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En una caricatura de principios del siglo XIX se retrata a un grupo de personas con extrañas malformaciones en forma de vaca. El ojo de una mujer crece desorbitado para terminar con el aspecto de un pequeño bovino que sobresale de su rostro. Lo mismo sucede con otros personajes dibujados con protuberancias de formas surrealistas en brazos, pies, glúteos y otras partes del cuerpo. En medio de todos ellos se encuentra el científico inglés Edward Jenner, el mismo que revolucionó la historia de la inmunología con sus inoculaciones de viruela, vacuna contra la viruela humana, pero quien también fue visto con desconfianza por muchos sectores de la población.
La oposición a la vacunación llegó casi al mismo tiempo que surgieron las vacunas. Las sanciones introducidas en Inglaterra en 1853 (y reforzadas en 1867) para quienes no se vacunaran eran ignoradas por los tribunales hasta que en 1898 la vacunación simplemente dejo de ser obligatoria. Más de un siglo después, fuertes brotes de sarampión y tos ferina obligaron a varios gobiernos europeos, como el de Italia, a regresar a las penalidades. Sin embargo, los temores por las inmunizaciones siguen presentes en todo el mundo y se materializan en numerosos movimientos antivacunas. En medio de la emergencia mundial por Covid-19, a los expertos en salud les preocupa que estos grupos ayuden a disuadir a muchos cuando se disponga de una vacuna segura contra el SARS-CoV-2; de hecho, desde antes del surgimiento de la pandemia, la OMS ya reconocía el rechazo a la vacunación como una de las 10 principales amenazas para la salud mundial.
Para Ricardo Trujillo, académico de la Facultad de Psicología de la UNAM, los movimientos antivacunas pueden explicarse a partir de la lógica de la conformación de grupos sociales y los movimientos de masas. Explica que hay dos grupos que nos construyen: de pertenencia y referencia. “El primero es al que pertenecemos físicamente, como puede ser la familia; mientras que el grupo de referencia, es el ideal social simbólico”. Los grupos antivacunas son un grupo de referencia que ofrece una sensación de poder basada en algo que los demás no tienen, como una verdad oculta.
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El especialista señala que los movimientos antivacunas tienen un grupo de creencias perfectamente estructuradas y una de sus columnas vertebrales es el descredito, a nivel histórico y cultural, que pesa sobre muchas instituciones públicas y sociales. “Tienen algo de verdad al apelar a la idea de que las instituciones públicas y los sistemas capitalistas no han trabajado a favor de la comunidad. De hecho, esto se ha podido ver con el Covid-19. Los primeros afectados fueron las personas sin seguridad social y trabajo fijo”. Es así que el entrevistado explica que esta idea de que los grupos en el poder no han creado beneficios, sino injusticias, crea un terreno fértil para que los antisistema se opongan a las ideas provenientes de estas instituciones, generalmente bajo la premisa de que son parte de una conspiración.
El académico señala que otra característica de estos grupos es la falta de trabajo argumentativo que respalde las ideas. En sus discursos se repiten términos como “valentía comunitaria” y “resistencia al poder establecido”, pero no se exponen hechos y datos científicos que avalen daños reales ocasionados por las vacunas. “Se busca dar sentido a las cosas pero con una dialéctica que puede conducir, incluso, a la violencia y el lugar ideal para que se afiancen este tipo de grupos son justamente las sociedades inequitativas”. Agrega que en este sentido, el descontento social puede encenderse ante cualquier cosa. Incluso sociedades aparentemente equitativas, como la francesa o la alemana, también han visto declinados sus logros sociales en algunos sectores, lo que ha ayudado a catapultar este tipo de movimientos antisistema que no necesitan demostrar un hecho, sino simplemente mostrarlo.
Es así que el uso de tapabocas o la sugerencia de una vacuna pueden ser vistos como una imposición peligrosa, pero incluso ideas como que la Tierra es plana o que el agua que viaja por las tuberías tiene alteraciones que cambia nuestras preferencias, pueden encontrar eco en algún sector de la sociedad.
La poderosa infodemia
Aunque el apoyo general a las vacunas sigue siendo alto, el impacto de los grupos de oposición parece ser más fuerte en los grupos de indecisos. No se tienen estudios sobre quienes aceptarían o no vacunarse contra el Covid-19 cuando llegue la vacuna, y se teme que la información falsa ayude a socavar su recibimiento. Hay muchos ejemplos de arrebatadas teorías de conspiración sobre la pandemia y específicamente sobre las vacunas. Uno de los discursos más escuchados --que reproducen figuras públicas-- es que la vacuna contra el SARS-Cov-2 servirá para implantar microchips en las personas para que actúen a voluntad de grandes corporativos. Por más carentes de lógica que resulten algunas teorías, atraen la atención rápidamente.
Un grupo de especialistas encabezados por la Universidad George Washington en EU presentó hace unos meses un estudio donde seguía las tácticas de activistas que se oponen a las vacunas. El físico Neil Johnson, líder del estudio, investigó más de mil 300 páginas, seguidas de unos 85 millones de personas en Facebook, trazó una red de opiniones sobre la vacunación y analizó tendencias extendidas a otras redes sociales y páginas. Sus resultados sugieren que las páginas antivacunación tienden a tener menos seguidores, pero son más numerosas que las provacunación y están vinculadas con mayor frecuencia a otras páginas como asociaciones de padres en las escuelas. Utilizando simulaciones por computadora, una extrapolación de datos mostró que las posturas de los antivacunas podrían dominar la red de opiniones sobre las vacunas dentro de una década.
Trujillo dice que aún no hay estadísticas globales para conocer con exactitud a las poblaciones que apoyan los movimientos de este tipo en diversas partes del mundo, pero se considera que están formados por gente de entre 40 o 50 años para arriba. “Los más jóvenes, digamos menores de 20 años, entran de manera tangencial porque están constantemente cambiando de grupos de referencia”. Aunque en México no hay estudios específicos al respecto, se nota una representación compleja en sus adeptos, es decir que alojan múltiples perspectivas que respaldan su convicción, pero siempre en una lógica antisistema.
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“Se caracterizan por un nivel académico bajo, pero esto no quiere decir que no haya personas, incluso con estudios de medicina, que apoyen esto. Finalmente, la generalidad son los grupos donde se requiere poca cultura y falta de contrastes para establecer argumentaciones contra esta narrativa en los que se elevará a nivel de verdad todo lo que se muestre. La evidencia contraria será asumida como un engaño”, comenta y subraya que si además nos basamos en que la sociedad posmoderna es una sociedad de información más que de comunicación, las posibilidades de que estos discursos tengan eco, son mayores.
Según la OMS, en 2019 casi 14 millones de niños no recibieron vacunas como la del sarampión y la DTP (contra difteria, tos ferina y tétanos). El reporte mencionaba que dos tercios de estos infantes se concentran en 10 países de ingreso mediano, donde está México, acompañado de Angola, Brasil, Etiopía, Filipinas, India, Indonesia, Nigeria, Pakistán y República Democrática del Congo. Razones (quizá más allá de la oposición por considerarlas dañinas), como las carencias y alcance del sistema de salud público han hecho que un país como el nuestro, que fuera ejemplo en campañas de vacunación en otros tiempos, haya descendido gradualmente en sus cifras de inmunizaciones.