Ante los efectos provocados por el SARS-CoV-2 , la producción de vacunas no cesa, al grado de que hasta el momento se estudian 193, de las cuales 42 se encuentran en fase clínica; sin embargo, ninguna de ellas es apta para niños , pues el “timo”, un pequeño órgano responsable del crecimiento de una buena parte den sistema inmunitario, sigue en desarrollo.
“Nature” publicó un artículo donde se explican las razones por las cuales ninguna de las vacunas podrá ser administrada a la población infante, ya que aspectos tanto biológicos como coyunturales lo impiden.
En tanto a los efectos biológicos, los expertos declararon que debemos tener presente que el ser humano es uno de los mamíferos que nace con un número mayor de órganos sin desarrollar por completo. Entre ellos se encuentra el timo, el cual es fundamental para el desarrollo celular , por lo tanto los niños permanecen durante meses dependiendo de las células inmunitarias y anticuerpos que la madre provee durante la lactancia .
“Desde que el niño ya no toma leche materna hasta que tiene sus defensas desarrolladas, estas funcionan de modo muy distinto a un adulto. Sólo cuando alcanza entre 10 y 12 años se puede decir que su sistema inmunitario está completamente desarrollado”, advirtieron.
Foto: EFE/ Jesús Diges, archivo
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Otro de los motivos, de acuerdo a los especialistas, es por el tamaño de sus pulmones, puesto que el efecto inflamatorio que podría causar una vacuna es potencialmente peligroso. De ese modo se justifica la variedad entre las dosis administradas en las vacunas para niños y adultos, como es el caso de la hepatitis B ; a esto se auna que hay otras en las que deben aumentarse las dosis, pese a que sean dirigidas a los más pequeños, por ejemplo la de la tosferina , por infección en las vías respiratorias.
Aunado a esto, los científicos expusieron que a diferencia de la población madura, en los cuales las vacunas intramusculares son las más efectivas por la estimulación de la sangre, los niños reaccionan más rápido a las vacunas nasales, como las que se desarrollan contra la gripe, ya que en ellos predominan las defensas llamadas “innatas”, que normalmente se alojan en las mucosas, que son aquellos tejidos que recubren órganos como la nariz.
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Foto: AP/Kirsty Wigglesworth, archivo
Sin embargo, el desarrollo de las vacunas nasales es más lento. “Nature” explicó que entre las vacunas en fases más avanzadas, como la de Oxford, CanSino y Jansen, cada una de ellas tienen ventajas e inconvenientes con respecto a la protección que ofrecen, así como las necesidades de velocidad de producción y distribución, por lo que las farmacéuticas y laboratorios no han querido arriesgarse y probarlas en infantes.
Entre tanto, agregaron los estudiosos, las compañías expertas en la fabricación de vacunas infantiles como Sanofi y Merck, se encuentran distantes aún de alcanzar las fases avanzadas de desarrollo.
nrv