Un trago de cerveza y un bocadillo de queso. Los productos de los procesos biotecnológicos más antiguos penetran lentamente en nuestro organismo. Pocos parecen oponerse a los placeres causados por la fermentación de un extracto acuoso de malta y de un poco de leche expuesta a los microbios; sin embargo, el temor empieza cuando alguien menciona la palabra biotecnología. Hay algo en la palabra que parece incomodar, pero esta área de la ciencia que integra el conocimiento biológico y el de la ingeniería, está presente en numerosos aspectos de nuestra vida cotidiana, que van desde un almuerzo hasta un innovador tratamiento médico.
El nuevo Reglamento del Sistema Nacional de Investigadores, publicado en el Diario Oficial de la Federación (DOF) el 21 de septiembre, desapareció la biotecnología ante el desconcierto de los investigadores en el área, que inmediatamente pidieron su reconocimiento e inclusión. El Conacyt respondió que en el antiguo reglamento se encauzaban las solicitudes de ingreso y permanencia a un área única llamada Biotecnología y Ciencias Agropecuarias (Área VI); pero que ahora los investigadores podrían ingresar sus proyectos a Biología y Química (Área II), Ciencias de Agricultura, Agropecuarias, Forestales y de Ecosistemas (Área VII) eIngenierías y Desarrollo Tecnológico (Área VIII). Aunque según Conacyt es que solo se eliminó la nomenclatura anterior, la palabra biotecnología desapareció del nuevo glosario. Los especialistas opinan que no sólo es un cambio de forma, sino de fondo.
La doctora Angélica Meneses, a cargo del Laboratorio de Biotecnología Farmacéutica en la Facultad de Farmacia de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, señala que la palabra cotidianamente aparece mal contextualizada. “Vivimos diariamente con la biotecnología, pero no la pensamos como un beneficio, sino como algo contrario a lo natural que es retratado como lo único benéfico para el organismo. Hay una ideología que marca que la biotecnología ha causado muchos problemas”, dice y agrega que la omisión en este nuevo reglamento se convierte en realidad en una afrenta para todos los científicos que han tardado muchos años en consolidar un área de trabajo y sobre todo en un momento donde la biotecnología busca salvar al mundo con vacunas, antisueros y diversos tratamientos. “No suena coherente con la política internacional: más allá de quitar una palabra; es poner sobre la mesa una fobia… Satanizar el contexto biotecnológico no es bueno para nadie”.
“La principal afectación de este cambio del Conacyt es que atomiza a la comunidad de biotecnólogos”, apunta la investigadora, y agrega que este afán de segmentación del núcleo de especialistas en biotecnología también es percibido como una especie de amenaza por trabajar en un área que desde el inicio de este gobierno ha sido vista como negativa.
Meneses comenta que la inercia viene desde el inicio de este gobierno con una guerra a los alimentos transgénicos, una de las muchas áreas de la biotecnología, y que esparció temores generalizando, sin profundizar en casos particulares y aristas del tema. “Muchos medicamentos se hacen con células transgénicas; sin embargo, este asunto de la fobia a los transgénicos ha ocasionado que muchos científicos fundamentales en el área hayan tenido que irse a trabajar fuera del país, como Luis Herrera Estrella”.
El doctor Adelfo Escalante, Presidente saliente de la Mesa Directiva Nacional de la Sociedad Mexicana de Biotecnología y Bioingeniería 2018-2020, concuerda con esta apreciación: “El mensaje es que toda la biotecnología es un campo de conocimiento que tiene que ser evitado porque genera cosas que son perjudiciales para el ambiente y la salud, siendo que es algo completamente opuesto”. Para Escalante, las escalas de aversión al término van desde asociaciones negativas en la población en general hasta el activismo que le da la espalda al debate científico.
Para Meneses, otro problema tiene que ver con las evaluaciones de los proyectos, que ahora serán canalizadas a otras áreas que no están relacionadas con todos los aspectos del trabajo integral que implica la biotecnología. La especialista ha trabajado a través de tres décadas en el desarrollo de productos y procesos en biotecnología farmacéutica, desde el trabajo con las plantas para producir compuestos medicinales, hasta la generación de vectores para terapias génicas; novedosas terapias emergentes que marcan una nueva era en los tratamientos médicos donde se busca reparar el gen dentro del paciente mismo, y que ofrecen nuevas esperanzas en el tratamiento de enfermedades humanas hasta ahora incurables.
En esta misma área de trabajo se encuentra el doctor Gustavo Cabrera, director de Global BioTherapeutics (GBT), compañía de biotecnología fundada en 2009 con la meta de desarrollar el potencial de las terapias génicas para tratar, tanto enfermedades genéticas, como crónicas.
Cabrera señala que uno de sus principales objetivos es solucionar el problema de la dependencia a la insulina en los diabéticos. “La meta es lograr introducir la información genética para que él paciente pueda producir la insulina por sí solo. El proyecto ya brincó a una especie grande.
Después de trabajar con ratas, ahora hay cerdos curados de diabetes. Contamos con la protección de una patente para que se puedan echar a andar estos mecanismos que conecten mercados internacionales y que también son muy importantes para la ciencia. Hemos tratado de vincular y competir a nivel internacional”, señala sobre este proyecto apoyado por Conacyt desde el inicio, pero que mira con incertidumbre la situación actual.
“Sabíamos que se venían cambios radicales en la política de México, pero no podemos vivir en un vacío ideológico en un mundo que es competitivo y sigue su evolución. En las grandes estructuras económicas lo que se vende es innovación y tecnología. Las guerras son tecnológicas y quien gane tendrá capacidades: es el futuro. Un retroceso es muy duro”, señala.
Aportaciones múltiples
En su texto ¿Qué es y para qué sirve la biotecnología? El doctor Gustavo Viniegra González, profesor e investigador emérito de la UAM explica que la biotecnología en México ha crecido en forma rápida y eficiente. “A principios de 1970 casi no había investigadores de este ramo ni empresas especializadas en el uso de técnicas modernas para sectores como el biofarmacéutico, la producción agropecuaria, la biorremediación anaerobia o el biodiagnóstico molecular. En el último Congreso Nacional de Biotecnología y Bioingeniería, acudieron más de mil 200 especialistas”.
La doctora Mayra de la Torre, investigadora del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD), que es parte de los Centros de Investigación del Conacyt, dice que la omisión de la biotecnología hace crecer temores, e incluso ha ocasionado que muchos estudiantes se cuestionen sobre su área de estudio e incluso consideren hacer un cambio de carrera.
La especialista en áreas como el desarrollo de tecnologías de proceso para la fabricación de productos biotecnológicos, así como en bioinsecticidas para control de plagas agrícolas y control de hongos patógenos de plantas, considera que otro falsa idea de la biotecnología es considerarla como el sinónimo de grandes empresas transnacionales y de poderosas inversiones donde el uso de la tecnología es para el beneficio de unos cuantos. Para ella, las posibilidades de la biotecnología también se extienden a intercambiar conocimientos y esfuerzos con las poblaciones más necesitadas.
“Nosotros trabajamos con comunidades de pueblos originarios de alta marginación. El porcentaje de población indígena en Hidalgo es muy alto y trabajamos en comunidades muy alejadas donde se encuentras sus cultivos tradicionales. Buscamos sinergia entre sus conocimientos tradicionales y los nuestros para resolver problemáticas en conjunto” señala la especialista poniendo el ejemplo del maguey, el símbolo de Hidalgo. La zona de agave pulquero de la región tiene grandes poblaciones de plantas enfermas. Los productores y campesinos les muestran a los científicos sus formas de recuperar los cultivos, mientras los especialistas identifican a la gran variedad de microbios que afectan las plantas, encontrando soluciones más eficaces en conjunto.
El doctor Enrique Galindo del Instituto de Biotecnología de la UNAM asegura que esta área de conocimiento ha estado detrás de los desarrollos científico-tecnológicos más importantes de la humanidad, los mismos que han permitido incrementar la esperanza de vida de la población y que en el caso de la Covid-19, mediante el desarrollo de las vacunas, se convertirán en un logro crucial de la biotecnología.
Señala como en México los biotecnólogos están trabajando activamente en varios frentes, como la realización y optimización de pruebas diagnósticas, así como en herramientas para mejorar la precisión de pruebas serológicas que amplíen el conocimiento sobre la inmunidad adquirida. “Hay colaboración y liderazgo en procedimientos para determinar secuencias completas del genoma de los virus circulantes, y así apoyar el seguimiento a la evolución de la pandemia. Existen los medios para explorar la producción microbiológica de componentes para medicamentos antivirales con efectos terapéuticos. También hay acciones para emprender el diseño, producción inicial y pruebas pre-clínicas de candidatos de vacunas que sean suficientes, e idealmente más accesibles para la población mexicana”. El mensaje en común de los científicos es que la biotecnología se ha ganado a pulso su nombre y apellido; el reto ahora es comunicar las aportaciones sin mitos.