Es difícil imaginar un momento en que el nombre de Albert Einstein no fuera mundialmente reconocido.
Pero incluso después de que terminó su Teoría de la Relatividad en 1915, era casi un desconocido fuera de Alemania. Hasta que el astrónomo británico Arthur Stanley Eddington se involucró.
Las ideas de Einstein se habían quedado atrapadas por los bloqueos de la Primera Guerra Mundial y aún más por un nacionalismo vicioso que hizo que la ciencia "enemiga" no fuera bienvenida en Reino Unido.
Pero Einstein, un socialista, y Eddington, un cuáquero, creían que la ciencia debería trascender las divisiones provocadas por la guerra.
Fue su asociación la que le permitió a la relatividad saltar las trincheras y hacer de Einstein una de las personas más famosas del mundo.
Einstein y Eddington no se conocieron durante los años de la guerra, ni siquiera intercambiaron mensajes.
Pero un amigo mutuo de Países Bajos, que era neutral, decidió hacer pública la nueva Teoría de la Relatividad en Reino Unido, entonces uno de los sitios claves en la esfera científica.
Por suerte, quien recibió esa carta fue Arthur Stanley Eddington, el profesor Plumiana en Cambridge y funcionario de la Real Sociedad Astronómica.
Eddington no solo comprendía las complicadas matemáticas de la teoría, sino que, como pacifista, era uno de los pocos científicos británicos dispuestos al menos a considerar la ciencia alemana.
El astrónomo se dedicó a impulsar las teorías de Einstein tanto para revolucionar los cimientos de la ciencia como para restaurar el internacionalismo entre los científicos mismos.
Para lo último, Einstein era el símbolo perfecto: un alemán brillante y pacífico que refutó todos los estereotipos de la guerra mientras desafiaba las verdades más profundas de Isaac Newton.
Mientras Einstein estaba atrapado en Berlín, pasando hambre por el bloqueo y viviendo bajo la vigilancia del gobierno por sus opiniones políticas, Eddington trataba de convencer al hostil mundo anglófono de que un científico "enemigo" era digno de su atención.
Escribió los primeros libros sobre relatividad, dio unas muy populares conferencias sobre Einstein, y se convirtió en uno de los grandes comunicadores científicos del siglo XX.
Sus libros permanecieron en las listas de los más vendidos durante décadas y fue una presencia constante en la radio de la BBC. Finalmente fue nombrado caballero por este trabajo.
Sin embargo, fue difícil convencer a Reino Unido de que se preocupara por el espacio-tiempo y la gravedad, cuando los submarinos U-boots estaban hundiendo los transportes de alimentos, y miles de vidas jóvenes se estaban perdiendo a cambio de escasas victorias en Flandes, Bélgica.
Las ideas de Einstein no eran suficientes para entusiasmar ni a los entendidos. La relatividad es extraña, con gemelos que envejecen de manera diferente y planetas atrapados por la curvatura del espacio-tiempo.
Eddington necesitaba una demostración definitiva del tratado de física teórica de Einstein. Su mejor opción era probar una extraña predicción de la Teoría de la Relatividad General.
Según la tesis del famoso físico, cuando la luz pasa cerca de un cuerpo masivo como el Sol, la gravedad doblaría los rayos ligeramente.
Eso significaba que la imagen de una estrella distante cambiaría sutilmente de manera que la estrella parecería estar en el lugar equivocado.
Einstein predijo un número específico para ese cambio (1,7 arcosegundos o aproximadamente 1/60 milímetro en una fotografía). Era difícil de medir, pero podría hacerse.
Desafortunadamente, normalmente es imposible ver las estrellas durante el día, por lo que había que esperar hasta un eclipse total de Sol para realizar la observación.
Los eclipses totales son pocos, cortos y, a menudo, sólo se pueden observar bien en lugares inconvenientes que requieren viajes extensos para los astrónomos europeos. Einstein había intentado durante años probar esta predicción, sin éxito.
Eddington pensó que podría lograrlo en un próximo eclipse en mayo de 1919, visible en el hemisferio sur.
Incluso bajo la amenaza de los U-boots, ningún país estaba mejor posicionado que Reino Unido para emprender una expedición para probar la predicción de Einstein.
Eddington necesitaba mucho apoyo para lograr su cometido.
Afortunadamente, era amigo íntimo de Frank W Dyson, el astrónomo real, quien aseguró la financiación.
No obstante, la guerra hizo difícil obtener el equipo necesario.
Peor aún, era posible que Eddington no pudiera ir a la expedición por estar en prisión.
Como cuáquero, Eddington fue un objetor de conciencia a la guerra y se negó a participar en el servicio militar obligatorio. Muchos otros cuáqueros terminaron encarcelados o realizando trabajos forzados.
Después de muchas apelaciones fallidas, parecía que Eddington efectivamente iba a ser arrestado, pero en el último momento recibió una exención (sin duda diseñada por su políticamente astuto amigo, el astrónomo real).
Sorprendentemente, se la dieron con la condición de que llevara a cabo la expedición para probar la teoría de Einstein.
El armisticio en noviembre de 1918 significó que la expedición podría seguir adelante.
Eddington quería asegurarse de que los resultados de la expedición, fueran los que fueran, hicieran que los ojos del mundo estuvieran puestos en Einstein.
Einstein mismo, gravemente enfermo por la desnutrición que padeció en tiempos de guerra y tratando de sobrevivir en el Berlín devastado, no estaba enterado.
Eddington y Dyson comenzaron una campaña de relaciones públicas para entusiasmar tanto a la comunidad científica como al público general con esa aventura científica.
A la prensa le presentaron la expedición como una batalla épica entre el británico Newton y el advenedizo Einstein.
Y enviaron dos equipos para observar el eclipse: uno a Brasil y otro, dirigido por Eddington, a la isla de Príncipe en África occidental.
El 29 de mayo de 1919, hace 100 años, esos astrónomos observaron el cielo oscurecido durante seis minutos para captar un cambio diminuto en las estrellas y revelar un salto enorme en nuestra comprensión del Universo.
Las expediciones volvieron con fotografías casi arruinadas por el mal tiempo, el defectuoso funcionamiento del equipo y el vapor. Pero, si la suerte estaba de su lado, mostrarían la luz de las estrellas desplazadas por la gravedad del Sol.
Después de meses de mediciones intensas y matemáticas, Eddington tuvo un resultado positivo.
Llamó a ese el mejor momento de su vida: "Supe que la teoría de Einstein había pasado la prueba y que esa nueva perspectiva del pensamiento científico debía prevalecer".
Con el retrato de Newton observando el proceso, presentó los resultados en una sala de la Royal Society repleta de científicos y reporteros ansiosos por saber quién había triunfado, Einstein o Newton.
El anuncio creó un gran revuelo. El presidente de la Royal Society declaró ese "uno de los más altos logros en el pensamiento humano".
El diario Times tituló al día siguiente: "Revolución en la ciencia".
Eddington había planeado el evento perfectamente.
Prácticamente de la noche a la mañana, Einstein, pasó de ser un académico desconocido a un sabio del que todos querían saber más.
Y Eddington le dio al público lo que quería.
Como el principal apóstol de la relatividad en el mundo anglófono, fue a quien acudieron todos los periódicos y revistas.
Sus conferencias tuvieron que bloquear a cientos de personas. Aquellos que lograban entrar no solo aprendían sobre la extraña física de la relatividad, sino también sobre Einstein como símbolo de la ciencia internacional, capaz de superar el odio y el caos de la guerra.
El mismo Einstein apenas podía levantarse de su lecho de enfermo. Se enteró de los resultados por medio de un telegrama proveniente de Países Bajos.
Estaba encantado de que su teoría hubiera sido verificada aunque lo desconcertó el torbellino que repentinamente envolvió su vida.
Nunca más pudo salir por la puerta de su casa sin ser abordado por reporteros.
Sin Eddington, la relatividad no habría sido probada en 1919 ni Einstein se hubiera convertido entonces en el ícono de la genialidad.
Eddington fue el aliado más esencial de Einstein, aunque sólo se conocieron años después del final de la guerra.
Su colaboración fue crucial no solo para el nacimiento de la física moderna, sino también para la supervivencia de la ciencia como una comunidad internacional a través de los días más oscuros de la Primera Guerra Mundial.
* Matthew Stanley es el autor de "La guerra de Einstein: cómo la relatividad conquistó el nacionalismo y sacudió al mundo".
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