En esos días la científica española Mónica de la Fuente estaba dedicada a hacer experimentos sobre cáncer en animales de laboratorio. Estudiaba el desarrollo de la enfermedad en determinadas edades. Entonces se dio cuenta: la inmunidad no tenía nada que ver con que los animales fueran más jóvenes o más viejos. Esto sucedió hace muchos años. Todavía no se hablaba de la llamada inmunosenescencia, es decir, de los cambios generados en el sistema inmunológico por el envejecimiento. De hecho, fue ella quien publicó en su país el primer estudio al respecto.
A partir de ese momento, De la Fuente –doctora en biología y medicina, catedrática de fisiología y autora de cientos de publicaciones científicas, entre otros datos de su extenso palmarés– se concentró en investigar cómo, a partir de la inmunidad, puede analizarse la forma en que se envejece y medir su velocidad. Hoy dirige un grupo de investigación en la Universidad Complutense de Madrid, en cuyo laboratorio –mediante complejos análisis de sangre– indican la edad biológica de las personas, que puede ser muy diferente a la cronológica. Una cosa son los años que dice la cédula, otra distinta la edad real de nuestro organismo.
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¿Con cuál pregunta comenzó su investigación?
Lo primero que buscamos respondernos fue cómo analizar la edad biológica. Porque, claro, la cronológica es muy fácil de cuantificar. Según cuando hayas nacido, sabes los años que tienes. Siempre va hacia delante. Pero lo que realmente te dice cómo estás envejeciendo no es la edad cronológica, sino la biológica. A qué velocidad tu organismo está haciendo el proceso de envejecimiento. Y eso sí es difícil de valorar. Desde hace muchos años los investigadores han intentado dar con la forma de determinar esa velocidad.
Ustedes tienen un método…
Sí, encontramos que el sistema inmunológico es muy buen marcador de esa velocidad, y además representa al resto del organismo. Fisiológicamente, para saber si un individuo cuenta con salud o no, se observa que tenga una buena homeostasis. Es decir, herramientas para mantener el equilibrio funcional. Nuestro organismo tiene cambios constantes, pero responde a ellos restaurando su estabilidad. Por ejemplo, cuando comes aumenta tu glucosa, pero luego tu organismo se encarga de distribuirla para que quede en niveles normales. Todo el tiempo está poniendo a andar maquinarias para conservar el equilibrio. Eso es lo que definimos como homeostasis, que es llevada a cabo por tres sistemas: el nervioso, el endocrino y el inmunitario. Si los tres funcionan bien, se mantiene la salud.
De estos sistemas, ¿cuál nos permite ver con más facilidad si sus células están trabajando de forma adecuada? El inmunitario. Porque los leucocitos circulan por la sangre. Cada vez que sacas una muestra, ahí los tienes y puedes ver cómo están. Por eso desde hace décadas se dice que este sistema es el mejor marcador de salud.
¿Qué estudian en este sistema?
Hemos estudiado muchísimas funciones. De todas ellas, elegimos las que cumplen con una serie de criterios, como el hecho de ir evolucionando con la edad cronológica. Pusimos la información de las funciones seleccionadas en un modelo matemático que determinó las de mayor potencia. Entre todas, nos quedamos con cinco, que son las que analizamos. Tomamos muestras de sangre y miramos, por ejemplo, la capacidad de los linfocitos y de los macrófagos para moverse y llegar al sitio donde tienen que reconocer lo que es malo, el patógeno, y destruirlo; la capacidad de los fagocitos de fagocitar –por eso se llaman así– lo extraño; de los linfocitos para proliferar frente a un antígeno, y la capacidad de las llamadas natural killer para destruir células tumorales. Como tenemos una gran base de datos, de hombres y mujeres, podemos determinar los parámetros típicos. Esto nos permite valorar la edad biológica de una persona y su velocidad de envejecimiento. Mientras más acelerado, mayor riesgo de enfermar y de morir.
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¿Cómo define el envejecimiento?
Es el deterioro progresivo y generalizado de la función del organismo, con una menor reacción a los cambios. Es decir, con peor homeostasis. La base del envejecimiento es el estrés oxidativo e inflamatorio crónico. Cada vez que tomamos oxígeno para respirar, nuestras células producen radicales libres. En cantidades determinadas, el organismo –que es muy sabio– usa esos radicales para muchas cosas. También crea defensas antioxidantes que los contrarrestan. El problema es cuando generas más que tu capacidad de neutralización. Entonces surge un desequilibrio, un estrés oxidativo. Eso es lo que empieza a deteriorar las moléculas. Inflamación y oxidación son procesos que siempre van de la mano. Afectan todas las células del organismo, pero de forma más evidente a las de los sistemas homeostáticos y,en consecuencia, perdemos capacidad de adaptarnos.
¿La velocidad de envejecimiento es diferente en cada persona?
Sí, cada individuo lo hace a una velocidad totalmente distinta. Porque en ella inciden los genes, pero sobre todo el ambiente y el estilo de vida. Según la forma como te hayas desarrollado, así haces el proceso de envejecimiento. Hemos visto que cuando un individuo llega a su edad adulta –es decir, a los 20 años, que es el momento en que comienza el envejecimiento en el ser humano– sin haber alcanzado su potencial funcional, y con un estilo de vida no muy saludable, va a tenerlo más acelerado.
Va a envejecer más rápido…
En la edad biológica inciden los genes, pero sobre todo el ambiente y el estilo de vida. Según la forma como te hayas desarrollado, así será tu envejecimiento.
Y por tanto va a morir antes. Sabemos que el ser humano puede llegar a los 120 años, aunque la media varía según los países. En España actualmente la tenemos en 84. Con los análisis que hacemos no se puede predecir lo que va a vivir una persona, porque tendríamos que estar esperando mucho tiempo. Además, el ser humano hace muchos cambios en su estilo de vida. No hay manera de dar una predicción. Pero sí lo hemos analizado en animales de experimentación. Nosotros trabajamos con ratones de una cepa que es muy parecida a los humanos. En estos animales, una semana de vida equivale a un año del humano. Los estudiamos en paralelo y hemos visto que la evolución de los parámetros a lo largo del envejecimiento es igual. Y mira: aquellos animales que muestran unos valores determinados en su función inmunitaria, aunque sean apenas adultos o ya viejos cronológicos, mueren significativamente antes. Y estoy hablando sin patologías, ojo.
Dice que el envejecimiento comienza al llegar a la edad adulta, a los 20 años. ¿Pesa mucho en este proceso lo que se ha vivido antes?
Mucho. Por eso es tan importante el estilo de vida que se ha tenido siendo niños y adolescentes. Hace unos años hicimos un modelo de obesidad en ratones adolescentes, simulando lo que suele pasar a esa edad, en la que se comienza a llevar una dieta con demasiadas calorías, rica en grasa, etc. Los ratones llegaron a adultos siendo obesos y con los parámetros inmunitarios de viejos cronológicos. Es decir, empezaron su proceso de envejecimiento siendo ya viejos. Les quitamos la dieta, pero no se recuperaron. Siempre estuvieron peor que los otros y vivieron menos. Es decir, lo que hayas hecho cuando eras niño y adolescente te va a condicionar tu envejecimiento.
La ventaja es que puedes intervenir. Lo que hicimos en ese estudio, que está publicado, fue reproducir el mismo modelo pero dándoles al mismo tiempo una dieta rica en antioxidantes. Así conseguimos neutralizar el efecto e hicieron un envejecimiento normal.
Esa es la buena noticia: si la edad biológica está muy acelerada se puede intervenir y modificarla...
Exacto, en cualquier momento se pueden hacer cambios para intentar controlarla. La mala noticia es que, si no tienes cuidado, todo lo que hayas hecho lo vas a ir arrastrando a lo largo de tu vida.
¿En esto influyen más los genes o el estilo de vida?
Los genes participan un 25 por ciento. El 75 por ciento es el ambiente y el estilo de vida. Imagínate, entonces, la capacidad que cada uno de nosotros tiene de hacer cosas que permitan mantener la salud más tiempo, envejecer más despacio y llegar a una mayor longevidad aceptable. Porque no solo es vivir más, sino mejor. Lo decía Garcilaso: la vida es como un juego de cartas. A uno le pueden tocar cartas malas, pero saber jugarlas. O cartas estupendas y no jugar bien la partida. Es muy importante la forma como vivimos, más allá de los genes que tengamos.
Una persona va a su laboratorio, recibe el resultado de su edad biológica y la ve muy acelerada. ¿Cómo puede cambiarla?
Nos tienen comido el coco diciéndonos que la dieta y el ejercicio son lo principal y ahí se acaba todo. No. En la edad biológica incide mucho más lo emocional.
Nosotros hacemos el estudio en la Universidad Complutense, damos el resultado, pero no diagnosticamos. Porque no somos una clínica. Somos un laboratorio de investigación. ¿Qué pasa con el resultado? Que cada quien tiene la edad biológica que le corresponde debido a su estilo de vida. ¿Cómo la podemos controlar? Valorando lo que suelo presentar como las cuatro patas de una mesa. La primera: evitar hábitos nocivos (falta de descanso, falta de sueño, fumar en exceso, beber en exceso). La segunda: con actividad física y mental. La tercera: una buena dieta (con una cantidad apropiada de antioxidantes). Y la cuarta: con buena actitud ante la vida; controlar el estrés, mantener buenas relaciones sociales, intentar ser felices.
De estas cuatro patas, ¿alguna es más importante?
Lo emocional. Es mucho más importante que la dieta y el ejercicio. Nos tienen comido el coco diciéndonos que eso es lo principal y que ahí se acaba todo. No. Eso es clave, pero mucho más es cómo te sientes. ¿Estás triste? ¿Sabes manejar el estrés? Eso es más importante a la hora de saber cómo estás envejeciendo. Lo hemos estudiado y comprobado. Nuestras emociones repercuten en cómo están nuestras células. Si no se tiene buena actitud ante la vida, las otras cosas no valen. Por eso en el informe, al entregar el resultado, incluimos un anexo explicando que estas funciones inmunológicas te detectan también cómo estás a nivel emocional. Para que la gente se dé cuenta de que eso es clave.
¿Ustedes han confirmado que cambiando hábitos se reduce la edad biológica?
Claro. Hemos hecho seguimientos. Después de realizar cambios volvemos a valorar y han rejuvenecido. Tu edad cronológica no la puedes modificar. El año que viene tendrás un año más, sí o sí. Pero la biológica, como es una velocidad, sí. Por ejemplo, si estás envejeciendo a un ritmo de 50 años, modificas hábitos y en unos cuantos meses puedes estarlo haciendo a uno de 30. Por eso no hay que preocuparse cuando el resultado sale mayor. Incluso es bueno tener esa información. Si no sabes que estás con una edad biológica más alta que la cronológica quizás no tomas medidas y sigues envejeciendo más de prisa. En cambio, si tienes el dato, actúas al respecto y puedes rejuvenecer. Sin que esto te ponga excesivamente nervioso ni te obsesiones con ello. De manera natural, ir adquiriendo hábitos.
¿Las personas jóvenes suelen tener una velocidad de envejecimiento lenta?
No, al revés. Estamos encontrando que los jóvenes –que piden la determinación con los estudios que hacemos– son los que más viejos proporcionalmente están. De edad biológica, por supuesto. Hay muchas personas de 30 años que han salido de 60 o 70. Y por el contrario, hemos valorado personas centenarias de España, específicamente de Madrid, cuya edad biológica es de 30, de 40, de 50.
Por eso son centenarios...
¡Exacto! ¿Eso quiere decir que no sean viejos? Claro que son viejos. ¿Eso quiere decir que no se van a morir? Claro que se van a morir. Pero la velocidad en que están envejeciendo es lenta y ellos están bien. Otra cosa fundamental que incluyo en las patas de la mesa: se han realizado varios estudios en Okinawa, la isla de Japón, que es uno de los lugares con más centenarios en el mundo. Han visto que son personas con una dieta muy saludable y que hacen mucho ejercicio, sí, pero sobre todo coinciden en algo: lo que han llamado ikigai, término japonés que viene a ser la motivación, el sentido de la vida. Estas personas, aunque sean muy mayores, se levantan cada mañana con el entusiasmo de hacer algo. Ir al huerto, atender a los nietos, en fin. Ese ikigai es lo que hace que estés bien y llegues a tu potencial de edad con buena salud.
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