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Laura se aproxima al mostrador de la farmacia y saca una lista de medicamentos . Lleva careta y tapabocas. Uno de los medicamentos que le muestra el encargado no es exactamente el requerido; saca el teléfono y le pregunta a su padre, un septuagenario que batalla para escuchar del otro lado de la línea. Empieza a llegar más gente que hace fila atrás de Laura. Uno de ellos no lleva tapabocas y otro empieza a desafiar la sana distancia. Suda ante la llegada de más individuos, saca una botellita de gel y se frota nerviosamente las manos. Siente un latido furioso en la yugular, inserta la tarjeta en la terminal para hacer el pago y se le olvida por completo el NIP: todo se nubla, el terror la invade y sale corriendo del lugar luchando por respirar. Es la primera vez que sufre un ataque de pánico.
La omnipresencia del Covid-19 ha ocasionado que el mundo cambie. La lucha contra el enemigo invisible trae diferentes reacciones y el miedo ha acompañado al virus desde su llegada. El miedo es un mecanismo de supervivencia y ayuda a las personas a evitar riesgos, pero permanecer en un estado de ansiedad durante un periodo prolongado puede incluso debilitar el sistema inmunitario. Cuando las personas están sometidas a un estrés elevado existe una secreción excesiva de la hormona cortisol que dificulta sopesar cuidadosamente los costos y beneficios de diferentes acciones: las personas luchan para distinguir las amenazas más bajas de las más altas.
Ansiedad en tiempos de Covid-19
En un estudio encabezado por la especialista en salud mental Kavita Vedhara , de la Universidad de Nottingham en Gran Bretaña , se reúne información sobre el impacto que la sobrecarga de cortisol desencadenada por la pandemia traerá a la población en un futuro a corto, mediano y largo plazo. Los datos se recaban mediante encuestas, así como muestras de cabello, una forma confiable de medir la presencia de la hormona. Para la especialista este tipo de estudios, que cuentan con una página con información accesible a todo público (www.covidstressstudy.com), son una herramienta indispensable que deberían replicarse en todo el mundo para entender otra importante huella que está dejando el virus.
De acuerdo con un informe sobre políticas acerca del Covid-19 y la salud mental publicado por la OMS hace un par de semanas, el virus está poniendo de manifiesto la necesidad urgente de aumentar la inversión en servicios de salud mental si el mundo no se quiere arriesgar a que se produzca un aumento drástico de las enfermedades psíquicas que cuestan a las economías nacionales varios miles de millones de dólares, tanto en términos de gastos directos como en la pérdida de la productividad.
El costo de los problemas de salud mental en países desarrollados se estima entre el 3% y el 4% del Producto Interno Bruto. Sin embargo, la salud mental siempre ha sido discriminada, pero en esta “nueva normalidad”, el problema difícilmente podrá dejarse de lado.
En el artículo Desarrollo y validación inicial de las escalas de estrés Covid, publicado recientemente en el Journal of Anxiety Desorders, (Steven Taylor et al.) se menciona que estudiar un papel más puntual del miedo en las respuestas conductuales a los brotes virales, no solo es útil como una medida para aprender a lidiar con el aumento de ansiedad, estrés postraumático y depresión por un evento traumático masivo, sino también es un medio para mitigar comportamientos que también podrían facilitar la propagación de la infección, como visitas a salas de urgencias por sintomatologías confusas.
El estudio considera que es fundamental que quienes toman las decisiones en salud pública entiendan la diversidad, naturaleza y grado de respuestas psicológicas adversas a la crisis actual de Covid-19 para abordar sus problemáticas de manera más efectiva. Se lee en el estudio: “Hasta la fecha, se ha prestado poca atención empírica a este tema; de hecho, aunque recientemente han surgido varias formas para medir los miedos y ansiedades relacionadas con Covid-19, tienden a ser unidimensionales y se basan en una evaluación psicométrica limitada”. De esta forma, los especialistas desarrollaron diversas escalas de para comprender y evaluar mejor las angustias recurrentes relacionadas con Covid-19, como el miedo a establecer contacto con otras personas, tocar objetos o superficies posiblemente contaminados, así como pensamientos recurrentes sobre las consecuencias económicas negativas. Las escalas fueron diseñadas intencionalmente para que también pudieran adaptarse fácilmente a futuras pandemias.
El mundo con diferentes realidades
Hasta que surja una vacuna o un tratamiento efectivo, no hay forma en que todas las personas salgan a las calles de manera segura. Es así que las medidas de higiene y distanciamiento permanecerán por un largo periodo. Antes de colapsar ante el temor, el mundo poco a poco tendrá que acostumbrarse a mantener las medidas de precaución y realizar los actos más cotidianos a distancia, como asistir al médico o al trabajo; mientras que se tendrán que realizar estrategias más puntuales para fortalecer la educación en línea y compaginarla con la presencial.
Un mundo de algoritmos donde establecerán una relación simbiótica big data e inteligencia artificial también pondrán a prueba un mundo gobernado por aplicaciones que responderá a demandas cada vez más específicas en una situación en la que la adopción tecnológica se ha acelerado, pero también ha puesto en evidencia las debilidades y vulnerabilidades de una digitalización imperfecta y de los abismos entre países y poblaciones en estos términos.
La creatividad será un arma de supervivencia y tampoco estará exenta de cambios. Recientemente en el marco de El Aleph, festival de arte y ciencia organizado por la UNAM, Jorge Volpi y José Gordon tuvieron la oportunidad de platicar con el escritor israelí Etgar Keret en una charla que llevaba precisamente por nombre La creatividad e imaginación en los tiempos de coronavirus. El escritor señalaba que todas las especies del planeta jamás habían pasado por el mismo trauma al mismo tiempo desde la extinción de los dinosaurios.
El drama global del Covid-19 pone a la humanidad entera frente a las mismas disyuntivas, pero también frente a la oportunidad de tomar nuevas decisiones lejos de la inercia con la que nos movíamos frente a nuestro universo cotidiano. Keret hizo una analogía entre “la nueva normalidad” y un enorme barco detenido en medio del océano. “Para empezar a movilizarse lo más importante será decidir a dónde nos moveremos”. Para el escritor es muy difícil pensar en un solo camino, en una homogénea “nueva normalidad”, pues quizá para un ambientalista la pandemia será la gran oportunidad para reducir el impacto ambiental movilizándose menos, mientras que para un fascista podría ser la oportunidad de imponer sensores a las personas para monitorear sus rutinas.
“Cuando la realidad es llevada al extremo siempre expone algo dentro de nosotros”, decía Keret en su charla. En esta alegoría existencial del Covid-19, el escritor israelí decía que cuando hay algo que desaparece a nuestro alrededor, tendemos a descubrir que se trataba de algo innecesario, o por el contrario, de algo indispensable. “La vida que vivimos es solo una posibilidad” decía Keret, acotando que en este diseño de nuevas realidades, probablemente habrá una dicotomía en la sociedad; gente peleando fieramente por la intimidad encontrada al interior de su hogar y otros que luchen de alguna forma por no regresar a ella.