“Ocurra lo que ocurra, aún en el día más borrascoso, las horas y el tiempo pasan”, escribía William Shakespeare. En tiempos de pandemia, otro William Shakespeare se colocó en escena, es un homónimo del autor inglés; un hombre de 81 años que fue de los primeros en recibir la vacuna de Pfizer contra el Covid-19. Empieza un nuevo reto en el mundo: la distribución de las vacunas que pasaron las etapas de evaluación y cuyo uso en caso de emergencia comenzaron a autorizar gobiernos de todo el mundo.
La pandemia llega a un nuevo capítulo con diferentes expectativas. La doctora Laura Alicia Palomares, investigadora del Departamento de Medicina Molecular y Bioprocesos del Instituto de Biotecnología de la UNAM, y una de las voces más reconocidas en el tema, señala que el principal reto es la distribución de las vacunas, pero también su monitoreo. Pfizer fue el primero en anunciar que su candidata tenía una eficacia del 95%. Una semana después, Moderna anunció que descubrió que su vacuna tenía una efectividad del 94.5%. Sus ensayos contemplaron a más de 43 mil y 30 mil participantes, respectivamente.
La especialista explica que la diferencia principal entre estas dos vacunas es el almacenamiento a diferentes temperaturas. La ultracongelación a menos 60 grados que requiere la vacuna de Pfizer se debe a diferencias en la formulación, pero ambas usan el RNA mensajero, intermediario entre el gen y la proteína. “Por un lado, el RNA mensajero tiene que estar bien protegido porque es una molécula que se destruye fácilmente; por otro lado, debe tener una forma de entrar a nuestras células y esto lo hace a partir de nanopartículas formadas por lípidos que son similares a los que cubren nuestras células. La diferencia en el tipo de almacenamiento está básicamente determinada por la forma en que se prepararon estas nanopartículas de lípidos”.
Palomares explica que el reto de la ultracongelación con la vacuna de Pfizer es para todos los países porque en general las inmunizaciones no se almacenan a menos 60 grados centígrados. “Las vacunas no se almacenan en refrigeradores como los de nuestra casa; es necesario que los ultracongeladores mantengan esta baja temperatura y un monitoreo constante para poder saber si se mantuvo la vacuna adecuadamente para asegurar calidad y eficacia al aplicarse”.
Además de los acuerdos con Pfizer, México también pactó adquisición de vacunas del laboratorio chino CanSino Biologics y de AstraZeneca. Palomares dice que la diferencia de estas dos frente a las otras dos mencionadas previamente, radica en el vehículo que se usa para hacer llegar el material genético a la célula, que es lo que se tiene que entregar en ambos casos para que nosotros mismos produzcamos nuestra vacuna. Estas últimas son vacunas vectorizadas, es decir, en lugar de utilizar liposomas para llegar a las células, emplean otro virus diferente al SARS-CoV-2, un adenovirus.
No será necesario producir una vacuna diferente cada año, como en el caso de la influenza estacional, pues aunque los dos virus, coronavirus e influenza, son virus de RNA (que es su material genético), el coronavirus tiene un genoma muy estable. Además de las características en la naturaleza del virus, las observaciones generadas durante 11 meses de convivencia con el SARS- CoV-2 no han mostrado cambios importantes que puedan afectar la eficacia de las vacunas. “Existe una mutación particular, en la proteína S, que está bien documentada, pero no afecta a los sitios que se han seleccionado como blancos de las vacunas. No podemos predecir el futuro, la realidad es que la investigación requiere tiempo, pero con la información que se tiene no habría que producir vacunas diferentes, como se hace en el caso de la influenza”.
La inmunidad de grupo se alcanza cuando cierto porcentaje de la población tiene la inmunización protectora contra un virus. Palomares subraya la palabra protectora porque se refiere a los individuos que han recibido las vacunas. Esto es diferente a la llamada inmunidad de rebaño, que considera a los que se enfermaron. “A lo mejor alguien se enfermó, pero de forma leve y no se produjeron suficientes anticuerpos”. Agrega que esto descalifica la idea de que la gente se infecte sola y así vaya quedando protegida. “Eso no es verdad. Si esperamos a que todos enfermemos, lo único que resultará es que muchos moriremos”.
El porcentaje para que una población obtenga la inmunidad protectora frente a un virus depende de su poder de infección, es decir, a cuántas personas contagiará un infectado. “Por ejemplo, en el virus del sarampión, se considera que un infectador puede afectar a 12 o 15 personas; entonces se determina que para luchar contra el sarampión se requiere que arriba del 90 % de la población tenga la inmunidad protectora. En el SARS-coV-2 ese número es de cinco, así que se considera que se tendrían que vacunar entre el 70% y 80 % de la población”. Explica que alcanzando ese récord de vacunación, el virus ya no va a encontrar a quien infectar, entonces pierde poder de multiplicación y se puede controlar la pandemia. “No quiere decir que ya nadie se enfermará, pero habrá una contención de la gente que se enferma”, apunta.
Cada país ha determinado cuál será su organigrama de población prioritaria, que se centra en adultos mayores y trabajadores de la salud, aunque algunos países como Rusia incorporan a otros protagonistas de contacto cercano en la comunidad, como maestros. El proceso de vacunación en México está contemplado en cinco etapas, iniciando este mes con el personal de salud y luego con adultos arriba de los 60 años. Se van abarcado diferentes grupos de mayor a menor edad hasta la última etapa en marzo de 2022. Cabe señalar, que los niños no están contemplados. Palomares explica que es porque las pruebas clínicas no han incluido a niños porque su sistema inmune es diferente y es una población más delicada que sigue en desarrollo.
“Recientemente, el consejo consultivo de la FDA tuvo una sesión sobre si se debía aprobar la vacuna para uso de emergencia a partir de los 18 o los 16 años. En la discusión había cuatro pediatras que consideraban que sólo fuera a partir de los 18 años porque la evidencia clínica con los más jóvenes aún es débil y aunque los niños pueden enfermar, su mortandad es muchísimo menor que en adultos”.
La especialista subraya que aún el camino es largo y la población debe seguir informada sobre el largo proceso que de manera óptima culminaría en 2022 en México y donde se deberán distribuir 200 millones de dosis para al menos 100 millones de personas, considerando que prácticamente todas las vacunas requieren dos dosis, a excepción de la de Johnson y Johnson.