El clima se define como las condiciones medias del estado atmosférico cerca de la superficie terrestre, pero más allá de la descripción tradicional, existen numerosos factores responsables de sus variaciones en diversas escalas espaciales y temporales. Su análisis ayuda a determinar las condiciones ambientales propicias para vivir y entender mejor los cambios que puedan significar un riesgo.

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Los elementos climáticos son resultado de complejas interacciones entre la atmósfera, la hidrósfera y la biósfera, que a su vez se combinan con factores climáticos, como la latitud en la que se encuentra un lugar (determinante por la cantidad de energía solar que recibe), la circulación atmosférica regional, su cercanía o lejanía con el mar, las corrientes oceánicas dominantes y las características del uso de suelo (cuerpos de agua, urbanización y actividades humanas en general). A estos factores climáticos se suma otro factor natural denominado El Niño-Oscilación del Sur (ENOS o ENSO según sus siglas en inglés), un fenómeno climático que es parte de las oscilaciones atmosféricas globales y que se presentan en la Tierra de tres formas: La Niña, El Niño y una fase neutra.

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¿Infancia climática?

Hace cuatro siglos los pescadores del sur de América notaron que la temperatura de las aguas se calentaban más de lo normal en ciertos periodos y la pesca disminuía. El fenómeno aparecía en fechas cercanas a la celebración católica que anuncia el nacimiento de Jesús, lo nombraron El Niño, el nombre fue retomado por los científicos para analizar este ciclo del clima global, cuyo estudio ayudó a identificar, mucho tiempo después —en la década de los 80 del siglo pasado—, a su “hermana” La Niña.

Alejandro Jaramillo, investigador del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático de la UNAM explica que el fenómeno ENOS tiene que ver con la interacción entre el océano y la atmósfera, debido a la forma en que el aire asciende o desciende. Se caracteriza por la fluctuación de las temperaturas del océano en la parte central y oriental del Pacífico ecuatorial con gran influencia en las condiciones climáticas en buena parte del mundo.

Cuando el ENOS se encuentra en la fase de El Niño, los vientos del este (alisios) en el Pacífico se debilitan y el agua cálida del Océano Pacífico en su parte oeste se recorre hacia el este a lo largo de la línea ecuatorial, aumentando elcalor a la atmósfera y generando nubes de convección profunda que se convierten en zonas de lluvias hacia el este. Es así que El Niño puede provocar que llueva más en regiones donde es común que llueva poco, mientras que pueda llover menos donde solía llover más. Cuando se presenta La Niña, la temperatura de la superficie del mar en las regiones ecuatoriales es negativa, no son calentamientos por arriba, sino por debajo. Los vientos se vuelven más intensos y eso favorece que las aguas superficiales sean más frías de lo normal. Es así que hay pocas nubes y las condiciones que se presentan son las contrarias: la escasez de lluvia produce sequías.

No se trata de eventos periódicos, ni significa que a un evento La Niña le anteceda El Niño, aun así, a partir de diversas investigaciones se ha podido establecer que el ENOS exhibe un ciclo irregular de dos a siete años. La señal de ENOS es evidente en la Temperatura Superficial del Mar (TSM), así como en las corrientes oceánicas y los campos de viento en superficie. Según datos de la Organización Meteorológica Mundial, acabamos de pasar por el primer “episodio triple” de La Niña del siglo XXI. Se dieron las condiciones para este fenómeno que empezó en 2020 y cesaron brevemente durante el verano boreal de 2021. Se fueron debilitando de manera gradual hasta su llegada este año.

La transición entre estos dos fenómenos se conoce como periodos neutros. Según varias investigaciones, en condiciones “Neutrales” el agua cálida del Océano Pacífico es recorrida hacia el oeste por los vientos del este (alisios), hasta regiones cercanas a Indonesia. Cuando el agua es más cálida, el aire es más ligero, haciendo que la atmósfera sea más inestable, generando ascenso de humedad (convergencia), formación de nubes y por consecuencia, lluvias. Sin embargo, al otro extremo del Océano Pacífico ocurre lo contrario: hay masas de agua fría que llevan nutrientes a la superficie, haciendo de éstas regiones ricas en pesquerías. La presencia de agua fría, es factor para que se formen nubes bajas y de poco desarrollo vertical asociadas a poca lluvia.

Actualmente vivimos condiciones neutras, es decir, estamos pasando por una fase donde lo que ocurre en el Pacífico Ecuatorial, no influye en fuertes precipitaciones. Según las predicciones de los modelos y las evaluaciones de los expertos, hay 80% de probabilidad de que estas condiciones persistan hasta junio para luego pasar al fenómeno de El Niño. “Ahora hay una transición de primavera por lo que las temperaturas empiezan a aumentar. Es una temporada típicamente seca, pero La Niña ayuda a que sea más seca de los normal, pues las precipitaciones dependen de los frentes fríos que vienen de EU y La Niña condicionó sequía”.

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Modelos matemáticos

Gracias a los progresos científicos sobre la comprensión y modelización del ENOS, las prediccines han mejorado en escalas temporales de uno a nueve meses de antelación. Estas herramientas ayudan a la sociedad a prepararse para los peligros asociados a estos fenómenos. Jaramillo explica que los modelos atmosféricos miden los líquidos y gases de atmósfera y océano, según las leyes de la física para resolver numéricamente cómo interactúan los sistemas.

A lo largo de los últimos años, las investigaciones científicas han demostrado que El Niño puede alterar el clima en diversas regiones del planeta, afectando actividades como la agricultura y ganadería, de ahí la importancia de continuar observando y estudiando este fenómeno. El Servicio Meteorológico Nacional es la fuente oficial del gobierno de México para emitir el estatus del ENOS, que en este momento es neutral. El Centro de Predicción Climática en EU (CPC, por sus siglas en inglés) integra dentro del sistema de vigilancia del ENOS una clasificación de alertas, de acuerdo a la fase del ciclo, para simplificar el operativo del pronóstico y diagnóstico, y mantener informado al público.

“Lo que aún no entendemos es cuál es el impacto del cambio climático en estos fenómenos”, señala Jaramillo y dice que estos fenómenos han existido en la historia de la Tierra y han generado cambios, pero falta entender con claridad cómo se interrelacionan entre ellos. Los expertos tienen más dificultades para estimar de manera confiable las tendencias anteriores a la era de los satélites —finales de la década de 1970—, y este problema es peor antes de la década de 1950. En ese entonces, los datos instrumentales (en su mayoría de los barcos) tienen lagunas y cambios en los protocolos de medición.

Requerirán estimar la tendencia utilizando un registro más largo —que se remonta al siglo XIX—, pero esto se ve obstaculizado por las brechas. Con 40 años de datos satelitales, podemos estar más seguros de que estamos midiendo con precisión todos los trópicos, pero aun con ese registro más corto, es aún difícil distinguir las tendencias de una acumulación aleatoria de eventos ENOS.

En este sentido, actualmente hay un debate en la comunidad climática sobre si la tendencia similar a La Niña que vivimos pudo haber sido impulsada por los gases de efecto invernadero o si tiene causas naturales. Debido a que las variaciones naturales en la circulación oceánica son lentas, es difícil estimar la señal del calentamiento global en un breve registro de observación; sin embargo, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) ha señalado que la posibilidad de que hasta 2026 haya por lo menos un año con las temperaturas más altas jamás registradas es del 93%, pues tras tres años consecutivos de un inusualmente persistente y prolongado fenómeno La Niña, se afectaron los patrones de temperatura y precipitaciones en distintas partes del mundo.


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