Cuando empezó a detectarse el ébola en África, Barry Hewlett, el antropólogo estadounidense pionero en la investigación sobre esta epidemia, alzaba la voz fuertemente sobre la importancia de la antropología social para luchar contra cualquier brote epidémico en el mundo.
Ante la falta de confianza en los médicos, el flujo de información contradictoria y sin una cura, el experto consideraba que el miedo podía convertirse en la principal herramienta de diseminación de un virus y para contrarrestar ese temor se necesitaba mucho más que un equipo de epidemiólogos.
Durante el surgimiento del ébola, la labor de los antropólogos sociales fue fundamental para el control de la epidemia.
Los encargados de estudiar el comportamiento humano, desde el punto de vista social y cultural, colaboraron con equipos multidisciplinarios de la OMS en la búsqueda de enfermos. La familiarización con la cultura local fue fundamental para lograr penetrar justamente las barreras del miedo en las comunidades, entender sus códigos y crear lazos de confianza que llegaran hasta los grupos de médicos. Se combatieron estigmas, se escuchó a la comunidad y se trabajó en equipo para mantener sus tradiciones tratando de minimizar los riesgos, como en el caso de sus ritos funerarios.
En su libro Ébola, Cultura y Política: La Antropología de una enfermedad emergente, Hewlett se refería a la antropología social como una herramienta clave, que sin embargo no ha tenido un impacto en la infraestructura médica general que involucra brotes. El eco de sus palabras parece seguir latente hasta la pandemia de Covid-19 que sigue condicionando nuestros días.
El doctor Rubén Muñoz Martínez, especialista en antropología médica e investigador del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), habla sobre la importancia de esta área de estudio que permanece como una desconocida a pesar de sus poderosos alcances.
“La antropología social básicamente se encarga de estudiar el comportamiento humano desde el punto de vista social y cultural. Entre las diferentes subdisciplinas se encuentra la antropología médica, que estudia aspectos sociales y culturales, pero relacionados con salud, enfermedad, atención y prevención”, explica el especialista.
Los antropólogos médicos se enfocan en cuestiones como la percepción de riesgo, es decir, cómo las personas pueden percibir, según sus códigos culturales y su contexto, cuestiones como el riesgo de infección y las características de la prevención.
El investigador del CIESAS señala que la forma en que los individuos interpretan y transmiten la información deriva en diversas conductas que tienen que ver con el impacto del virus más allá de las condiciones biomédicas del mismo. “Pensamos en la epidemia como algo que atacará de la misma forma a todos, pero no es así porque las sociedades son distintas. Por esto los epidemias se comportan de manera distinta en diferentes partes del mundo”.
“Pensamos en la epidemia como algo que atacará de la misma forma a todos, pero no es así porque las sociedades son distintas”
RUBÉN MUÑOZ MARTÍNEZ, Investigador del CIESAS
La comunidad médica
Actualmente, Muñoz realiza una investigación focalizada en la comunidad médica en nuestro país en relación al Covid-19.
“Uno de los desafíos actuales es que no podemos entrar a los hospitales y los antropólogos médicos tienen como campo de estudio estos lugares y las relaciones que se dan en su interior”. Muñoz puntualiza que ahora las entrevistas se realizan a distancia y las herramientas digitales han tenido que sustituir este contacto prioritario que subyace en su trabajo de campo; sin embargo, así también se han logrado algunas observaciones interesantes.
Muñoz también ha trabajado sobre el estigma de la discriminación y la forma en que el Covid-19 sigue incidiendo en este ámbito. “Hay muchas personas que asocian al personal de salud como portadores de la infección, pero también a su ropa como portadora del virus”.
El investigador señala que esta situación incluso ha obligado a muchos a evitar usar prendas que los distinga como personal de salud fuera de sus espacios de trabajo porque se han enfrentado a la negación de servicios o acceso a algunos sitios, e incluso los expulsan de las viviendas donde habitan.
“Observé comportamientos similares en una investigación que hice hace tiempo sobre el VIH, donde a los médicos no se les alquilaba consultorios con facilidad. Es una idea de generar sujetos colectivos de riesgo. Se generan categorías que también tienen que ver con las diferencias y las desigualdades sociales”.
El entrevistado acota que, sin embargo, también hay reproducción de estos estigmas en las relaciones de poder de la misma comunidad que trabaja en los servicios de salud. Un ejemplo sería las desigualdades entre médicos adscritos y residentes, donde las diferentes condiciones de trabajo y hasta acceso a equipo, puede generar vulnerabilidades. “Al final el Covid-19 se monta en todo tipo de relaciones desiguales y convierte algo antiguo en algo nuevo”.
“Hay muchas personas que asocian al personal de salud como portadores de la infección, y a su ropa como portadora del virus... Observé comportamientos similares en una investigación hace tiempo sobre el VIH”
RUBÉN MUÑOZ MARTÍNEZ
Investigador del CIESAS
Futuros desafíos
Otro punto de análisis son los desafíos que están pendientes para una atención y prevención médica adecuada desde el punto de vista sociocultural.
“Existen representaciones de hospitales y personas como algo dañino y esto es un problema porque con la pandemia se está viendo que la gente ya llega muy mal al hospital”, señala y agrega que la desconfianza en las instituciones médicas corresponde tanto a deficiencias del sistema, como estereotipos y malas experiencias. “Esto tiene mucho que ver con la eficacia y la confianza que se tiene en un primer nivel de atención para el seguimiento oportuno de los casos. En México, este primer nivel de atención es un pilar débil que se necesita fortalecer”.
El doctor Rubén Muñoz señala que desde la mirada antropológica es muy importante favorecer que los médicos estén integrados a los barrios, donde haya medicina realmente comunitaria, que es la que facilita el seguimiento y control de casos en situaciones como la que atravesamos en la actualidad.
Para el antropólogo social tener datos es fundamental para entender la dinámica de la enfermedad en cualquier grupo de una misma sociedad, es decir, conocer desde el tipo de enfermedades que tienen hasta sus condiciones sociales, acceso a servicios y el tipo de mensajes que reciben, como por ejemplo los grupos indígenas, donde se ha visto una letalidad dos veces mayor que en la población en general.
“A veces hay cierta brecha entre tomadores de decisiones e investigadores, pero tampoco es bueno, de ninguna parte, hablar sólo con nosotros mismos, tenemos que comunicarnos con quienes tienen la disposición para tender puentes, unir fuerzas y generar proyectos en conjunto”, señala el especialista sobre la necesidad de fortalecer la mirada antropológica en las políticas públicas.