Un estudio europeo coordinado por investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha demostrado que una microbiota sana contribuye a regular el apetito, el metabolismo de nutrientes como la glucosa, el peso corporal y la inflamación asociada a la obesidad. Además, también ha demostrado la influencia en el neurodesarrollo y la respuesta al estrés , que a su vez influye en el futuro riesgo de desarrollar patologías crónicas metabólicas y mentales.
Los investigadores han identificado nuevas cepas bacterianas intestinales que podrían dar lugar a una nueva generación de probióticos capaces de combatir de una manera más eficaz las patologías crónicas asociadas a la obesidad y el estrés, como el síndrome metabólico y la diabetes, y la depresión.
Este proyecto, denominado MyNewGut , ha sido financiado por la Unión Europea con nueve millones de euros y coordinado por la investigadora Yolanda Sanz , responsable del grupo de Ecología Microbiana , Nutrición y Salud del Instituto de Agroquímica y Tecnología de los Alimentos (IATA, Valencia).
La iniciativa ha revelado importantes hallazgos sobre cómo la microbiota intestinal regula el metabolismo de nutrientes y el balance energético en el organismo humano, y sobre cómo la dieta puede contribuir a reducir el riesgo de padecer enfermedades asociadas a la obesidad y al estrés.
Reducir la obesidad y controlar la ingesta
“En este proyecto hemos identificado las características de la microbiota intestinal que, junto a la dieta, contribuyen al riesgo de desarrollar obesidad y sus comorbilidades, y que nos pueden ayudar a predecirla y así poder establecer estrategias dietéticas preventivas en una fase temprana”, explica Sanz.
En concreto, “en uno de nuestros estudios observamos que una dieta poco saludable redujo la diversidad de la microbiota e incrementó la abundancia de proteobacterias, potencialmente inflamatorias, en niños que inicialmente tenían un peso normal y que durante el período de estudio (cuatro años) acabaron desarrollando sobrepeso. Por el contrario, en niños que mantuvieron un peso normal se observaron reducciones de este grupo de bacterias”, añade.
En otro estudio de intervención se ha transferido la microbiota de donantes sanos a individuos con síndrome metabólico, mediante un trasplante fecal. Así se ha demostrado que una microbiota sana aumenta la expresión del receptor de dopamina del cerebro, aumentando el control del apetito y reduciendo la ingesta.
“Los hallazgos muestran por primera vez en humanos que la microbiota intestinal influye favorablemente en el control del balance energético y así mejora la salud metabólica, regulando el eje intestino-cerebro”, destaca Sanz. El equipo también ha investigado tanto los efectos de la cantidad de proteínas en la dieta como del tipo de proteínas (de origen animal como la caseína o vegetal como las proteínas de soja), en voluntarios con sobrepeso.
“Aunque las dietas ricas en proteínas son a menudo efectivas para perder peso, el aumento de la ingesta de proteínas también incrementa la proporción de productos proteicos que alcanzan el intestino grueso y son metabolizados por la microbiota del colon, generando compuestos tóxicos”, detalla.
“Nuestro estudio demuestra, por primera vez, que no solo la cantidad de proteína de la dieta es importante, sino también su calidad, y que esto da lugar a la producción de un mayor o menor número de metabolitos tóxicos para el riñón fruto de la actividad de nuestra microbiota. Esto debería tenerse en cuenta en las futuras recomendaciones sobre las dietas altas en proteínas, sobre todo cuando se mantienen de forma prolongada”, añade la investigadora.