El Sol es solo una de las cientos de miles de millones de estrellas en nuestra galaxia. Y es bastante común para los estándares estelares: no es particularmente grande ni brillante.
Sin embargo es muy especial para nosotros, pues sin el Sol la vida en la Tierra no sería posible. Es por ello que culturas en todo el mundo y en todas las épocas lo adoraban.
Hoy, sin embargo, la vida moderna en cierto modo nos ha alejado del Sol: en el mundo desarrollado pasamos el 90% de nuestro tiempo puertas adentro.
Pero el llamado "astro rey" sigue siendo una fuerza poderosa que sustenta nuestras vidas. Incluso afecta nuestra percepción de la belleza.
De hecho, cuando la gente habla de la "hora dorada" -ese momento justo antes de la puesta del sol- simplemente describe algo real.
Y es que el Sol no es realmente amarillo o naranja o incluso rojo. Es todos los colores mezclados.
Cuando el Sol sale o baja, los colores de onda corta (verde, azul y violeta) se dispersan, dejando solo la parte amarilla y roja del espectro, lo que le da un brillo increíble.
Cuando está alto en el cielo sus ondas azules rebotan, lo que explica por qué el cielo se ve azul.
Y cuando ves un arco iris, esa es la luz del Sol separada en todos sus magníficos colores.
Aunque decimos que el Sol sale por el este y se pone en el oeste, eso no es del todo cierto. Simplemente así nos parece.
En realidad el Sol se queda en el mismo lugar. Es la Tierra la que gira sobre su eje.
Y este movimiento alrededor del Sol está profundamente arraigado en nuestra biología.
Cuando la luz solar entra a través del ojo envía señales a un reloj maestro en nuestro cerebro llamado núcleo supraquiasmático (NSQ).
Este reloj interno regula todo, desde cuándo dormimos hasta cómo digerimos una comida.
Y hacerle modificaciones a esta máquina afinada, por ejemplo cuando trabajamos de noche o volamos por todo el mundo, puede hacernos sentir bastante mal.
Incluso la luz azulada de un teléfono celular a altas horas de la noche es suficiente para interrumpir y confundir a nuestro reloj interno.
Estar fuera de sintonía con el Sol afecta nuestro estado de ánimo y nuestra capacidad para pensar con claridad.
Y hay evidencias de que este tipo de interrupción puede llevar a tasas más altas de obesidad, enfermedades cardíacas, diabetes e incluso cáncer.
Estamos viviendo "desincronizados" con el Sol y algunos científicos dicen queesto podría estar causando una crisis de salud pública.
Cuando el Sol brilla, los estudios muestran que damos propinas más generosas y es más probable que gastemos en artículos de lujo.
Y el crimen también puede bajar: un estudio en Estados Unidos descubrió que cuando se adelantaban los relojes por el cambio de hora antes del verano, el número de robos, violaciones y asesinatos se reducía en alrededor del 50%.
En lo profundo de su núcleo, a unos 15 millones de grados centígrados, el Sol está constantemente fusionando hidrógeno para producir helio.
Estas reacciones nucleares liberan grandes cantidades de energía en forma de luz solar. Y cada hora de luz solar que cae sobre la Tierra tiene el poder suficiente para abastecer de energía a nuestro planeta por un año entero.
Si tan solo pudiéramos entender cómo aprovechar esta energía resolveríamos todos nuestros problemas energéticos.
Pero vamos en esa dirección: se estima que para 2022 el 30% de nuestra energía podría provenir de fuentes renovables y la energía solar crecerá más rápido que cualquier otra.
El Sol es vasto, dinámico... y a veces violento.
Vista de cerca la superficie del Sol parece un mar de fuego furioso, con enormes erupciones que se elevan a cientos de miles de kilómetros en el espacio.
Incluso hay terremotos en el Sol, llamados solemotos.
Y lo que sucede en el Sol puede impactarnos. Nuestra estrella dispara esporádicamente enormes nubes de partículas cargadas hacia la Tierra, lo que podría afectar gravemente a la tecnología de la que dependemos diariamente.
A pesar de ello el 97% de las personas nunca han oído hablar de las tormentas solares.
En 1859, una gigantesca tormenta solar golpeó la Tierra, creando auroras que cubrieron todo el planeta. El fenómeno causó un apagón de la red de telégrafos e hizo que los equipos eléctricos lanzaran chispas.
Esa tormenta solar de 1859 sigue siendo la más grande registrada hasta el momento.
Pero si una tormenta similar golpeara la Tierra hoy, las consecuencias para nuestra forma de vida podrían ser devastadoras: podrían apagarse las redes eléctricas, la navegación por satélite y las comunicaciones durante días, semanas o incluso meses.
Quizás ahora entendamos por qué las civilizaciones antiguas adoraban al Sol.
Puedes ver el video original de BBC Ideas (en inglés) aquí.
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