Su cabello hirsuto estaba tan levantado que parecía que le había explotado un boiler. Pero, en lugar de un tono carbón, le dejó una melena azul sobre la que llevaba unos enormes lentes rosas. Su traje era color amarillo con estrellas, cuadrados y círculos que combinaban perfectamente con el maquillaje de su rostro y zapatos gigantes.

Se presentaba como ‘Bomborín’ ante decenas de niños de la Sierra Otomí-Tepehua, en Hidalgo. Todos lo recibían con risas. Ese disfraz no fue el único que portó ni al único lugar al que acudió. Antes, usó botargas y disfraces, pero se fue ganando su mote de payaso, con el que ejerció por más de nueve años.

Historia: Bomborín, el médico que pasó de payaso a superhéroe
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Fue ese trabajo el que le permitió, al mismo tiempo, concluir sus estudios de Medicina y su especialidad en Urgencias. Después, pudo hacer una subespecialidad en Terapia Intensiva. Ahora, el doctor Abraham Díaz Ramírez labora por las mañanas en el Hospital Regional de Alta Especialidad (HRAE) de Ixtapaluca; y, por las noches, en terapia intensiva del Hospital Materno Infantil Chalco ‘Josefa Ortiz de Domínguez’, en el Estado de México.

Las veces que, por falta de tiempo, iba a clases disfrazado de payaso o cuando “sobornaba” con dulces y pastel a sus jefes de residencia para acudir a los eventos infantiles que lo contrataban son días que recuerda con alegría. Sus extenuantes jornadas y el exceso de trabajo le han impedido volver a ponerse aquella peluca azul y maquillarse, ya no para ganar dinero, sino por mero gusto. Incluso, ha pensado en retomarlo cuando la pandemia lo permita y no haya tantos contagios.

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Abraham Díaz es uno de los doctores que ya fue vacunado. A él y a sus compañeros del HRAE de Ixtapaluca les tocó el pasado 20 de enero. No presentó ningún síntoma o molestia. Al contrario, “hasta me dieron más ganas de trabajar”, cuenta entre risas. Tres meses antes, dio positivo a . No obstante, su caso fue asintomático. Para evitar que su familia se contagiara, se tuvo que ir de su casa por algún tiempo. Hace poco volvió con ellos, pero sigue manteniendo la distancia y todas las medidas necesarias.

“Me ha tocado estar en tres áreas covid : en urgencias, terapia intensiva y ahorita en hospitalización. Va a parecer mentira pero, en realidad, estoy muy animado. No todos, quizá, tenemos la misma manera de ver las cosas. Sin embargo, creo que somos la única opción para mucha gente. Aunque, claro, entiendo el cansancio del personal de salud , pero no podemos perder la empatía”, enfatiza.

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Lejos de culpar o criticar a la población por no atender las medidas sanitarias y el semáforo de riesgo epidemiológico, el doctor Díaz Ramírez opta por guardar silencio porque dice que él mismo lo ha visto con sus pacientes.

La tarea más difícil y necesaria es afuera del hospital: la prevención. Hace falta administrar y distribuir mejor los recursos en todos los niveles hospitalarios y unidades. El sector salud estuvo en una situación de abandono desde hace muchos años. Siempre hubo carencia de camas y medicamentos. No es algo nuevo”
-Doctor Abraham Díaz Ramírez

“Casi podría asegurar que más de la mitad de los pacientes que nosotros atendemos no se contagiaron porque quisieran salir. A veces, el sector salud divaga mucho. Muy pocos se pueden quedar en casa y, en una familia nuclear, a veces trabajan tres o cuatro integrantes, y es necesario que salgan. Se ha vuelto popular decir que la gente no se cuida. Pero eso, a veces, está desfasado de nuestra realidad mexicana. No podemos exigirle a una familia que vive al día que se quede en casa”, señala.

En su opinión, el reto principal por el que ahora están pasando los es emocional, porque se empapan de las historias de todos sus pacientes. Han visto fallecer a parejas que estaban por casarse, a hijos perder a sus padres y hermanos, o a papás que no pudieron ver el nacimiento de sus bebés.

Asimismo, han perdido a muchos compañeros y mentores. Hasta enero, la reportaba que, entre el personal de salud , 195 mil 558 se habían contagiado de covid-19 y dos mil 580 habían muerto por esta causa; 47% de ellos eran médicos y 19% pertenecían a enfermería . La Ciudad de México y el Estado de México eran los que lideraban esas cifras.

En México, desde 2012, existe la Asociación Civil Doctor Payaso que, hasta 2019, había certificado a 530 voluntarios y visitado mil 995 hospitales de todos los sectores del país. A partir del año pasado, debido a la pandemia, comenzaron a hacer actividades y a certificar de manera virtual. Así, mediante juegos y risas, continúan animando a niños enfermos.


Pone su 'granito de arena'

Como apoyo, él y los médicos de su unidad permiten a los pacientes utilizar el celular para que puedan estar en contacto con su familia o, bien, les prestan los suyos porque “hay mucha gente que no se está despidiendo de sus seres queridos. Tratamos de darles una muerte digna, que no tengan dolor y estén tranquilos”.

El dolor se le va a la garganta y al estómago. Esos momentos son los más difíciles para él. Lo sabe cuando la oxigenación comienza a bajar mucho e informa a ambas partes. En terapia intensiva es distinto porque los pacientes están sedados. En esos casos, les lee a los pacientes los mensajes que mandan sus allegados.

“He leído cartas de una mamá a su hijo intubado. Todas con ideas muy positivas de que va a salir adelante y que lo están esperando, cuando uno como médico sabe que va muy mal, que está muy grave. Es como una lluvia de emociones y sentimientos muy complicada, muy pesada emocionalmente”, admite.

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Si bien ha pasado por situaciones complicadas y llorado, también ha presenciado historias con finales felices, de personas en estado grave que logran recuperarse. “Tuvimos dos pacientes que eran padre e hija, ambos intubados y no lo sabíamos. El señor nos preguntaba por ella, que estaba prácticamente del otro lado de la unidad”, comparte.

Ambos fueron extubados y salieron bien del hospital , agrega con alivio. “Tampoco podemos desmoronarnos. Al otro día hay que despertarse e intentar cambiar estas historias que nos ha tocado ver”, concluye el doctor Abraham Díaz, quien, pese a su joven carrera, puede jactarse de haber reído y llorado en la misma medida.