Por: Rafael López
A nte los hechos de violencia que alteran la convivencia social, ha surgido una corriente de opinión que considera que tienen su origen en la pérdida de valores éticos. ¿Cómo explicar este fenómeno? ¿Es exclusivo del contexto mexicano?
Basado en una investigación sobre las premisas históricas, psicosociales y culturales del país para entender la personalidad de los mexicanos, realizada en 1959, 1970 y 1994 por el psicólogo Rogelio Díaz-Guerrero, y en encuestas aplicadas a jóvenes en 2010 y 2012 por el Instituto Mexicano de la Juventud, la Secretaría de Educación Pública y el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, Alfredo Guerrero Tapia, académico de la Facultad de Psicología de esta casa de estudios, concluyó que no hay una pérdida, sino un cambio de valores.
“Lo supuesta pérdida de valores es en realidad un cambio de valores. Ninguna sociedad vive sin valores. Son importantes porque le dan sentido al comportamiento de las personas y conducen sus acciones.”
De acuerdo con el académico, las investigaciones interdisciplinarias permiten dar cuenta de los cambios, si bien hay dos visiones sobre el cambio de valores: la de quienes sostienen que algunos no cambian y se mantienen a lo largo del tiempo; y la de los que piensan que van cambiando según las circunstancias (económicas, políticas y sociales) de cada sociedad y cada época.
Algunos valores son universales, pero otros son propios de cada cultura. Un valor universal es el respeto a la vida del otro. Un valor local mexicano es el respeto a las personas mayores, a la familia, pero también al machismo, que hoy está cuestionado.
En cuanto al concepto de la otredad, en el contexto social, Guerrero Tapia cree que es de suma importancia porque las opiniones acerca de los valores se sostienen en visiones universalistas sobre un ser humano universal que no existe.
“De modo que cuando situamos a las personas en el tiempo y en un lugar determinado, la cuestión empieza a despejarse. ¿De quienes hablamos? ¿Quiénes han cambiado? Los jóvenes, sin duda, y hablamos de varias generaciones” indica Guerrero Tapia.
Los sociólogos y demógrafos inventaron diversos conceptos que, aunque arbitrarios y controversiales, son útiles para identificar a las distintas generaciones y entender quiénes son los sujetos que rompen con el universalismo y exhiben los cambios. Así, se habla de la generación X, de la de los Millennials y de la de los Centennials.
La generación X mexicana, por ejemplo, se sitúa en un lapso (1984-2018) en que se dio un viraje en el modelo económico, pasando de una economía mixta con un Estado social a una economía de mercado bajo los postulados neoliberales. En esos 35 años nacieron dos generaciones en las que se aprecian cambios asociados a los valores.
“En términos generales se pasó de valores que incluían prácticas de comunidad o sociabilidad a valores individualistas, centrados en la persona. Esto tiene una clara relación con la ideología del neoliberalismo, cuyos valores se basan en el individualismo, la competencia, el consumo ilimitado, la excelencia como un atributo personal o privado, el prestigio personal y el dinero.”
Este desplazamiento al individualismo ha hecho que predominen la emergencia del yo (concepto evaluado con instrumentos de medición) y lo que se denomina el desbordamiento del narcisismo. No obstante esto no significa que se hayan perdido los otros valores.
Antes de cambiar al modelo económico apoyado en las teorías neoliberales, las instancias que generaban los valores eran la familia, la escuela, las Iglesias y la televisión.
Con respecto a las encuestas aplicadas en 2010 y 2012, el académico destaca que, para la mayoría de los jóvenes encuestados, la educación continuaba siendo en esos años un valor primordial.
“Y siguen considerándola necesaria. Es un valor que permanece y se contrapone. En las encuestas se observa que quienes valoraban la educación pensaban que con ese atributo conseguirían un mejor trabajo y un mejor ingreso, lo cual entraba en contradicción con la realidad. Pero ese valor todavía está presente.”
Según Guerrero Tapia, antes se realzaba el respeto a la familia y la obediencia a la autoridad. Después de 1968 hubo una ruptura con esos valores, pero en el periodo marcado por el neoliberalismo, casi la mitad de los encuestados no vio a la familia como un ente de respeto.
Por lo que se refiere a la política, más de 80% de los encuestados en 2010 y 2012 no creía ni sentía interés en ella porque aseguraban que los políticos eran deshonestos y corruptos.
“Si los jóvenes aún no ven en la política una fórmula de convivencia ni de solución de los problemas, ¿qué les queda? El sujeto directo, aquél que se percibe como fuente de agresión. De ahí que pueda concluirse que la agresión surge en razón de que la mediación (la política) se redujo a su mínima expresión. En buena medida, la violencia es generada por la falta de mediadores institucionales. Por otro lado, si la convivencialidad (objetivo de la política) se da a partir de mediaciones institucionales sostenidas en valores, y éstas se diluyen y
los valores se transforman, la convivencialidad se pone en riesgo”, asegura.
Vivimos en un periodo de incertidumbre que hace que los valores no se interioricen. Esto se observa en el movimiento de las mujeres.
“Algunos estudiosos opinan que no es un movimiento, sino un punto de inflexión en la historia de México. Ahora bien, está documentado que la violencia más intensa es la intrafamiliar. Puede adelantarse como hipótesis de trabajo que la imposición del neoliberalismo en México generó relaciones muy violentas y autoritarias que cosificaron y anularon a las mujeres, lo mismo que a los jóvenes y los viejos.”
En cuanto a la convivencia social, lo que se trastocó es el valor del otro. En un régimen de competencia, el otro no es un amigo, sino un adversario, un ente competitivo, sobre el cual hay que pasar por encima para obtener un lugar. Al revisar los valores que privaban en la sociedad de los años 60 y 70 del siglo XX, no aparece esa condición exacerbada de violencia.
“Resalta el valor de la familia, de cierta igualdad en un sistema de ascenso social mediante la educación. Eso se rompió justamente en 1984, cuando se impuso la ideología del neoliberalismo. De manera sutil, la industria cultural rompió con esos códigos de valoración del otro como persona”, finaliza el académico universitario.
“Se ha visto que si los trabajadores de ambos sexos son sometidos a regímenes de opresión violentos, se desquitan con los más débiles: niños o mujeres”, Alfredo Guerrero Tapia, académico de la Facultad de Psicología de la UNAM.