La mujer en el centro de planificación familiar mira severamente a Teresa Bauer y a su amiga. "¿Y qué estás estudiando?", le pregunta a la amiga, que acaba de descubrir que está embarazada y quiere abortar.
"Estudios Culturales", responde ella.
"Ahhh, ¿así que llevas un estilo de vida colorido?", le dice con sorna la mujer.
Bauer permanece sentada conteniendo la rabia.
Estresada tras conocer su embarazo accidental, su amiga le ha pedido a Bauer que le consiga una cita necesaria para acceder a la interrupción del embarazo.
Lo primero era asistir a una sesión de orientación diseñada, según la ley alemana, para "proteger la vida del no nacido", lo que en ocasiones puede disuadir a algunas mujeres de seguir adelante. Algunas de las clínicas que se ocupan de este servicio son gestionadas por iglesias. Bauer se ha ocupado de no llevar a su amiga a una de ellas, temerosa de que fueran a juzgarla.
Entonces tuvo que perseguir a un doctor que pudiera recetar las píldoras necesarias. Desde 2019 la ley permite que los médicos informen públicamente de que practican abortos, pero no pueden indicar qué tipo de servicios ofrecen, así que Bauer tuvo que llamar a las consultas una a una.
"Berlín es una ciudad liberal, así que pensé que sería más fácil de lo que ha sido", dice.
"Incluso cuando ya íbamos a comprar la pastilla, el ayudante del doctor seguía preguntando: '¿Estás realmente segura?' Ver lo que estaba pasando mi amiga y cómo la trataban me enojó tanto que decidí que tenía que hacer algo al respecto".
Por aquel entonces, Bauer era una estudiante de Medicina de tercer año y unos días después le envió un correo a una asociación estudiantil de su universidad llamada Estudiantes por la Elección contándoles que quería ser voluntaria.
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Ahora trabaja con ellos y hace campaña por mejorar la formación sobre el aborto que reciben los futuros médicos, así como por concienciar a la sociedad de los obstáculos que aún encuentran las mujeres que buscan abortar.
Aunque Alemania suele ser considerado un país liberal, sus leyes sobre reproducción son sorprendentemente restrictivas. En realidad el aborto no es legal, sino que no se castiga en las 12 primeras semanas de la gestación siempre que la mujer haya acudido a una de esas sesiones de orientación y haya esperado tres días antes de interrumpir el embarazo.
Por esta razón, las escuelas de Medicina no enseñan a sus alumnos sobre el aborto, y escasean los médicos capaces de llevar a cabo este procedimiento.
En algunas zonas de Alemania las mujeres tienen que hacer largos viajes para llegar a una clínica donde se practiquen abortos.
En 2018, más de mil se fueron a Países Bajos, donde el proceso es más simple y el límite está en las 22 semanas. En algunas ciudades del noroeste de Alemania, como Bremen y Münster, algunos doctores cruzan la frontera con Bélgica y Países Bajos para realizar abortos allí.
Estudiantes por la Elección está intentando hacer frente a los obstáculos que aún enfrentan las mujeres que buscan abortar llevando a cabo lo que llaman "talleres papaya", en lo que se ensaya la intervención de la interrupción del embarazo con una de estas frutas tropicales.
Su tamaño la hace ideal para replicar el útero humano y extrayendo las semillas puede recrearse lo que se hace con un feto humano en uno de estos procedimientos quirúrgicos. La idea es que los estudiantes se familiaricen con el tema y animarles a que busquen entrenamiento especializado cuando completen sus estudios.
Esta asociación de estudiantes surgió en 2015 por iniciativa de Alicia Baier, que dice que descubrió por azar los problemas que había para abortar durante una conferencia en la época en que estudiaba.
"Es un tema tabú y nadie habla de él, así que la mayoría no conoce los problemas que hay para acceder al aborto hasta que ellos mismos necesitan uno", asegura.
Entonces descubrió que la mayoría de doctores que llevaban a cabo abortos en Alemania son profesionales de más de 60 años que están cerca de retirarse.
"Son una generación que vivió las luchas del pasado por los derechos de las mujeres", afirma. "Se politizaron. Pero las generaciones más jóvenes nunca supieron de eso".
Baier entró en contacto con un grupo de estudiantes de Estados Unidos que le explicó que podían hacerse prácticas con papayas. Un profesor después la conectó con algunos ginecólogos que podían dirigir los tallleres.
"Me dijeron: 'Llevamos mucho tiempo esperando a estudiantes como tú'".
En la Baja Baviera, una región con una población de 1,2 millones en la frontera con Austria y la República Checa, el último ginecólogo que hacía abortos salió de su retiro hace 5 años, ya que ningún doctor en una zona con un 80% de creyentes católicos había querido tomarle el relevo.
Pero el doctor Michael Spandau tuvo que dejarlo de nuevo el pasado marzo. A sus 72 años ya no puede exponerse al riesgo de contagiarse de covid-19.
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"Las mujeres tienen que viajar a Múnich o Regensburg, a 130 kilómetros", dice Thoralf Fricke, de la rama local de la ONG Pro Familia, situada en el centro de la pintoresca ciudad de Passau.
"Si no tienes auto, tienes que ir en tren. Eso es caro. Si vives en una zona rural son tres horas de ida y otras tres de regreso. Y es un riesgo para tu salud. Esta operación no es como que te quiten una muela. Puedes tener complicaciones como problemas de presión sanguínea".
En la región hay también una gran población de mujeres refugiadas, a las que a menudo alojan en casas rurales en las que esperan a que se resuelva su petición de asilo. Suelen carecer de redes de apoyo que las ayuden a encontrar quién las lleve o alojamiento".
Rose, que es de Nigeria y vive a 40 minutos en autobús de Passau, necesitó abortar el pasado diciembre. "Mi hija tiene 6 meses y le dije a mi novio que no podía afrontar otro niño tan pronto", explica.
Afortunadamente, ella pudo pasar la noche en la casa de una activista por la elección de las mujeres llamada Lea. "Me encontraba muy atontada después", recuerda. "Tuve suerte de que estaba con Lea porque me sostuvo mientras caminaba. Si hubiera tenido que volver al autobús me hubiera desmayado".
La Asociación Alemana de Ginecólogos le dijo a la BBC que "en Alemania es responsabilidad de los estados federales darles a las mujeres en situaciones críticas orientación suficiente y asistencia. La ley establece que nadie está obligado a participar en un aborto. La única excepción son los casos en los que la vida de la madre se ve amenazada".
"Los ginecólogos y el personal médico son libres de decidir de acuerdo con su ética y su religión si quieren realizar abortos. Nadie puede ser obligado. En las regiones donde predomina el catolicismo cuesta más encontrar médicos y enfermeros. Entonces las mujeres deben cubrir mayores distancias".
El hospital de Passau señaló que el Ayuntamiento había decidido en 2007 que los abortos solo se llevarían a cabo allí en caso de emergencia.
La historia del aborto en Alemania es larga y compleja. En la época de los nazis, el aborto de una mujer blanca era un delito grave, a no ser que el feto sufriera malformaciones.
En cambio, a las mujeres de otros grupos étnicos se las animaba a abortar. En los últimos años de la comunista Alemania Oriental se aprobaron leyes más permisivas pero cuando se produjo la reunificación en 1990, la visión del oeste, más conservadora, terminó por imponerse.
La prohibición legal de anunciar los servicios de abortos, establecida en la época nazi, ha sido utilizada recientemente por grupos antiabortistas para iniciar acciones legales contras médicos en todo el país.
Thoralf Fricke afirma que en los últimos dos años ha empezado a recibir más mensajes de odio en su correo electrónico, incluyendo amenazas de muerte. Antes de que estallara la pandemia, grupos de activistas habían comenzado a manifestarse frente a la clínica de Pro Familia en la que asesoran a las mujeres que quieren abortar.
"Muchas mujeres no se presentaron a sus citas", dice. "Pensamos que fueron intimidadas".
Pero el movimiento partidario de que las mujeres elijan se está haciendo cada vez más fuerte. Como resultado de la campaña que Estudiantes por la Elección llevó a cabo en el hospital universitario Charité de Berlín el año pasado, este introdujo por primera vez el aborto en su currículum, como también hizo la Universidad de Münster.
Si el distanciamiento social lo permite, el grupo prevé un fin de semana de entrenamiento en Berlín para estudiantes de todo el país este otoño.
Alicia Baier ya ha terminado sus estudios y se prepara como médica en prácticas para poder ofrecer abortos. Ahora puede ver de primera mano el impacto de la falta de acceso a ellos en las mujeres.
"Un doctor hizo esperar a una mujer durante una semana sin necesidad, lo que la llevó a superar el plazo para poder interrumpir el embarazo solo con pastillas", explica. A partir de las 9 semanas, la única opción es una intervención quirúrgica basada en la técnica del vaciado.
Baier también conoció a una joven de 19 años atrapada en una situación de abusos que intentó un aborto casero por la falta de información sobre dónde podría acceder a uno seguro. Finalmente, tuvieron que extirparle el útero.
Aunque ahora hay más estudiantes aprendiendo el procedimiento, Baier asegura que su edad hará que siga habiendo una carencia en los servicios en el futuro inmediato.
"Llevará algunos años hasta que podamos trabajar por nuestra cuenta y antes, a medida que los médicos actuales se retiren, vamos a tener grandes problemas".
M Römer, A Kolandt yN Kutsche tomaron las fotos del taller con las papayas.
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