Un trozo de 30 por 40 centímetros de espuma de poliuterano fue el gran protagonista de la explosión del transbordador Columbia, lanzado desde el Kennedy Space Center a las 10:39 de un 16 de enero. El Transbordador llevaba siete astronautas, quienes realizaron experimentos científicos durante 16 días en la Estación Espacial Internacional (ISS), sin sospechar que serían sus últimos días con vida. La tragedia se empezó a escribir 81.7 segundos después de emprendido su viaje para regresar a la Tierra. El 1 de febrero de 2003 una estela de humo en el cielo atestiguaba su fin.
El material aislante se desprendió del tanque de combustible externo recalentando al Columbia, que en ese momento cumplía su misión número 28. Se dañó el borde del ala izquierda con una herida mortal. El aire quemante a una temperatura de más de 2 mil 800 grados centígrados entró en el ala durante su entrada en la atmósfera terrestre a una altura de 129 mil metros. El ala se debilitó al derretirse su estructura de aluminio, causando la pérdida de control de la nave. El Columbia comenzó a desintegrarse mientras pasaba por California en su camino para aterrizar en Florida. En Texas, el orbitador comenzó a perder el control a 16 mil kilómetros por hora, dispersando los escombros de la nave sobre este estado y Louisiana. No hubo sobrevivientes.
Este capítulo se sumó a la tragedia del Challenger en 1986, que se desintegró 73 segundos después de despegar. La explosión se debió a una fuga en el sistema de combustible que provocó la separación de los cohetes impulsores. En esta misión viajaba por primera vez una civil, la profesora Christa McAuliffe. Esta tragedia sucedió casi 20 años después del incendio del Apolo 1. El 27 de enero de 1967, su cápsula se incendió en la plataforma de lanzamiento de Cabo Cañaveral, matando a tres astronautas. El incendio se debió a un cortocircuito en un cable mal aislado.
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Las posibilidades latentes
La historia deja muchas lecciones y si bien un accidente se define como un suceso inesperado o fortuito que altera el orden regular de las cosas, estos accidentes, sobre todo la tragedia “más reciente” del transbordador Columbia, pesaron en la decisión final de la NASA de traer a Starliner, la cápsula de 4.5 metros de ancho de Boeing, de vuelta a la Tierra, pero sin los astronautas Butch Wilmore y Suni Williams a bordo. Se presentaron algunas fallas en su funcionamiento que al principio fueron evaluadas como insignificantes, pero también en el Columbia, el origen del accidente ya había dado pistas que se consideraron sin importancia.
“Por naturaleza, un vuelo de prueba no es ni seguro ni rutinario”, afirmó el administrador de la NASA, Bill Nelson, quien también se refirió en conferencia de prensa a los lecciones aprendidas sobre los accidentes previos de la Agencia, anotando que esta vez se fomentó un diálogo abierto, en lugar de reprimirlo. La decisión “es resultado de un compromiso con la seguridad”. Este retorno sin tripulación permite a la NASA seguir recopilando datos sobre las fallas de funcionamiento de la cápsula diseñada por Boeing, pero sin poner en riesgo a la tripulación.
La historia de Starliner ha tenido complicaciones desde sus inicios. En 2019, un software defectuoso arruinó el primer vuelo de prueba sin tripulación, lo que obligó a repetirlo en 2022. Luego surgieron problemas con el paracaídas y se registraron otros contratiempos, incluida una fuga de helio en el sistema de propulsión de la cápsula que impidió un intento de lanzamiento en mayo. Antes del lanzamiento, realizado el 5 de junio pasado, ya se había producido una fuga de helio en el sistema de propulsión de la nave espacial, que los ingenieros de la época atribuyeron a un sello dañado que concluyeron que era un problema aislado. Sin embargo, después de alcanzar la órbita, los controladores informaron de dos fugas de helio más en la nave espacial, seguidas de otras dos, aunque mucho más pequeñas, después de que la nave se acoplara.
En ese momento, los informes de la NASA señalaban que las fugas en sí no suponían un riesgo para la tripulación: sólo existen cuando se activa el sistema de propulsión. Tanto la NASA como Boeing reiteraron hace un par de meses que habría helio suficiente para que la Starliner se desacople y regrese a la Tierra; sin embargo, al final las causas de las fugas de helio seguían sin estar claras y la falta de interpretación de los datos podría tener algún problema inesperado.
Especialistas como Jan Osburg, ingeniero senior en el sector aeroespacial y de defensa, dijo que la NASA tomó la decisión correcta, pero los problemas de diseño de Starliner se podían haber detectado antes. Al final se decidió que la cápsula regresará a la Tierra en un par de semanas, pero vacía. Por otra parte, había pocas opciones para regresar a los astronautas, pues un viaje espacial no se puede planear de un mes a otro. La cápsula de SpaceX que se encuentra actualmente estacionada en la estación espacial está reservada para los cuatro residentes que han estado allí desde marzo, pero la NASA dijo que no sería seguro meter a dos más en la cápsula, excepto en caso de emergencia.
Es así que se decidió que los astronautas regresarán en la misión a bordo de una nave espacial Dragon con otros dos miembros de la tripulación asignados a la misión SpaceX Crew-9 de la agencia que saldrá de la Tierra a finales de septiembre. Mientras tanto, la agencia informó que Wilmore y Williams continuarán su trabajo oficialmente como parte de la tripulación de la Expedición 71/72 hasta febrero de 2025. La aventura planeada en un principio para ocho días se multiplicó, por lo pronto, a ocho meses.
El futuro de las empresas comerciales
Este capítulo no solo se trata de una historia sobre cómo reducir las posibilidades de aparición de los sucesos fortuitos, también habla sobre los acuerdos de la NASA con las empresas comerciales sobre el futuro de sus proyectos y, pese a lo fortuito (que siempre marca el rumbo de nuestra vida y el entendimiento de la misma), también habla de la importancia de la investigación científica en la Estación Espacial Internacional.
La NASA inició su Programa de Tripulación Comercial hace una década con la intención de que dos compañías estadounidenses competidoras transportaran astronautas en la era posterior a los transbordadores. Boeing ganó el contrato más grande, un negocio por más de 4 mil millones de dólares, en comparación con los 2 mil 600 millones de la empresa SpaceX, que ya ha completado con éxito su primer vuelo con astronautas de los nueve que ha realizado desde 2020. Boeing se ha visto envuelto en fallas de diseño que le costaron a la compañía mil 400 millones de dólares.
En 2013, después de un año del retiro del último transbordador espacial, surgió el Programa Comercial de Tripulación de la NASA (CCP, por sus siglas en inglés), como una asociación para impulsar a la industria aeroespacial en los Estados Unidos para desarrollar sistemas de transporte espacial que puedan lanzar con seguridad a los astronautas a la Estación Espacial Internacional (ISS) y a otros destinos en la órbita baja de la Tierra.
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Después de una historia de 50 años de vuelos espaciales tripulados de la NASA se planeó el desarrollo de una nueva industria de transportación orientada hacia la apertura de los viajes espaciales a más humanos en diferentes contextos, desde los más básicos, como las misiones de reabastecimiento de la ISS y el transporte de astronautas para los diferentes experimentos científicos en el espacio con beneficios directos en tierra firme.
Con el diseño de Starliner, NASA y Boeing pretendían reducir el consumo de combustible y emisiones hasta un 30%.
La idea de las alianzas está basada en la lógica básica del desarrollo científico: sin la mano de la iniciativa privada es imposible lograr el impulso total a proyectos que requieren no solo de muchas mentes brillantes, sino de muchos recursos financieros.
Es así que el proyecto, relativamente joven, ha puesto a prueba las capacidades de las compañías líderes en la empresa aeroespacial, donde Boeing ha tenido más puntos en contra que a favor. El gigante aeroespacial, el segundo mayor fabricante de aviones comerciales en el mundo, ha tenido varias crisis con sus productos en los últimos años.
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La seria crisis que vive Boeing debido a sus problemas de control de calidad en la fabricación y procesos de revisión para su certificación salieron a la luz tras el fatal accidente sufrido el 29 de octubre de 2018, cuando el vuelo 610 de la aerolínea indonesia Lion Air se estrelló en el mar de Java poco después de despegar, causando la muerte de sus 189 ocupantes. Imposible quitar la lupa del historial de seguridad de la empresa después de que un panel lateral de un avión de Alaska Airlines se desprendió durante un vuelo a principios de este año.
En la conferencia de prensa de la NASA sobre la situación de los astronautas que viajaban en el Starliner, no estuvieron presentes representantes de Boeing, quienes solo mandaron un comunicado señalando que “Boeing continúa centrándose, ante todo, en la seguridad de la tripulación y la nave espacial”. No puede ser de otra forma. Estas alianzas comerciales son fundamentales para los ambiciosos proyectos que la NASA tiene para regresar a los humanos a la Luna y viajar por primera vez a Marte. Por otra parte, expertos en comunicación han criticado las estrategias de la NASA, dejando pasar más de dos meses sin información clara, donde las palabras de astronautas “varados” y “atrapados” se afianzaron en la opinión pública. El regreso a casa para Willmore y Williams aún es lejano, pero su destino escribirá un nuevo capítulo para que no se pierdan nuevas oportunidades de avances en la historia espacial.