La pandemia de covid-19, causada por el nuevo coronavirus, tiene en los "pacientes asintomáticos" uno de sus protagonistas.
Y por eso que hemos querido recordar la vida de María Mallon, la primera paciente asintomática detectada en la historia y quien contagió de fiebre tifoidea al menos a medio centenar de personas, de las cuales tres murieron.
No fue sino hasta años después que se descubrió que ella era el elemento común entre los numerosos casos de contagio que desconcertaban a familias, autoridades y médicos en aquella época.
Eso la convirtió en una de las mujeres más vilipendiadas en Estados Unidos a principios de siglo XX.
Su trágica vida se convirtió en un caso paradigmático de lo que son los portadores asintomáticos, aquellas personas que llevan los virus o bacterias de una enfermedad, pero que no muestran ningún síntoma de tenerla.
Una vez que se detectó que ella llevaba la bacteria infecciosa en su organismo, se convirtió en el primer portador asintomático identificado de la enfermedad que también es conocida como fiebre entérica.
Marginada y criticada, incluso llegó a cambiarse de nombre para seguir trabajando.
Finalmente fue conminada a vivir en una larga cuarentena hasta que murió.
Mary Mallon era una inmigrante irlandesa que llegó a Estados Unidos en 1883, todavía siendo adolescente, para trabajar como cocinera y trabajadora doméstica.
Trabajó inicialmente en las ciudades de Nueva York y Long Island, donde se produjeron los primeros contagios y que hasta ese momento nadie los asociaba con ella.
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Para 1907 ya eran 30 casos sin explicación alguna en la zona cuando se comenzó a rastrear las cadenas de transmisión de la enfermedad en búsqueda de la causa original.
Hasta ese momento, funcionarios de salud habían atribuido el insólito brote a diferentes factores como el agua o la comida.
Otro aspecto que alimentaba el desconcierto era que la fiebre tifoidea se presentaba por lo general en los suburbios y zonas pobres de Nueva York y no, como empezó a ocurrir, entre las casas de familias con buenos niveles de ingresos.
Familias que podían darse el lujo de tener una trabajadora doméstica o cocinera como lo era Mary Mallon.
En aquel entonces la ciencia ya había realizado diferentes avances respecto a los fenómenos epidémicos y se habían desarrollado vacunas contra algunas enfermedades infecciosas.
Sin embargo, la medicina estadounidense no conocía de caso alguno de un portador asintomático para males como la fiebre tifoidea.
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Por ello se barajaron diferentes hipótesis antes de que se estableciera que el origen del brote podía ser una persona capaz de estar años transmitiendo la bacteria de la enfermedad sin presentar ni un síntoma febril y, además, sin saberlo.
George Soper fue el funcionario del Departamento de Salubridad de Nueva York que comenzó a sospechar de Mary tras la aparición de nuevos casos en una casa en Park Avenue de Manhattan en 1907.
El médico epidemiólogo detectó que la mujer trabajó con aquella familia y luego logró establecer que los anteriores brotes se dieron en domicilios donde ella también había trabajado.
Una vez Soper pudo practicar un examen a Mallon detectó en sus desechos la presencia de la bacteria Salmonella que transmite la fiebre tifoidea.
Solo se pudieron realizar los análisis tras la intervención de funcionarios del Departamento de Salubridad y algunos policías.
Muchos años después, el mismo médico relataría lo difícil que fue lograr aquella muestra de parte de la mujer, a la que describió como alguien de mal carácter, obstinada y muy solitaria.
Una vez establecida la condición de Mallon, el caso ganó amplia notoriedad en medios neoyorquinos.
Y las autoridades locales tampoco ignoraron el caso de la mujer capaz de transmitir la fiebre tifoidea de forma indefinida.
Después de pasar semanas en un cuarto aislado de un hospital, se determinó que sería llevada a un centro médico en una pequeña isla para que comenzara su periodo de cuarentena.
Durante tres años (1907-1010) vivió en una cabaña anexa donde le llegaban alimentos para que ella pudiera cocinarlos y comerlos sola.
Para ese entonces, la prensa local ya la había rebautizado como Typhoid Mary (María Tifoidea, en español) y las revistas especializadas en salud también escribían sobre ella.
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Mallon nunca reconoció culpa alguna por los contagios e intentó recuperar su libertad durante sus tres años de aislamiento.
Finalmente logró su objetivo a principios de 1910, con la condición de nunca volver a trabajar como cocinera ni manejar los alimentos de nadie.
Durante cinco años y con dos diferentes nombres, Mary Mallon trabajó en diferentes lugares como cocinera y era solo cuestión de tiempo para que un nuevo brote de contagiados apareciera
Sucedió nada menos que en un hospital, donde de manera súbita 20 internados desarrollaron cuadros de fiebre alta.
Nuevamente fue el doctor Soper quién estableció que la mujer era el origen del brote.
Pese a que en los archivos del centro médico aparecía un nombre y una firma era diferente, el funcionario reconoció el tipo de letra de Mallon.
Así, en 1915, empezaron otros 23 años de cuarentena, los que solo concluirían con la muerte de la portadora asintomática.
De nuevo en la cabaña y de vuelta cocinando para ella sola. Paradójico designio.
En 1932, Mary Mallon sufrió un accidente cerebrovascular que derivó en una parálisis.
Murió seis años después, a los 69 años.
Todavía se discute si hubo o no hubo autopsia y, más importante, si la bacteria seguía o no en sus restos.
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