El discurso es unánime: las ventanas de oportunidad se están cerrando y el planeta se está quedando sin tiempo para hacerle frente al calentamiento global. La COP25, la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático, lo subrayó una y otra vez mediante los diversos reportes científicos presentados en Madrid.
Además de este importante evento ambiental con el que cierra el año, a lo largo de 2019 se han generado informes que le han abierto camino a esta discusión. La Organización Meteorológica Mundial señala que la temperatura media mundial ha aumentado 1.1°C desde la era preindustrial y los efectos son más potentes cada ciclo. El año pasado más de 200 millones de personas sufrieron olas de calor que además dificultaron la producción de alimentos. El problema impactó en 800 millones de personas.
Por otra parte, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) advirtió en su Informe de Brecha de Emisiones 2019 que se necesitaría reducir las emisiones del 7.6% anual desde 2020 para cumplir el objetivo acordado de limitar el aumento de las temperaturas a 1.5° Celsius, sin embargo tendencias como la adicción al carbón marcan que podrían sobrepasar los 2° para 2050: el principio del caos.
Este informe también detalla cómo los niveles de los gases de efecto invernadero que atrapan el calor en la atmósfera han alcanzado nuevamente un nivel récord. Para los especialistas, esta tendencia enfrentaría a las generaciones venideras a impactos cada vez más severos del cambio climático, como estrés hídrico, aumento del nivel del mar y la destrucción de ecosistemas marinos. De hecho, estos últimos puntos se han convertido en importantes focos de atención.
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El informe La desoxigenación de los océanos: un problema de todos, presentado recientemente por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés) en el marco de la COP25, está basado en el trabajo de 67 expertos que hacen un recuento del inventario mundial de oxígeno del océano que ha mostrado una disminución de 2% de 1960 a 2010. Se espera que para finales del siglo esa cantidad se reduzca a 4% a causa del calentamiento global, con efectos dramáticos en los hábitats y poblaciones costeras.
El documento explica que el exceso de calor absorbido por los océanos favorece la disminución de la concentración de oxígeno en el mar que ya empezó a modificar el equilibrio de la vida marina, favoreciendo las especies que toleran la hipoxia (como microbios y medusas), pero afectando a especies de peces importantes en la industria, como marlín y atún. Hace 60 años se registraba menos de medio centenar de lugares con estas características, mientras que el nuevo reporte identifica 700 sitios, generalmente áreas costeras o mares semicerrados.
Otra de las presentaciones de la COP25 fue la guía 10 Nuevas perspectivas en la climatología, que busca acercar el lenguaje científico a negociadores y responsables de la formulación de políticas para poder partir de una base común para entender claramente los fenómenos meteorológicos extremos asumidos como la “nueva normalidad” del planeta; sobre todo en vísperas de 2020, año en que los gobiernos deben presentar nuevos planes de acción.
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Cada uno de los 10 capítulos han sido revisados por los más importantes científicos del mundo para proporcionar un resumen confiable de la ciencia climática actual. Las conclusiones también son el resultado de dos informes de referencia publicados en 2019 por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés): El cambio climático y la tierra, e Informe especial sobre el océano y la criosfera en un clima cambiante.
De acuerdo con el documento es que tras el calentamiento continuo de los océanos existen signos graves de desestabilización en los ecosistemas que han llegado mucho antes de lo esperado; de hecho se puntualiza que la subida en el nivel de los mares, que solía ocurrir cada 100 años, podría experimentarse en algunos sitios cada año a partir de 2050.
El mundo vive una emergencia climática; sin embargo, muchos países aún buscan responder al compromiso para alcanzar la neutralidad de carbono en 2050. La Comisión Europea aspira, mediante su Pacto Verde presentado en la COP25, establecer una estrategia para que la meta, actualmente fijada en 40%, pueda aumentar paulatinamente hasta realmente cubrir los objetivos en tres décadas. Los europeos se lo toman en serio y asumen que El Acuerdo de París establece que los países firmantes deben presentar planes de recorte de emisiones y la suma de las mismas debe ser suficiente para que la temperatura no aumente más de 2°, pero las cuentas no salen en todos los cuadernos.
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La suma de todos los planes de recorte de los países no son suficientes, por lo que para 2020 la meta es ampliar objetivos. Incluso países latinoamericanos, como Costa Rica, se han sumado con fuerza al compromiso; sin embargo, México, que forma parte de los 20 mayores emisores de gases de efecto invernadero, parece hacer caso omiso de este impacto.
Según Greenpeace, nuestro país contribuye con 1.6% de las emisiones globales y a pesar de ello se ha establecido una política energética basada en combustibles fósiles que sigue una lógica contraria a la de las metas establecidas tanto en el Acuerdo de París, como en las contribuciones nacionalmente determinadas e incluidas en la Ley General de Cambio Climático.
Esta asociación destaca datos nacionales como que el presupuesto dirigido a la explotación de gas y petróleo, principal causante del cambio climático, corresponde a 10.5% del presupuesto total de la Federación, mientras que los recursos destinados para cambio climático son sólo de 0.7%. En 2020 la balanza se inclinará aún más: 11.2% del presupuesto total dedicado a hidrocarburos.
Para especialistas en temas ambientales, como el doctor Gerardo Ceballos, del instituto de Ecología de la UNAM, para realizar un balance en nuestro país de lo que se ha hecho en materia ambiental conviene ser tanto muy pesimistas, como optimistas: “México es muy ecléctico respecto a sus decisiones ambientales y eso hace difícil articular una política clara”. Para Ceballos se tendría que convocar a un grupo selecto de sociedad, iniciativa privada y científicos para armar un programa ambiental sólido, pues necesitamos entender que el problema ambiental es el más grave que enfrenta el mundo. “Si a estas cuestiones no le damos la prioridad que merecen, las poblaciones más pobres son las que primero resentirán el impacto”. En este sentido se refiere a uno de los cambios más claros que tienen que ver con el aumento de los niveles de los mares y que afectarán rápidamente a poblaciones costeras y las de las riberas de ríos.
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El océano y el clima están íntimamente relacionados, pues los mares son reguladores climáticos globales, a través de la absorción de calor y dióxido de carbono. Sin embargo, este rol de sumidero de carbono tiene graves consecuencias, como la acidificación, la desoxigenación y el aumento del nivel del mar.