El uso de se ha convertido en una herramienta infalible para evitar el contagio por . Sin embargo, su presencia cotidiana ha mermado la comunicación efectiva en personas con , que se guían, principalmente, de la lectura de los labios y la expresión facial, para comprender el mensaje que emite el interlocutor.

Antonio Soda Merhy, otorrinolaringólogo de la UNAM, destacó que este no es un problema asilado, generado a partir del surgimiento de la , sino que aqueja a gran parte de la población, ya que más de 10 millones de personas podrían presentar algún grado de disminución auditiva en nuestro país.

El integrante de la Facultad de Medicina refirió que este sector de la población ha tenido que adaptarse a la situación "como puede", al solicitar a las personas con la que se comunican que aumenten el volumen de voz, gesticulen las palabras más despacio o, sencillamente, aislarse de quienes le rodean para evitar una comunicación fallida con sus receptores, pues cuando se tiene puesta la mascarilla los decibeles de la voz se alteran y disminuyen.

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La reducción auditiva es un padecimiento, conocido por la medicina, como " . Esta afección puede desenvolverse en diferentes niveles, según la gravedad. De acuerdo con el académico, una persona sin ningún problema auditivo percibe de 0 a 20 decibeles, mientras que alguien que comienza a manifestar detrimiento auditivo, en el grado más leve, alcanza de 20 a 40, y se trata de un padecimiento superficial. Los problemas auditivos medios captan de 40 a 60; la incapacidad severa, de 60 a 80; y profunda, más de 80.

Soda Merhy señaló que hipoacusia se produce de forma hereditaria o adquirida. Además, indicó que entre los grupos más susceptibles a manifestar problemas de audición se encuentran las niñas y niños que nacieron con problemas auditivos, así como las personas que desarrollan este padecimiento, como consecuencia de la aparición de otras enfermedades.

“Aquí lo importante es que alguien que nace con audición adquiere lenguaje; los que no, se convierten en pacientes sordomudos”, pormenorizó el catedrático de la Facultad de Medicina. “En nuestro país, más de 10 millones de habitantes podrían presentar algún grado de disminución auditiva”, detalló.

Para comprender las deficiencias auditivas que podríamos presentar, el otorrinolaringólogo expuso las partes que componen a este órgano de audición:

"La anatomía del oído se divide en externo, medio e interno: el externo está constituido por el pabellón auricular y el conducto auditivo que termina en el tímpano; en el oído medio hay tres huesecillos (martillo, yunque y estribo); y el interno está formado por la cóclea o caracol y el laberinto (distintos nervios)", señaló en un comunicado.

El proceso de audición -expuso- se lleva a cabo cuando una onda sonora impacta al tímpano, que se encarga de mover a los huesecillos y estribo conducidos hacía el líquido del oído interno; hasta ahí, el estímulo es mecánico.

Posteriormente, luego de movilizar al líquido, el caracol funciona como un convertidor de energía, al transformar los estímulos en ondas bioeléctricas, que a través del nervio auditivo alcanzan a la corteza cerebral, área en la que se procesa la sensación auditiva.

De acuerdo con el experto, cuando el problema es en el oído externo o medio, las hipoacusias son conductivas, mientras que, cuando se producen en el oído interno, se trata de una disfunción sensorineural.

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El investigador advirtió que depende de la severidad del problema para que este tenga la posibilidad de ser tratado, pues para los problemas manifestados en el oído externo y medio sí tienen solución, a través de diversos tratamientos, como ampliar el conducto, sustituir la membrana timpánica o colocar algún injerto hasta colocar una prótesis en lugar de los huesecillos. Pero si el problema alcanzó la profundidad del oído ya no hay forma de tratar la afección.

A la postre, el universitario dijo que una forma de abordar el problema de comunicación, en personas con fallas auditivas, para que los cubrebocas no sean un impedimento para interactuar, se pueden diseñar mascarillas con una ventana de material transparente, a nivel de la boca, para que, de este modo, se puedan leer los labios. Este tipo de protector facial ya es utilizado, ampliamente, en otras regiones como España.

melc

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