“Lo peor de envejecer es haber sido joven”, decía Oscar Wilde. El autor escribió toda una oda a la obsesión por la juventud en El Retrato de Dorian Grey y él mismo vivió en carne propia el envejecimiento prematuro después de dos años de trabajos forzados en el penal de Reading, donde fue encerrado por su orientación sexual como víctima de la moral de su época. Dicen que cuando salió, no soportaba mirarse al espejo porque no podía reconocerse.
La pérdida de la juventud y de las capacidades que con ella se mantienen, ha obsesionado al mundo entero. En 2030, una de cada seis personas en el mundo tendrá seis décadas de vida o más y en 2050 dos tercios de la población mundial de más de 60 años vivirá en países como el nuestro. El envejecimiento es un proceso progresivo, multifactorial e irreversible a consecuencia de la interacción entre la genética del individuo y su medio ambiente.
El juego de los genes
La lotería genética y su acción molecular se ha convertido en un tema recurrente en la investigación científica que ha ganado cada vez más peso en los últimos años. Muchas de las variaciones entre los individuos y sus afecciones en la vejez dependen de la genética. Los genes que promueven un estado saludable están comprometidos en funciones rutinarias que expresan proteínas involucradas en la viabilidad celular y en su resistencia a la agresión de los elementos que deterioran su función. El estudio de estas proteínas y sus mecanismos se han intensificado en los últimos años.
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Una de las proteínas más importantes en esta área y que es nombrada de manera recurrente en los estudios que tienen que ver con el deterioro de la memoria es la proteína Klotho, que se ha convertido en el epicentro de investigaciones contra los déficits cognitivos que llegan con el paso del tiempo. Cabe señalar que esta proteína cobró mayor importancia durante la pandemia, pues su función mostró alteraciones con el daño pulmonar profundo, observándose un envejecimiento acelerado en las poblaciones más afectadas por el SARS-CoV-2.
Descubierta a mediados de los años 90, esta proteína ha sido objeto de estudios que han revelado su impacto en la salud y en específico en los procesos que muestran con mayor evidencia el impacto del envejecimiento. Su nombre hace honor a la diosa griega Clotho, quien según la mitología, hilaba el hilo de la vida, tal como los científicos piensan que podría extender el hilo de la vida humana. La proteína está presente en tejidos del cuerpo y tiene un papel determinante en la regulación de diversos procesos biológicos.
La proteína Klotho se encuentra principalmente en riñones y cerebro, aunque también se ha detectado en el corazón, hígado y vasos sanguíneos. Existen dos formas principales de la proteína: la soluble y transmembrana. La forma soluble actúa como una hormona secretada en el torrente sanguíneo, mientras que la forma transmembrana está anclada a la membrana celular. Su descubrimiento ha abierto un prometedor campo de investigación.
Recientes estudios demuestran que los niveles elevados de Klotho mejoran las funciones cognitivas del cerebro en ratones y monos de edad avanzada. La investigación fue publicada el mes pasado en la revista Nature Aging. En el estudio, investigadores de Yale y de la Universidad de California en San Francisco (UCSF) descubrieron que una sola inyección de la proteína Klotho producía mejoras moderadas de la función cognitiva en primates no humanos y que los efectos duraban dos semanas. Los autores creen que la proteína representa una vía prometedora para investigar el rejuvenecimiento de la función cerebral en adultos mayores.
Se inyectaron dosis bajas de la proteína Klotho en modelos no humanos y la memoria de estos animales mejoró pasadas 4 horas de la administración. Su efecto perduró entre dos y tres semanas. Los críticos han dicho que el estudio parece tener un enfoque sólido para indagar más en los mecanismos moleculares de Klotho y en la forma que actúa para mejorar a nivel fisiológico las funciones cognitivas y de memoria.
Los científicos subrayan que los datos en humanos hasta el momento son solo observacionales, pero se ha visto que algunas variaciones genéticas de Klotho pueden atenuar el deterioro cognitivo. Los resultados son sin duda muy prometedores.
Las preguntas que se buscan responder cuando los estudios asciendan al siguiente nivel son las dosis, pues por el momento en los modelos animales, más dosis no se asocian a una mejoría en la memoria. Sería también importante determinar si el efecto de Klotho puede permanecer más allá de las dos o tres semanas, ya que esto sería clave para tratar enfermedades crónicas.
La población envejece a toda velocidad
Los especialistas se preparan para iniciar ensayos en humanos con estudios moleculares más profundos, lo que abriría un nuevo camino para enfrentar los déficits cognitivos que se intensifican con el envejecimiento y por enfermedades relacionadas con la edad, como la enfermedad de Alzheimer. Los trastornos neurodegenerativos se han convertido en un importante desafío biomédico que requiere intervenciones farmacológicas efectivas que hasta el momento han tenido poco avance.
Según el texto La influencia de los genes en el envejecimiento, de Nancy Monroy y María Elisa Alonso, la esperanza de vida en los humanos tiene que ver con el proceso de envejecimiento heredado por los genes en un 35%. La probabilidad de morir en el humano se duplica cada ocho años después de alcanzar el pico de la edad reproductiva. Las autoras explican que el humano está diseñado para vivir 45 años. Además de la fatalidad de un accidente, desde luego, los otros años están condicionados por factores genéticos, donde la ciencia podría incidir.
Las personas 80 años o más se triplicarán en 2050, hasta alcanzar los 426 millones en el mundo. El nicho es robusto y el flujo de dinero ligado a este tipo de estudios puede ser muy apetitoso: 600 mil millones de dólares facturarán para 2025 las empresas de biotecnología involucradas a frenar o prevenir el envejecimiento.
Los científicos interesados en los procesos de envejecimiento prematuro se cuestionan por qué todos envejecemos a un ritmo diferente, ¿qué tanto tiene que ver la manifestación de aquellos genes que tienden a expresar ciertas patologías? La otra pregunta es cómo el descubrimiento de mutaciones en los genes puede incrementar la longevidad, pues en ciertos organismos lo hace de manera espectacular. Esto ha sorprendido a la comunidad porque significaría que el envejecimiento está sometido a regulación génica y que no es un proceso totalmente aleatorio y azaroso. Más sorprendente es que ciertos animales puedan enfrentarse, mediante la acumulación de reservas energéticas o suprimiendo la reproducción, a condiciones ambientales adversas, haciendo prevalecer su juventud.
En la actualidad, la mayor parte de la población en el mundo tiene una esperanza de vida igual o superior a los 60 años. Es así, que todos los países del mundo están experimentando un incremento tanto en la cantidad como en la proporción de personas mayores. El envejecimiento de los grupos poblacionales empezó en los países de ingresos altos. Por ejemplo, cifras de la ONU señalan que en países como Japón, 30% de la población ya tiene más de 60 años, pero los cambios más importantes se están viendo en los países de ingresos bajos y medianos.
En México, la población de adultos mayores en 2050 será mayor que la de jóvenes. Actualmente, más del 15% de la población son adultos mayores. Aunque en México la esperanza de vida ha aumentado (75 años para mujeres y 71 para hombres, según datos de INEGI), la calidad de vida ha descendido para estos grupos poblacionales.
Alrededor de 18 mil personas en México tienen 100 años o más. ¿Suerte o genética? Su alimentación, entorno e historia personal los ha ayudado a recorrer un largo camino, pero hay algo al interior de su organismo que aún espera ser revelado. La activación o desactivación de los 20 mil genes de una célula es lo que marca su buen funcionamiento, por lo que el progreso en el análisis genético, cuantitativo y cualitativo de la longevidad ha supuesto una revolución en la investigación del envejecimiento.
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