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La EPOC es una enfermedad respiratoria vinculada, fundamentalmente, al hábito de fumar.
Esto ha hecho que se asocie tradicionalmente al hombre. Sin embargo, la vulnerabilidad de la mujer al humo del tabaco y su incorporación tardía a este hábito están provocando un incremento de los casos de esta enfermedad en mujeres en los últimos años.
Por primera vez en la historia de Estados Unidos, las muertes por EPOC en mujeres han superado las de los hombres, cifras que se han triplicado en los últimos veinte años. Esta misma tendencia se está observando en otros países desarrollados como Canadá, Reino Unido o Finlandia.
Se calcula que en el mundo hay 174 millones 500 mil personas con EPOC, según los datos de Global Burden of Disease de 2017.
De ellos, 3.2 millones mueren cada año a causa de esta enfermedad.
"Los médicos tenemos que hacer actualización mental y pensar que la mujer que tenemos delante en la consulta a lo mejor fuma", resalta la doctora Patricia Sobradillo.
La Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC) se caracteriza por un limitación progresiva, crónica y poco reversible al flujo aéreo que se asocia, principalmente, a la exposición de humo del tabaco.
Sin embargo, en el desarrollo de esta enfermedad, la tercera causa de muerte tras la cardiopatía y la enfermedad cardiovascular, también influyen factores como la contaminación ambiental, la exposición laboral a determinadas sustancias y al humo de la combustión de biomasa, especialmente en entornos rurales y en países en vías de desarrollo.
Con objeto de aumentar el conocimiento, la concienciación y de visibilizar la vulnerabilidad de la mujer con respecto a esta enfermedad, un grupo de expertos con la colaboración de AstraZeneca han elaborado el informe “Programa de atención integral a las mujeres con EPOC”.
Entre ellos se encuentra la doctora Patricia Sobradillo, neumóloga del Hospital Universitario de Álava, miembro de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR) y delegada nacional de Global Initiative for Chronic Obstructive Lung Disease.
DIAGNÓSTICO TARDÍO.
“La EPOC se suele diagnosticar tarde, en torno a los 60-65 años, porque hasta que no da los primero síntomas como la tos, las flemas o el ahogo no se suele acudir al médico y porque no se suelen hacer pruebas para diagnosticarla en todos los fumadores”, subraya doctora Sobradillo.
Ello explica que, en los últimos años, las enfermedades respiratorias ligadas al tabaco, como la EPOC, hayan sufrido un aumento significativo en mujeres en los países desarrollados, ligadas a la incorporación de estas al hábito tabáquico.
En España, se estima que un 73% de los pacientes con criterios de EPOC no tienen su diagnóstico, siendo este infradiagnóstico más acuciante en mujeres (86%) que en hombres (67,6%).
“Seguimos haciendo esa asociación de hombre-tabaco, por tanto en la mujer tendemos a pensar que tiene asma y no EPOC”, advierte Patricia Sobradillo.
Aunque varía dependiendo de la cantidad que se fume al día y de si existe algún tipo de predisposición (como padecer asma), la enfermedad tarda unos 20 años en comenzar a dar síntomas, lo que hace aún haya menos mujeres con esta patología que hombres.
Sin embargo, ellas son más susceptibles al humo del tabaco. “Fumando lo mismo o incluso menos tienen una enfermedad más severa”, explica la doctora Sobradillo.
SEXO Y GÉNERO MARCAN LA DIFERENCIA.
Según recoge el Programa de atención integral a las mujeres con EPOC, el hecho de ser mujer u hombre puede conllevar diferencias biológicas, anatómicas y fisiológicas que pueden condicionar el estado de salud.
Además, existe una construcción sociocultural de género distinta para cada sexo, que puede ocasionar diferencias en la asistencia sanitaria derivadas de los estereotipos como el de que fuman menos.
El sexo marca una diferencia en la EPOC. Las mujeres ven más afectada su calidad de vida, y la enfermedad debuta antes en ellas. Además, la sintomatología que presentan es diferente. “Tienen mucho más ahogo pero menos tos y flemas que los hombres”, añade la neumóloga.
Esto se debe a diferentes factores ligados a una mayor susceptibilidad a los efectos nocivos del humo. Entre ellos destaca la predisposición genética de la mujer al daño pulmonar asociado al tabaco, constatado por estudios entre familias de personas fumadoras y exfumadoras.
Además, existen diferencias anatómicas en las vías aéreas, más estrechas que las de los hombres en proporción al tamaño de sus pulmones. Por otra parte, el tejido de los bronquiolos presenta paredes más gruesas, lo que implica mayor exposición a los efectos nocivos de la combustión de cada cigarrillo.
También influyen las diferencias en la mecánica ventilatoria, una mayor susceptibilidad para la inflamación y la hipersecreción de moco y el efecto de las hormonas sexuales, ya que algunos estudios establecen que influyen en la metabolización de los productos del tabaco.
Las mujeres también presentan un cuadro clínico diferente al de los hombres caracterizado por un mayor grado de disnea, mayor frecuencia de sibilancias, menos tos, menor índice de masa corporal y mayor frecuencia de alteraciones nutricionales, así como una peor calidad de vida y menor capacidad para realizar ejercicio.
COMORBILIDADES DISTINAS.
Las comorbilidades asociadas también son diferentes entre sexos, siendo más frecuentes en la mujer la osteoporosis, la ansiedad y la depresión, la diabetes mellitus, las alteraciones nutricionales, la enfermedad inflamatoria intestinal o el reflujo gastroesofágico, mientras que en los hombres predomina la presencia de cardiopatía isquémica o alcoholismo.
Para revertir el infradiagnóstico y paliar las diferencias asociadas a sexo, la doctora Sobradillo considera que lo primero que se debe hacer es conocer la enfermedad: “Creo que ahí, desgraciadamente, suspendemos los médicos, que no hemos sido capaces de trasladar en qué consiste esta enfermedad a la sociedad”.
Además, la neumóloga apunta que es importante saber que esta enfermedad causa un gran impacto en la vida, y que si tienes estos síntomas “y fumas o has fumado, deberías ir a tu médico, no asumir que eso es normal por el tabaco”.
Por eso considera fundamental concienciar a la sociedad de que esta enfermedad existe, especialmente en las mujeres: “Los médicos ahí tenemos que hacer un poco de actualización mental”.
En este sentido, afirma que es necesario incorporar la perspectiva de género, ser conscientes de que “la mujer que tienes delante de ti en la consulta a lo mejor fuma” y pensar que ellas pueden padecer esta enfermedad igual que los hombres.
Todo ello para reducir la desigualdad por sexo y género sin olvidar las diferencias clínicas y sociales entre ambos. “Hay que entender que somos diferentes, partimos de una base diferente y en la enfermedad también lo vamos a ser”.