Los nativos de la Nueva España también sucumbieron frente a varios enemigos invisibles. En menos de un siglo, de 1519 a 1600, la población indígena se redujo a una décima parte. Además de la viruela y el sarampión, un microorganismo nombrado en los registros históricos como cocoliztli contribuyó a diezmar rápidamente a la población que sucumbía frente a una fatal fiebre hemorrágica.
“Se trata de un punto más en una línea de tiempo”, señala la doctora Miriam Jetzabel Bravo López, una de las ganadoras de las Becas Para las Mujeres en la Ciencia L’Oréal-UNESCO-AMC 2023. La investigadora del Centro de Ciencias Genómicas de la UNAM tiene como proyecto de investigación la caracterización de las biomoléculas antiguas de los patógenos causantes de cocoliztli durante el siglo XVI en la Nueva España.
Bravo López cuenta cómo nació su pasión por la paleogenómica, una herramienta útil para rastrear las señales de una enfermedad mediante el estudio de su ADN. “Es una metodología que posibilita trazar la evolución de patógenos”, señala y agrega que se trata de herramientas de gran potencial para incorporar información más puntual a toda la reconstrucción histórica que se ha generado sobre esta epidemia. Esta información, que se abona a una larga línea de tiempo sobre el devenir de la enfermedad, ayuda a establecer más conexiones y entender cómo han cambiado los virus y bacterias desde tiempos remotos, pero también cómo han cambiado los organismos que los hospedan.
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“Se trataba de un patógeno que causaba sangrado bucal y nasal. También hay registros históricos que atestiguan reacciones en la piel como fístulas. Finalmente, los individuos fallecían a los tres días de haber adquirido la infección. Hasta la fecha no se sabe con certeza el agente causante”, señala la investigadora que a la par buscaría indagar más sobre el genoma del microorganismo y que esto también contribuya, en un futuro, a diseñar nuevos tratamientos.
Otra parte de la investigación también está enfocada a indagar otros brotes epidémicos, como el cólera que atacó a las poblaciones de Tlatelolco. Bravo López explica que el rastreo paleogenómico no sólo se enfoca en restos humanos, sino también en sedimentos.
Esta beca es una oportunidad para acomodar más piezas en el rompecabezas de una reconstrucción histórica sobre las epidemias, un tema que recientemente vivimos en carne propia. Bravo López destaca el trabajo de hombres y mujeres que motivan a otros a mantener sus metas, a los tutores que estimulan el trabajo científico en nuestro país.
La ciencia como motor social
Este año, los premios y becas nacionales “Para las mujeres en la ciencia” fueron entregados a científicas de las áreas ciencias naturales, ingeniería, ciencias exactas y tecnología. Además de la doctora Bravo, la edición de este año, otorgó becas a Mariana Felisa Ballesteros Escamilla, del Centro de Innovación y Desarrollo Tecnológico en Cómputo del Instituto Politécnico Nacional (IPN). Su proyecto, “Modelado de sistemas neuromusculoesqueléticos con aplicaciones biomédicas basado en aprendizaje máquina y teoría de Lyapunov”, busca crear nuevas tecnologías que ayuden a las personas que sufren de alguna discapacidad mediante la ingeniería en rehabilitación.
También fue galardonada Monserrat Llaguno Munive, investigadora del Instituto Nacional de Cancerología, quien tiene un proyecto de co-encapsulación de siRNAs-Doxorrubicina para el tratamiento de cáncer de mama metastásico. El cáncer de mama se ha convertido en un grave problema de salud pública, pues es diagnosticado a 2. 3 millones de mujeres en el mundo.
El programa “Para las Mujeres en la Ciencia” ha reconocido a 100 científicas mexicanas desde su lanzamiento en nuestro país en 2007, pero a nivel global el programa L’Oréal – UNESCO Para las Mujeres en la Ciencia ha honrado y apoyado a 3 mil 900 mujeres científicas desde su creación en 1998. Su importancia radica en su contribución a la equidad de género en la ciencia y el estímulo para futuras generaciones de mujeres científicas.
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La ciencia surge de una frase, una idea, un concepto que se acaba gestando en un laboratorio y busca un lugar en cada rincón que necesite nuevas herramientas para enfrentar la cotidianeidad. Otras de las merecedoras de becas en nuestro país como nuevos valores son Azalia Ávila Nava, del Hospital Regional de Alta Especialidad de la Península de Yucatán, quien estudia la diversidad de la microbiota intestinal en pacientes con litiasis renal en Yucatán. La científica descubrió que en esa región las piedras en vías urinarias son un grave problema de salud que requiere encontrar nuevas estrategias de tratamiento.
Por otra parte, Maricarmen Iñiguez Moreno, del Instituto de Materiales Avanzados del Tecnológico de Monterrey, desarrolla un recubrimiento comestible para la preservación de berries, pues nuestro país es un gran productor de estos frutos, pero debido a factores físicos y microbiológicos, así como a la falta de infraestructura apropiada, se pierde hasta 50% de la producción.
Científicas consagradas
Según datos recientes de la UNESCO, el número de mujeres que siguen carreras científicas está aumentando, pero a un ritmo aún lento: sólo una de cada tres investigadores en todo el mundo es mujer. Este premio ha reconocido la labor de mujeres muy relevantes en la escena científica mundial. El año pasado se reconocía en París la labor de Katalin Karikó. La investigadora húngara ganó el Nobel de Medicina 2023 (compartido con Drew Weissman) por sus contribuciones en el estudio del ARN mensajero, que finalmente ayudó a diseñar algunas de las principales vacunas contra el Covid-19. Sólo el 4% de los premios Nobel de ciencia han sido otorgados a mujeres.
Con el grito de: “El mundo necesita de la ciencia y la ciencia necesita mujeres”, el galardón busca visibilizar la labor de las mujeres y crear plataformas que les ayuden a continuar con sus proyectos. Este año en nuestro país fue premiada la labor de tres científicas consagradas: Sandra Elizabeth Rodil Posada, Rossana Arroyo Verástegui y Erika Bustos Bustos. La primera se ha dedicado a la investigación de materiales en la UNAM, desde donde ha logrado diferentes aplicaciones en áreas tan diversas como la construcción o la medicina. Por otra parte, Arroyo tiene como campo de estudio la parasitología, desempeñándose en el Departamento de Infectómica y Patogénesis Molecular del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav).
El área de trabajo de la doctora Erika Bustos es la ingeniería ambiental. La investigadora del Centro de Investigación y Desarrollo Tecnológico en Electroquímica, S. C (CIDETEQ) en Querétaro, señala que su línea de investigación actual se enfoca en el desarrollo de superficies modificadas para la remoción y detección de contaminantes. Los proyectos de electroquímica ambiental de su laboratorio han escalado a prototipos de desarrollo tecnológico que se han materializado en patentes mediante las que se busca tener diferentes alternativas frente a diversos problemas de contaminación en nuestro país, como por ejemplo plantas de tratamiento de agua, así como prototipos para tratamiento de aire en exteriores e interiores.
Explica que se busca una apropiación social, mediante las herramientas de la ciencia, como un proyecto de tratamiento de aguas residuales de hemodiálisis para reuso de servicios al interior del mismo hospital. “También tenemos patentes otorgadas para el tratamiento de suelos contaminados con hidrocarburos”. Agrega que durante la pandemia también surgieron prototipos para el tratamiento del aire, pues se generaban aerosoles, contaminantes orgánicos que era necesario degradar rápidamente mediante pequeños dispositivos colocados en las azoteas.
Bustos señala que finalmente la posibilidad de que más mujeres se formen en la ciencia es tener el potencial de multiplicar las ideas que puedan derivar en investigación científica y desarrollo tecnológico mexicano. Sus palabras hacen eco en lo que subrayaba el representante de la UNESCO en México, Andrés Morales, durante la entrega de los premios 2023 en nuestro país, que frente a los desafíos globales romper los techos de cristal para promover la igualdad de oportunidades ya no es solo una cuestión de justicia social, sino de supervivencia.
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