Ahora que el mundo enfrenta la pandemia ocasionada por el coronavirus Covid-19, los adultos mayores —junto con las personas que padecen afecciones médicas preexistentes, como hipertensión arterial, enfermedades cardiacas o diabetes— corren más riesgos de desarrollar cuadros clínicos graves.
Según la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica 2018, del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el número de personas de 60 años o más que viven en México es de 15.4 millones, lo cual representa 12.3% de la población total.
De ese número, 47.9% reside en hogares nucleares (formados por un sólo núcleo familiar que puede incluir a una pareja con o sin hijos solteros, o un padre o madre con hijos solteros); 39.8%, en hogares ampliados (un solo núcleo familiar o más, y otras personas emparentadas con él o ellos); y 11.4%, en hogares unipersonales (es decir, donde esas personas viven solas).
En el restante 0.9% entran todos aquellos adultos mayores que pasan sus días en instituciones de cuidados prolongados, popularmente conocidas como casas de reposo.
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Ciertamente, los adultos mayores ingresados en este tipo de instituciones (con una discapacidad, una demencia o sin funcionalidad) suman un número muy pequeño (pero no por ello desdeñable), en comparación con el de la población total.
“Ahora bien, las casas de reposo en México no están completamente reguladas por el Estado. De esta manera, muchas carecen de instalaciones adecuadas, de personal capacitado y de los servicios de un geriatra y un gerontólogo”, dice Verónica Montes de Oca, investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM y coordinadora del Seminario Universitario Interdisciplinario sobre Envejecimiento y Vejez.
Hoy en día, la oferta de casas de reposo en nuestro país es muy variada: las hay para personas con un nivel socioeconómico bajo, medio y alto.
“En las primeras, las condiciones de vida pueden ser terribles, pero, con todo y que desde hace tiempo se le ha pedido al Estado que intervenga para regularlas, éste no ha hecho gran cosa. En contraste, algunas casas de reposo se han convertido, en las últimas décadas, en un próspero negocio, a tal grado que llegan a cobrar mensualidades de hasta 30, 40 ó 50 mil pesos por persona”, comenta Montes de Oca.
A pesar de todo, estas instituciones son fundamentales en México porque muchas familias no pueden cuidar a sus adultos mayores, sobre todo cuando éstos tienen necesidades de atención especializada permanente.
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En todo caso, lo que se requiere hacer cuanto antes es regularlas y supervisarlas continuamente. Los derechos humanos de los adultos mayores también incluyen a aquellos que viven en casas de reposo.
La circulación en las casas de reposo en México es muy baja debido a que casi nadie las visita, a veces ni siquiera los propios familiares de los adultos mayores que residen en ellas. Así, las posibilidades de que éstos caigan enfermos por el Covid-19 son mínimas, pero no nulas.
“Quienes podrían contagiarlos son los miembros del personal que los atiende, ya que por lo general llegan a su lugar de trabajo y regresan a su casa en transporte público. Por eso es importantísimo que sigan un estricto protocolo de desinfección y limpieza. Aunque aquí no hemos tenido casos como en España, donde se descubrió que los adultos mayores de varias casas de reposo estaban conviviendo con cadáveres de personas que fallecieron por el Covid-19, en Monterrey, Nuevo León, ya hubo un brote en una casa de reposo”, indica la investigadora.