadamente al virus.
“Corea, un país democrático y con un poco más de población que España, tiene una incidencia diez veces menor que nosotros”, comenta y explica que la fortaleza de su previsión también está apoyada en su desarrollo tecnológico (con una inversión en este rubro casi cuatro veces mayor que el país ibérico), como las apps útiles para detectar contactos estrechos, casos sospechosos o recién declarados. Otro punto a su favor es contar con recursos humanos coordinados para hacer una trazabilidad cuando se declara un caso. La coordinación de recursos y estrategias es otra parte que incluso va por arriba del desarrollo científico. El entrevistado pone a Estados Unidos como el ejemplo máximo de esta descoordinación: ese país acumula alrededor de 300 mil muertos.
“El problema es que se ha ido detrás del virus en lugar de por delante, y cuando hay transmisión comunitaria ya es tarde. Lo correcto es estar muy atentos a cualquier caso que surja y rastrear hacia atrás, aislar en anillo a todas las personas que podrían haber estado en contacto”, recalca y explica que con estas omisiones básicas se desató una transmisión descontrolada, sobre todo en barrios con mayor hacinamiento y ya con otros problemas derivados de la primera ola, como mayor precariedad económica. Esa incidencia se ha ido diseminando por otras regiones y municipios, incluso suburbios con más posibilidades económicas.
El microbiólogo señala que aunque en España hay casos puntuales de rastreos masivos, han sido iniciativas sin coordinación, como el que un alcalde decida hacer pruebas a su comunidad, pero sin ningún reporte formal al ministerio de Salud.
El especialista dice que hay mensajes de los políticos de su país que buscan animar a la población a cumplir las medidas como una especie de horizonte de esperanza para no llegar a un mayor confinamiento en Navidad. “Eso es muy peligroso porque puede ser decepcionante. Realmente no sabemos si estaremos mejor. Ahora la restricción en Madrid es que no se pueden reunir más de seis personas, pero en Navidad se reúnen muchos más y no se si la gente va a renunciar a eso”.
“La lección es clarísima y los expertos en salud pública la conocen desde el principio: la única forma de controlar una pandemia, epidemia, o incluso un brote, es buscar el foco de la manera más rápida posible para cercar al agente infeccioso e impedir la transmisión. Si eso no se hace a tiempo, se pierde la oportunidad. Esto se logra con inversión en sistemas de salud pública bien gestionados y coordinados… Las medidas paliativas son caras, difíciles de conseguir, y muchas veces, inútiles”.
60% De los nuevos
casos en el mundo están en EU, India, Argentina, Brasil y Francia.
17% De los más de 300 mil
muertos que ha habido en Europa corresponden a Gran Bretaña.