No sólo a las palabras se las lleva el viento. Millones de partículas de se desplazan entre continentes cambiando la dinámica de la Tierra. Su vuelo es discreto, pero afecta el medio ambiente de diferentes maneras: transforma la química atmosférica, los ecosistemas terrestres, e incluso, la salud humana.

La NASA lanzó la Misión de Investigación de la (EMIT) el verano del año pasado y tras 17 meses en órbita finalmente recabó la información necesaria para generar mapas precisos de cuáles son los principales materiales que viajan por todo el planeta con diferentes afectaciones. La detección y estudio de los polvos minerales de la Tierra es el foco de esta misión que examina la superficie terrestre desde más de 400 kilómetros de altura.

EMIT escanea amplias áreas en la Tierra. Este trabajo sería prácticamente imposible de realizar aún con un batallón de geólogos en tierra firme o mediante instrumentos transportados por aviones, pero lo hace logrando el mismo nivel de detalle que podrían tener los ojos más expertos. Sus logros se basan en la espectroscopía de imágenes. Estos sensores descomponen la luz de un solo objeto en los colores que la componen, de la misma manera que un prisma dispersa la luz blanca en un arcoíris, permitiendo a los científicos analizar el espectro y descubrir de qué mineral se trata y qué superficie ocupa.