Con el inicio del ataque bélico de Rusia a Ucrania, una nueva catástrofe se sumó a otras aún latentes en el planeta. La guerra se sumó a la pandemia y a la crisis ambiental. Además del aliento trágico de balas y misiles rondando esa parte del planeta, el conflicto también ayudó a recrudecer la crisis alimentaria presente en todo el mundo.
Ucrania y Rusia producen el 30% del suministro global de trigo, 20% del suministro mundial de maíz y entre 75 y 80% del aceite de semilla de girasol, entre otros productos que se distribuyen a lo largo y ancho del planeta. La FAO estima que alrededor del 15% de las calorías que se producen a nivel mundial son generadas por estas naciones. Cabe señalar que 50 países, incluidos algunos de los más pobres del mundo, dependen de los productos de los dos países en guerra.
Desde hace dos meses, las exportaciones de granos se detuvieron en Ucrania con la llegada de buques de guerra rusos que anclaron en sus costas, impidiendo que los barcos de carga salieran de los puertos. El frágil ecosistema de las largas cadenas de producción globales tuvo nuevas alteraciones en numerosas vertientes y los precios de los alimentos han crecido a la misma velocidad que la generación de los mismos ha disminuido.
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David Beasley, director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos de la ONU, ha dicho que la guerra en Ucrania ha creado “una catástrofe sobre otra que tendrá un impacto global más allá de cualquier cosa vista desde la Segunda Guerra Mundial”. Esta mirada la comparten varios expertos que vaticinan una de las peores crisis de alimentos en los últimos tiempos. Pero además del impulso de virus y balas, el escenario de la crisis alimentaria ha sido construido a lo largo de muchos años con políticas que han mermado los recursos en lugar de asegurarlos para una población que crece rápidamente y que está muy lejos de alcanzar uno de los principales objetivos de desarrollo sostenible para 2030: hambre cero.
Desmenuzando las causas
Según especialistas del Instituto de Recursos Mundiales (WRI), una ONG que busca crear condiciones de equidad y prosperidad a través de la administración sostenible de los recursos naturales, a pesar del complejo panorama, varias políticas podrían minimizar el impacto de esta crisis recurrente y asegurar el suministro de alimentos.
La gran dependencia a ciertos alimentos ocasiona riesgos más altos. La mayor parte de la tierra cultivada en el planeta está ocupada por una pequeña cantidad de cultivos como trigo, arroz y maíz, que contribuye a la pérdida de biodiversidad. Diversificar la agricultura con productos locales y regionales de alto valor nutricional beneficiaría tanto al planeta como a las personas.
La diversidad multiplica las opciones de alimentación y beneficia al planeta, no sólo en la elección de los alimentos que deben producirse, sino en los métodos: buscar alternativas a los medios tradicionales de tierra y agua también puede ser una forma de combatir el hambre a mediano y largo plazo.
María Elena Trujillo Ortega, coordinadora del Programa Universitario de Estrategias para la Sostenibilidad (PUES), señala que una guerra, por más lejana que nos parezca, afecta a todo el planeta. “No se cumplen las tres dimensiones de sostenibilidad (política, social y económica) y el conflicto bélico nos afecta aunque no tengamos que ver con él”. Geográficamente estamos distantes, pero los ciclos de producción y distribución de productos y alimentos nos conectan.
30% del suministro global de trigo, 20% de maíz y entre 75% y 80% del aceite de girasol son producidos por Ucrania y Rusia
Un ejemplo de las frágiles conexiones que cita la especialista se relaciona con la producción de carne en México. La falta de suministros alimenticios para el ganado porcino, tradicionalmente importados, eleva el precio de su carne, provocando pérdidas económicas sustanciales en su producción que lleva a la disminución del producto en alrededor del 12% para los próximos seis meses para mantener costos.
México depende de una larga cadena de producción y cualquier eslabón inestable rompe el equilibrio. “Nuestro país no es productor al 100% de la materia prima que se requiere para alimentar a los cerdos y tiene que importar granos. Lo que más importa es sorgo, que viene de EU, ante el actual conflicto está redirigiendo sus reservas hacia Europa porque se han quedado sin el abasto de Rusia”.
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La especialista señala que la materia prima para el consumo de ganado se está ofertando en compras en efectivo al mejor postor, lo que resulta en pérdidas para los porcicultores, a quienes les cuesta producir la carne de cerdo tres pesos más por kilo del precio en de venta. “Los porcicultores están perdiendo dinero por producir este producto”. Ejemplo de lo que sucede en todo el mundo: aumento en los costos de producción en una gran serie de alimentos, que también sufren el impacto del alza de los combustibles y otros eslabones de la producción.
Por ahora, le interesa a la FAO generar propuestas concretas a corto plazo para proteger las fuentes de alimento que existen. Se están vigilando las medidas de bioseguridad en los países vecinos de Ucrania para reducir al mínimo la propagación de la peste porcina africana y otras enfermedades de los animales.
Otra propuesta concreta de la FAO, es la aplicación de mapas detallados del suelo, para ayudar a los países más vulnerables a utilizar sus fertilizantes de forma eficiente, ya que Rusia es el mayor exportador de fertilizantes en el mundo. La FAO teme que los elevados precios que han alcanzado estos productos podrían conducir a una disminución de su uso en la próxima temporada y a una nueva caída de la productividad de los alimentos, lo que detonaría aún más en escasez y encarecimiento de productos básicos.
Otras herramientas científicas para este tipo de crisis son de cartografía y trazabilidad, así como la digitalización de las cadenas de suministro para optimizar los recursos con inteligencia artificial.
No hay pretexto para el desperdicio
El desperdicio de alimentos no se justifica en ningún caso y menos en momentos de crisis. Un tercio de todos los alimentos producidos a nivel mundial nunca llega a degustarse pues se pierde en alguno de los escalones de la cadena de producción o cuando llega a los hogares. Las mejoras en los métodos de recolección, almacenamiento y consumo podrían reducir las pérdidas anuales de alrededor de mil 300 millones de toneladas de alimento.
El cambio climático podría empeorar la situación si la producción agrícola en los graneros restantes del mundo se ve interrumpida por fenómenos meteorológicos extremos. Jonas Jägermeyr, científico climático en el Instituto Goddard de Ciencias Espaciales de la NASA, señaló recientemente en una conferencia sobre sistemas de predicción que el cambio climático está aumentando la variabilidad del clima y el rendimiento, y si esta temporada se presentan eventos climáticos severos como sequías, olas de calor o inundaciones, habría efectos cruzados que desestabilizarán el sistema alimentario. China, que es otro gran productor de granos indicó que sus perspectivas para el trigo son muy malas, en otras regiones del mundo no se vislumbran escenarios favorables.
50 PAÍSES incluidos algunos de los más pobres, dependen de los productos de Rusia y Ucrania.
Para Trujillo, la alimentación sostenible no se procura. “La distribución ahora depende de un ámbito social y político trastornado, mientras que los costos de los alimentos se han incrementado entre 20% y 30%. Para poder mantener precios, la producción necesariamente debe bajar, pero alguien que antes se alimentaba con esos productos, ahora ya no lo hará: esa es una realidad”.