Los patrones fractales que se forman en la tierra al secarse crean una serie de paisajes desoladores de grietas cada vez más profundas. En muchas zonas áridas y semiáridas del mundo, las precipitaciones de los últimos años han sido las más bajas de las últimas seis décadas. La cruda sequía en Somalia, el este de Etiopía y el norte de Kenia llevaron a Naciones Unidas a advertir que unos 22 millones de personas podrían estar en riesgo constante de hambruna sólo en esa parte del mundo. Los fenómenos meteorológicos extremos que resultan del cambio climático se han vuelto más devastadores, exacerbando las condiciones que ponen al límite los medios de vida de las poblaciones, como en este caso, la actividad agropecuaria.

En el informe Evidencias sobre el impacto global en el crecimiento económico, un reporte reciente del área de Desarrollo Sostenible del Banco Mundial, se señala que las precipitaciones inferiores al promedio han aumentado 233% en el último medio siglo. Además de afectar al PIB, las sequías pueden ampliar la desigualdad social en los países de ingreso bajo y mediano, y tener impactos significativos creciendo exponencialmente a través de las distintas generaciones de una región.