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Mientras la marihuana contiene unos compuestos orgánicos llamados fitocannabinoides, otras plantas como la flor de cempasúchil y la pimienta, y todos los mamíferos, incluyendo los humanos, contienen compuestos análogos a ellos.
Por lo que se refiere a los humanos, contamos con un sistema cannabinoide que, al ser modulado por los endocannabinoides que producimos, contribuye a mantener un estado fisiológico normal.
“Endocannabinoides como la anandamida y 2-araquidonilglicerol nos ayudan a regular el sueño y la memoria, y a fortalecer el sistema inmunológico, el desarrollo neurológico y otros procesos fisiológicos”, dice Omar Francisco Carrasco Ortega, investigador del Centro de Investigación en Políticas, Población y Salud (CIPPS), de la Facultad de Medicina de la UNAM.
Los fitocannabinoides de la marihuana y los compuestos análogos a ellos de la flor de cempasúchil y la pimienta, entre otras plantas, presentan un potencial terapéutico.
De hecho, en el mercado farmacéutico de naciones como Inglaterra, Estados Unidos y Canadá, donde se ha legalizado el uso lúdico y médico de la marihuana, ya se vende el primer medicamento que contiene concentraciones de dos de los principales principios activos de esta planta: el tetrahidrocannabinol y el cannabidiol. Su nombre es Epidiolex y se utiliza en el tratamiento de algunos tipos de epilepsia.
En nuestro país se está avanzando para tener un marco regulatorio claro, pero por el momento estos compuestos no se pueden comercializar para su uso médico.
Variantes
Debido a ese potencial terapéutico, hay interés científico en descubrir si los fitocannabinoides contienen variantes que podrían ser aprovechadas en la medicina.
Carrasco Ortega diseñó un protocolo de investigación para saber cuáles son y cómo se pueden aplicar, por ejemplo, para mitigar el dolor.
La morfina, droga cuyo consumo en Estados Unidos acentúa los problemas de drogadicción en ese país, es también un potente analgésico, pero su uso implica riesgos: cuando no es bien dosificada, el paciente puede morir por depresión respiratoria.
“Variantes de los fitocannabinoides, quizá no tan riesgosas como la morfina, podrían mitigar el dolor, las náuseas y el vómito causados por la quimioterapia en pacientes con cáncer, el dolor neuropático en diabéticos y el dolor osteoarticular que padecen por el frío algunos individuos después de los 40 años”, señala el investigador.
Además, conocer el mecanismo que detona el hambre que produce fumar marihuana podría auxiliar a pacientes con caquexia (pérdida de peso corporal, masa muscular y debilidad), como los que padecen cáncer o portan el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), causante del síndrome de inmunodefiencia adquirida (SIDA).
Protocolo de investigación
La flor de cempasúchil (muy abundante en México, sobre todo en la época en que se celebra el Día de Muertos) y la pimienta poseen moléculas similares a los fitocannabinoides, cuyo efecto terapéutico se proyecta explorar en el CIPPS.
“Ya se cuenta con un protocolo de investigación para determinar los efectos negativos y positivos de estas moléculas en la salud humana y animal, así como con la aquiescencia del comité de ética de las instituciones de salud que participarán en él”, informa Carrasco Ortega.
Sólo falta la autorización de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS), la cual está a la expectativa de la legalización de la marihuana para su uso lúdico y principalmente médico.
Se espera que pronto haya un marco regulatorio, porque si no México podría perder la oportunidad de ser pionero en el descubrimiento de otros usos terapéuticos de los fitocannabinoides y de los compuestos análogos a ellos, para mejorar la salud y ofrecer una mejor calidad de vida a los pacientes.
Apenas la COFEPRIS diga “va”, Carrasco Ortega, quien el año antepasado publicó, con base en investigación y evidencias, un artículo sobre diversos aspectos médicos de los fitocannabinoides, intentará demostrar los posibles usos terapéuticos de los compuestos análogos a ellos, o sus limitantes de acuerdo con su toxicidad.